viernes, 23 de diciembre de 2016

Feliz Navidad

  El tiempo se nos escurre sin que seamos capaces de atenazarlo, así que de nuevo volveremos a celebrar más juntos que nunca las entrañables fiestas navideñas. Como en cada final de año haremos balance o un breve recorrido de nuestra vida, planteándonos nuevos retos y muchos propósitos de enmienda, aunque al fenecer 2017 seguramente volvamos a estar en el punto de partida que nos está marcando ahora este 2016. Yo no voy a ser muy original, así que a este año a punto de empezar le pido ventura, y que nos obsequie con salud, amor, prosperidad y también con muchas ganas de recuperar el placer de leer libros de poesía, novela, ensayo o cuentos de navidad.

  ¡¡¡Felices fiestas para todas/os y próspero Año Nuevo!!!



martes, 6 de diciembre de 2016

Comfortably numb

        Dedicado a los incondicionales del grupo Pink Floyd.  


  Para resumir diría simplemente brutal. Comfortably numb (aquí escenas de la película homónima) supone una de las más altas cotas de excelencia. El 6º corte de la 2ª parte de The Wall me marcó desde un principio, cuando adquirí la cinta cassette recién salida al mercado a finales de 1979. En cierto modo y a primer golpe de oído me aleccionó para escuchar con más atención el resto de las canciones, pues intuía que detrás de unas cuantas (difícil de digerirlas tratándose de un álbum conceptual) con atmósfera claustrofóbica y arreglos para nada convencionales, se escondía la obra maestra de los británicos tras la inigualable The dark side of the moon.

  Es sintomático que detrás de una canción sublime que termina convirtiéndose en clásica, casi siempre hay una historia previa. A comienzos 1978 David Gilmour escribió la melodía base para su primer disco en solitario en los estudios Super Bear en Francia. Lo curioso es que lo terminó descartando. Un año antes, en plena gira del grupo para promocionar su anterior obra, Animals, tocaban en el The Spectrum de Philadelphia. Roger Waters padecía intensos dolores estomacales. El médico le inyectó un analgésico muy fuerte pensando que se trataba de un virus, cuando en realidad era una hepatitis. El bueno de Roger (cerebro indiscutible de The Wall), estaba que no se sentía, con las manos agarrotadas (de hecho en los bises ya no volvió a escena). Durante 2 horas deambuló por el escenario como adormecido. 

  Desde abril a noviembre de 1979 el grupo se encierra en el estudio para parir un doble álbum muy parecido a una ópera rock. Roger Waters tenía muy clara la personalidad del protagonista de nombre Pink, una estrella del rock, que trata de aislarse, "es la dificultad para manifestar emociones a medida que nos hacemos mayores, la pérdida de la inocencia y la construcción del muro emocional que cada ser humano vamos construyendo a medida que pasan los años", o eso decía David Gilmour para describir la atmósfera del disco.

  En Comfortably numb (del directo Pulse, ya sin Roger Waters) aflora el dilema entre la obligación o la atención al enfermo. Hay un médico empeñado en mejorar al paciente para que salga a actuar (Roger Waters) para que cumpla el requisito de tocar en el concierto, y está el enfermo (David Gilmour), la estrella que debería de curarse. Al respecto de la letra, Gilmour decía que las partes que él cantaba eran el día y las de Waters la oscuridad.

  ¿Realmente cuál es el milagro que hace única Comfortably numb (de nuevo con Roger Waters y orquesta en vivo, la cual acrecienta esa profundidad sonora) Sin duda sus dos solos de guitarra de Gilmour, especialmente el segundo. Técnicamente es probable que no sean los mejores, aunque no es desdeñable su gran talento con el mástil. En mi opinión lo que hace sublime a la pieza, dándole emoción, color y un aire de épica, es el gran acierto de orquestarla. Gilmour era partidario de una guitarra incendiaria en la parte cantada por Waters, mientras este y Bob Ezrin, coproductor junto a David y Roger, preferían la orquestación, al final primó la segunda opción, contribuyendo definitivamente a que los solos de guitarra descansaran sobre los cimientos sólidos y tremendamente sonoros ideados por Michel Kamen, adquiriendo esa grandiosidad que probablemente hubiera perdido de haber imperado la idea de Gilmour.

  Según las revistas Guitar World y Rolling Stone, el guitarreo de Comfortably numb aquí con David Bowie (algo así como cómodamente insensible o adormecido) ocupa el 4º puesto del ranking entre los mejores solos de guitarra de la historia, mientras la publicación Launch Radio Networks lo eleva al primer puesto. En agosto de 2006 fue votado por los oyentes de la estación de radio Planet Rock como el mejor solo de guitarra de la historia jamás grabado. 

  Es reseñable que este clásico de hace 37 años se convirtió en la última canción escrita al alimón por Roger Waters y David Gilmour.



sábado, 3 de diciembre de 2016

Un verdadero placer

 El pasado día 30 conocíamos la gratísima noticia del otorgamiento del Premio Cervantes al escritor Eduardo Mendoza. A mí parecer justísimo galardón que viene a engordar más si cabe su extenso currículum, trufado de reconocimientos, galardones y novelas esenciales, además de situarlo al fin en lo más alto del panorama literario español. El barcelonés se ha convertido en referente indispensable de la novela en castellano a lo largo del último medio siglo.

  Para argumentar la concesión del Cervantes, el jurado dice que con su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta (1975), "Mendoza inaugura una nueva etapa de la narrativa española en la que se devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta, que ha mantenido a lo largo de su brillante carrera como novelista". En otro momento de su intervención dice estar "en la estela de la mejor tradición cervantina, posee una lengua literaria llena de sutileza e ironía". También nos advierte de que "siendo novelista catalán es un premio literario en castellano a toda una obra escrita en castellano", eso sí, traducida a infinidad de lenguas; o de "la incorporación constante del humor". Yo añadiría que Eduardo Mendoza (1943) ha diseccionado mejor que ningún otro a su ciudad, al menos el lado menos deslumbrante de Barcelona, el del lumpen, la ciudad del anarcosindicalismo o del nacionalismo de inicios del siglo pasado, de la burguesía y de las clases más elitistas, pero también nos lleva de la mano para que caminemos por las calles y callejos más inusitados.


   El autor con residencia actual en Londres, ha escrito nada menos que 15 novelas, 2 libros de relatos, 2 obras de teatro y 4 ensayos. Quien se iniciara en el terreno de la traducción ha tocado prácticamente todos los palos, pero es sin duda en el terreno de la narrativa de largo recorrido donde Mendoza ha destacado. Títulos imperecederos como Una comedia ligera, La aventura del tocador de señoras, El año del diluvio, Sin noticias de Gurb o Riña de gatos, lo han colocado en lo más alto del escalafón. Sin haber leído toda su obra, yo tengo especial apego a esta de "La ciudad de los prodigios", novela que de algún modo lo consagró, si ya no lo estaba. La obra describe la evolución de Barcelona entre las exposiciones universales de 1888 y 1929, fundamentalmente en el ámbito urbanístico pero también social.

  Al margen de todas las virtudes que adornan a este extraordinario escritor, yo añadiría dos que cada vez abundan menos en el territorio de las letras: para nada es estirado, y si da la sensación en algún momento de lejanía se debe a su timidez secular; y por encima de todo, no es nada vanidoso.

   Para mí es un orgullo que se le haya reconocido con el más prestigioso de los premios en lengua castellana, además de ser un verdadero placer leer a este maestro indiscutible de las letras.





 

domingo, 27 de noviembre de 2016

Hotel California


  1976 fue sin duda un año prolífico que alumbró grandes discos: Destroyer del grupo Kiss, Songs in the key of life de Stevie Wonder, Frampton comes alive de Peter Frampton, Black & Blue de Rolling Stones, Presence de Led Zeppelin, Zoot Allures de Frank Zappa, o los homónimos a grupos/artistas y óperas primas: Ramones, Boston y Tom Petty and the Heartbrealers, pero es sin duda alguna -quién no ha tarareado alguna vez la canción homónima- Hotel California ( el disco más descollante por la brillantez de los 9 cortes, por las letras que ahondan en temáticas sociales, por interpretación superlativa de cada uno de sus miembros, y porque, en cierta manera, este disco AOR de rock/soft-rock, cierra la época más floreciente de la música popular, pues el punk venía como un huracán para quedarse por un tiempo en la escena musical.


   El próximo día 8 se cumplirán 40 años de la publicación de este disco, una obra conceptual que supuso la cúspide de la carrera de los californianos. El guitarrista/teclista y compositor Joe Walsh acababa de llegar para encerrarse en el estudio por espacio de 8 meses junto al resto de la formación, puliendo día a día ese sonido tan perfecto que jamás volverían a lograr. La obra supone un cambio radical con respecto a sus anteriores álbumes. Es cierto que cortes como New kid in town o Try and love again nos retrotraen a su etapa más country, pero casi es la excepción. El disco es más rockero, más eléctrico, puro virtuosismo por parte de las guitarras de Don Felder y Joe Walsh, lo cual se puede apreciar en cortes como Life in the fast lane o Victim of love -, las letras son profundas, más complejas, abordando temas como la adicción a las drogas, el final de la inocencia, la pérdida del amor, la fugacidad del éxito y en una palabra, el lado oscuro del sueño americano. Es la resaca después de aquel lejano periodo del amor y la paz dando paso al menos romántico del hedonismo sin fronteras. La mayor parte de las canciones están interpretadas por el baterista Don Henley, ocurre también en algunas más intimistas y melancólicas, como la orquestada Wasted time o la que cierra el álbum The last resort


    La idea inicial del grupo -grupo surgido tras la reunión de algunos músicos para acompañar a Linda Ronstadt en 1971- era celebrar el 200 aniversario de la independencia USA, aunque al final eligieron California como un paréntesis o microcosmos de lo que ellos pretendían, o sea: fabricar una metáfora desesperanzada del declive americano.

    La canción homónima ocupa el puesto 49 entre las 500 mejores, mientras el grupo -ya no existe como tal desde este mismo año, cuando falleció el compositor, guitarrista y cantante Glen Frey- se coloca en el 75 de los 100 primeros.

 A este disco esencial en cualquier discografía que se precie, "easy listening", cierto, se le han colgado algunas etiquetas (siempre las etiquetas), como ser demasiado preciosista, o que el acabado de los cortes no admite otras posibilidades, sin olvidar las leyendas urbanas con mensajes ocultos de satanismo, o fantasmas que se asoman a uno de los balcones en la portada del hotel, el Beverly Hills, algo que encierra un significado poco claro. Se puede decir lo que se quiera al respecto, pero de lo que no hay duda es de encontrarnos delante de una obra excelente.

  

domingo, 13 de noviembre de 2016

Oh happy day

  A este temazo le tengo un cariño especial. Cada vez que lo escucho me devuelve a mis 13 ó 14 años, pues era la segunda canción de mi primera cinta cassette "Power & light AMÉRICA, comprada en Gijón en un verano ya inmemorial. Y a pesar de que tal vez no sea la más lograda, me emociona tanto o más que en mi primera escucha; así que ya forma parte de mi vida, hecha muchas veces de retazos musicales.

  El logro de tan precioso gospel corresponde a Edwin Hawkins, que en 1967 y a partir del texto escrito por el clérigo inglés Philip Doddridge, que se basaba a su vez en una melodía más antigua del siglo XVIII, adaptó el ritmo original, cambiando el compás de 3/4 a 4/4. Su versión contiene únicamente el estribillo de Rimbaud repetido, omitiendo el resto de los versos originales. La melodía modificada por Edward F. Rimbaud a mediados del siglo XIX se utilizaba en bautizos y ceremonias de confirmación en UK y USA. Interpretada por Edwin Hawkins Singers obtiene en 1969 el éxito internacional, ganando un año después el Grammy a la mejor interpretación de gospel soul.

  En ocasiones el mundo de la música contradice a quien piensa que un gran tema debe de tener cierta complejidad y una letra bien elaborada. Este tema dedicado a cantar sobre la buena noticia de (Dios) que eso significa grosso modo la palabra gospel, la melodía que transita a lo largo de la letra Oh happy day, oh happy day, oh happy happy day, Oh happy day, when Jesus washed, oh when he washed, oh when he washed, when Jesus washed, he washed my sins away!, reiterada más allá de lo razonable, te va impregnando de una felicidad y sosiego que inevitablemente puede empujarte a acompañar con palmas a otros muchos acompañantes de ilustres figuras que en alguna ocasión han versionado el tema, como Etta James, Ray Charles, Aretha Franklin con Mavis Staples, Whitney Houston, Mahalia Jackson y otros más, como Joan Baez o el mismísimo Elvis Presley.

  Si alguien encuentra cierta similitud entre el My sweet lord de George Harrison y Oh happy day, que sepa que no va mal encaminado, al respecto el ex beatle dijo en alguna ocasión encontrar inspiración escuchando los arreglos de Edwin Hawkins. Se mire por donde se mire, temazo clásico.

domingo, 9 de octubre de 2016

El Aleph

  La primera de las letras de los alfabetos hebreo y árabe, y de los cabalistas, es la que da título a una de las obras capitales de la literatura argentina y universal. También titula al último de los 17 cuentos que integran el libro original de poco más de 140 páginas, sin discusión el relato más estudiado y con más beneplácitos para seguir profundizando en el mundo fantástico y esotérico que plantea el autor, tanto por parte de la crítica como del común de los lectores.

  Al libro que originariamente contenía 13 cuentos en 1949, el año de su publicación, se le añadieron 4 más algunos después, formando la colección que hoy es definitiva y que ha sido traducida a infinidad de idiomas. Editado en Buenos Aires por Losada (Gonzalo Losada era el director, español exiliado en plena época franquista), el libro contenía varios cuentos que en años anteriores ya habían sido publicados en revistas. Sin ir más lejos, el propio El Aleph había salido a la luz pública en 1945 en las páginas de Sur.

 ¿Qué hace de este un libro único, además de reverenciado por el mundo literario 67 años después de su aparición? En primer lugar la maestría y perfeccionamiento -como siempre- del bonaerense Borges, que no se cansa de pulir el idioma y cultivar las frases hasta el desespero, incluso en la vertiente fantástica, donde resulta difícil ensamblar la arquitectura de las palabras adecuadas y las frases más esclarecedoras, algo que en otros terrenos como el cómico o el policial/investigación, debe de ser más propicio, o eso me parece a mí.

  Aunque por encima de cualquier otra consideración, el gran hallazgo de El Aleph -seguramente su obra más recordada junto a Ficciones- es la capacidad para que muchas de las historias que cuenta cabalguen sobre historias menores que la anteceden (al estilo de Las mil y una noches) sin que para nada se resienta la capital, muy al contrario, terminando por mejorarla. Además nos remite con sutilidad, casi imperceptiblemente, a mitos, metáforas, vidas vividas en lo etéreo; retrotrayéndonos a tiempos fantásticos y pretéritos con sabor agridulce. Borges aborda entonces la influencia de esos mitos y leyendas en su creación literaria, planteándonos la difícil disyuntiva entre lo que fue y lo que pudo haber sido, decantándose en ocasiones por esto último al considerarlo más verosímil. Y llevándolo al terreno del siglo XX, a sus cuentos de mitad de siglo, distorsionándolos por influencias arcanas que terminan por engrandecerlos hasta límites insospechados.

  Y qué decir de esas frases que muy pocos como él han edificado para que la belleza perdure hasta el infinito, también para que no dejemos de pensar un segundo en su significado, qué decir del inicio de El Aleph:

  "La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita..." Magistral ¿verdad?

  Nadie debería dejar de leer relatos como El inmortal, Los teólogos, La otra muerte, La escritura de Dios, La casa de Asterión o El Aleph; leerlos se convertirá en una aventura gratificante, debería de ser algo así como congraciarse con la vida, dura, a veces inexplicable. Explicable es porqué Borges se ha convertido en uno de los más grandes creadores universales del cuento; solo con que leyéramos esta obra imperecedera saldríamos de duda.


lunes, 26 de septiembre de 2016

¿El mejor disco en vivo de la historia?

  Si no lo es, sin duda está entre los 10 primeros de rock de todos los tiempos; si bien algunas publicaciones se decantan por colocarlo en la cúspide, no así la prestigiosa Rolling Stone que "solo" le da para el cuarto puesto.

  Admito que hasta hace bien poco no los tenía en gran estima. Pero la adquisición en el londinense Candem Town de su directo en la isla de Wight del mismo 1970 y unas cuantas audiciones del CD con mucha atención, han hecho que mudara mi poco aprecio en una gran admiración. Y no es que The Who fuera el grupo con más calidad, pero sin duda alguna, en el comienzo de aquella década, era difícil precisar quién sonaba mejor que ellos.

    Live at Leeds  fue grabado los días 14 y 15 de febrero de 1970 en la universidad de la propia ciudad, y sin dudarlo marca el momento álgido de la banda, ya que ni antes ni posteriormente alcanzaron ese nivelazo. Piezas como Young man blues, Magic bus y sobre todo My generation  con su remolino de riffs, poseen un sonido muy especial que rezuma la épica de aquella época, la prueba concluyente del "ruido" apasionado captado en vinilo, y que también representaban figuras como Jimi Hendrix, Jonis Joplin o Jim Morrison, los dos primeros fallecidos pocos meses después y el tercero en 1971.

  Hasta febrero de 1970, los británicos habían publicado algunos álbumes interesantes, tal vez la ópera rock Tommy de 1969, fuera el más significativo y el que dio pie a la gira mundial que los llevaría a Leeds un San Valentín de hace 46 años. Sin embargo, en estudio no terminaban de desmelenarse porque las productoras les imponían un mejor sonido, pero encorsetado al fin y a la postre, sin que el cuarteto diera rienda suelta a su capacidad de expresarse con más libertad.

   Publicado en mayo de 1970 como vinilo, tenía una duración de poco más de 35 minutos, siendo un recopilatorio sobre más de dos horas de grabaciones. El disco venía envuelto en una desastrada funda de cartón, conteniendo hojas de recuerdos fotocopiadas por ellos mismos, posters, fotos, su contrato para actuar en Woodstock y las etiquetas que advertían del sonido deficiente, algo subsanado con la edición completa en formato CD y la edición de lujo de 2000 en dos discos.

  Live at Leeds es rock en estado puro. Peter Townshend, infravalorado guitarrista y por otra parte pionero del feedback y la dinámica, nos obsequia con solos limpios y llenos de ideas: pura emoción. Keith Moon, uno de los mayores bateristas en competencia directa con John Bonham, no hace otra cosa que dar rienda suelta a su primaria creatividad. John Entwistle marca mejor que en ningún otro momento de su carrera el ritmo de las piezas, mientras Roger Daltrey compite de igual a igual con la voz del zeppelin Robert Plant.

  Album indispensable para los amantes del rock y que se pelea por ser el primero con otros en directo tan celebrados como Made in Japan de Deep Purple, The Allman Brothers Band - At Filmore East, Rock'n roll Animal  de Lou Reed,  Jimi Hendrix Experience "Live", o el mismo Frampton Comes Alive del propio P. Frampton.

sábado, 30 de julio de 2016

BANDA CON MAYUSCULAS

  El inicio de Elisabeth, con la cual dio comienzo la 2ª parte del concierto de ayer en la Sala Multifuncional de Canal Salat, revela con satisfacción la categoría de todos los integrantes de la Banda y de su maestro Joan Mesquida. La adaptación de la pieza de Johan de Meig pone al descubierto el trabajo meticuloso del director para transmitir a los miembros del grupo lo que realmente pretende, y a fe que lo consigue sobradamente. Huyendo de cualquier estereotipo afín a lo que conocemos por el trabajo musical de una banda en su acepción más clásica, o sea, música con límites, encorsetada, ramplona a veces, Mesquida juega con distintos tipos de música y la versatilidad que le da la atracción por los distintos ritmos que pueden utilizarse, uniendo sapiencia y buen gusto, lo cual le permite alcanzar la excelencia en determinados pasajes de una pieza. Y lo más grato de todo es que la mayoría de los ejecutantes son muy jóvenes (a algunos los he visto crecer desde que apenas podían sujetar el instrumento en sus manos), con un margen de superación difícil de cuantificar.

  Excelencia puesta de manifiesto en cortes como el Catch me if you can o Pequeña Czarda del genial Pedro Iturralde, para acompañar a la gran estrella de la noche, el fantástico saxofonista local Xavier Larsson. El de ciutadella hizo las delicias del abundante público asistente, especialmente al interpretar Sax pack, pieza compuesta por Otto M. Schwartz para lucimiento y despliegue en técnica interpretativa del saxofonista de turno con un nivel de calidad indispensable.

  La velada musical, no podía ser de otra manera, incluyó el imprescindible tributo a las Big Bands americanas a través del  gran Glenn Miller. Sin duda el público agradeció el guiño, pues las piezas (In the mood, Tuxedo Junction o la celebérrima Moonlight serenade) les son sobradamente conocidas y el swing años 30 hace buen maridaje.

  El concert d'Estiu concluyó con A tribute to Harry James, seguido nada menos que por 4 bises que reclamaron con tenacidad los asistentes. Con pasodoble repetido (algo más cercano a una banda convencional) y la repetición del Tribute concluyó la genial velada.

  Mi más sincera enhorabuena a todo el grupo de músicos. Y la advertencia a Ciutadella, por si alguien lo duda, de que aquí tenemos una banda como la copa de un pino y que debemos mimarla siempre.

  

lunes, 6 de junio de 2016

El cebo (13)

Cuando vemos a un adulto junto a una niña sin vínculo familiar que los una, sabemos que nada bueno va a ocurrir, si por añadidura ese hombre tiene una fisonomía tan peculiar como la del actor Gert Froëbe, es para echarse a temblar. El cebo podría considerarse un "remedo" del clásico del Doctor Frankenstein, observando el film desde un perfil menos deshumanizado. En cualquier caso, la película es una de las obras maestras del cine español (coproducción española-alemana-suiza) y yo me atrevería a decir que la mejor del húngaro-español Ladislao Vajda. Vajda venía de rodar éxitos imperecederos como, Carne de horca, Marcelino Pan y Vino, o Mi tío Jacinto, sin olvidar Un ángel pasó por Brooklin. Ya era por méritos propios uno de los mejores directores del momento; y pese a todo, a pesar del éxito que acompañó a la película desde su estreno, o a ser galardonada con el premio San Jorge a la mejor española, o de estar nominada al Oso de plata en Berlín, probablemente es uno de sus largometrajes menos conocido entre el público.

  El cebo es la adaptación ¡y vaya adaptación! de la novela de Friedrich Dürrenmatt. En alemán se traduciría como: sucedió a plena luz del día. Pero no nos engañemos, ésta es puro cine negro que bebe por momentos del universo Hitchcock. Y desde luego no parece una película española, entre otros motivos por el reparto casi al cien por cien foráneo, además del planteamiento bien diferente en la forma de rodar con respecto a otras películas suyas, particularmente en lo referido a la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Enrique Guerner.


   Los acontecimientos se precipitan con la aparición de una niña degollada. El sospechoso no es otro que el buhonero que la encontró en el bosque. El comisario Mattei es quien duda de la verdadera culpabilidad del vendedor, pero se acaba de jubilar y deja el caso en manos de un compañero. Sin embargo, en el aeropuerto y a punto de volar, a Mattei le vienen al recuerdo algunos detalles contados por los niños de la escuela y decide al fin regresar al lugar del crimen para investigarlo.

  Obra maestra con toque expresionista o que recuerda a los maestros alemanes de entreguerras, delicia para cinéfilos empedernidos o simplemente seguidores fieles del cine español. Denso ambiente de intriga con una dosis apetecible de suspense. En resumidas cuentas: pieza angular y absolutamente genial del cine español.

  La cinta la pasa TV2 (Historia de nuestro cine) mañana día 7 a partir de las 21:55 h. Imperdonable perdérsela. 

sábado, 7 de mayo de 2016

Nunca pasa nada (12)

  Casi al final de la película, Julia (Julia Gutiérrez Caba), una mujer de su tiempo, o sea, casi sometida a la autoridad del marido, es quien se viste de audaz y propone a su marido, Enrique (Antonio Casas en el film) que dé un paso adelante aunque sea a costa de romper el matrimonio, si en ello va la felicidad futura, o eso se deduce de las palabras, más atrevidas que en ninguna otra de sus brillantes escenas ( de los mejores papeles que le ha tocado en suerte). Porque, como ocurre en otras películas del madrileño, son finalmente las mujeres las que muestran más fuerza y coraje, a pesar de una secular dependencia del otro sexo que se acentúa con el advenimiento del franquismo.

   Junto a Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956), seguramente Nunca pasa nada (1963) forma el trío de obras capitales del maestro Juan A. Bardem, y eso a pesar de que al exhibirse en Italia, allí la bautizaron como Calle Menor, por considerarla un trasunto o copia inferior a la de 7 años antes. Es cierto que la crítica de entonces se mostró desorientada con el nuevo planteamiento narrativo del director, a lo cual ayudó la denuncia atroz de los sectores más reaccionarios, que para nada participaban de la mirada crítica hacia el matrimonio en la España de inicios de los 60, con sus dificultades para convivir en armonía. El sector más a la derecha consideraba una ficción el planteamiento de Bardem, pues en su opinión el matrimonio era el estado perfecto de estar en la sociedad de ese momento. Por todo ello, Nunca pasa nada no llegó a gozar del reconocimiento unánime de sus predecesoras, si bien en la actualidad sí se la acredita como se merece. 

  El argumento es de lo más convencional, pero solo al principio. Jacqueline (Corinne Marchand), una corista francesa  perteneciente a una compañía de revista que hace gira por distintas localidades de provincia, se ve obligada a permanecer en Medina del Zarzal (Aranda de Duero y Peñafiel) tras ser operada de apendicitis por el doctor Enrique. El hombre de 51 años que toda su vida la ha dedicado en cuerpo y alma a su vocación y vive casado desde tiempos remotos, siente una sacudida en sus entrañas a medida que se relaciona con la jovencita. Lo que al comienzo podía ser una agradable novedad en su rutinaria vida, se vuelve codicia y celos, pues termina por darse cuenta de que junto a ella podría reinventar el amor, algo por otra parte inaudito a tenor de la disparidad de edades, de la imposibilidad de entenderse -ella solo habla francés-, además del escándalo que supondría en la localidad una huida a la francesa.

  La proliferación de planos largos, atmósfera lluviosa y fría, secuencias nocturnas, paseos vespertinos, el acierto indudable de la N-I que pasaba por en medio de Aranda, además de un excelente ritmo narrativo, sin olvidar la magnífica fotografía a cargo de Juan Julio Baena, y las extraordinarias interpretaciones de Julia Gutiérrez Caba, Antonio Casas, Corinne Marchand y Jean-Pierre Cassel, hacen de la película una experiencia reflexiva y visual única. De añadido, escenas excelentes que pueden dejar al espectador noqueado.

    Resumiendo, Nunca pasa nada, además de un retrato fidedigno de una época ya pasada, deja la sensación en quien la ve de una sugestión antigua, o más bien yo diría que se convierte en un vehículo que amplifica un alarmante trasfondo de opresión de una sociedad rígida, y más en una ciudad o pueblo de provincias donde nunca pasaba nada.


lunes, 4 de abril de 2016

El túnel

  La novela El túnel, publicada en 1948, no deja de ser en cierto modo un ensayo previo a la redacción de su obra más ambiciosa, Sobre héroes y tumbas, aparecida 13 años después. Y aún siendo así, la primera trasciende por darle al texto una agilidad inusitada, a pesar de tratarse de una confidencia: esa aceptación por parte de Juan Pablo Castel de ser el asesino de María Iribarne, la única admiradora que se ha sumergido de veras en su exposición, descubriendo a través de un ventanuco en uno de los cuadros, la verdadera idiosincrasia o significado de su pintura. El desafío de Sábato es de campanillas teniendo en cuenta que desde el primer párrafo al protagonista lo proclama criminal, y que en el resto de páginas no hay espacio para intrigas o suspenses policiales, tan del agrado de los lectores. Entonces, ¿por qué la maestría de esta novela breve y su éxito a nivel mundial? El argentino no ha hecho otra cosa que meterse a fondo en la piel del protagonista, respirar como lo haría una persona fuera de lo común en el peor sentido, y sondear en esa psiquis traumatizada.

  Juan Pablo Castel es un hombre solitario, traumatizado y casi casi misántropo; se siente un incomprendido que desprecia a los críticos de su pintura, a pesar de ensalzarlo. Entonces descubre a una bella mujer por la que se interesa de inmediato, a pesar de su timidez. Cree que puede ser la última esperanza de amar y se aferra a ella como si se tratara de un salvavidas, porque también intuye que ella, María Iribarne, es su alma gemela, alguien que sí es capaz de entender la trascendencia de su talento. Castel intuye primero y cree más tarde, que ambos piensan lo mismo y por ello pudieran ser dos miembros de un mismo ente, hasta que por fin, así lo cree, se percata de que él y María transita por túneles paralelos que nunca llegan a confluir.

  A través de la exploración profunda dentro de una mente perturbada, Sábato dibuja con precisión analítica, textos memorables que destilan pesimismo y el aprendizaje de la destrucción. De manera que esta obra nos puede dar muchas pautas para entender lo que hoy se da en llamar violencia de género.

  Como ocurre en Sobre héroes y tumbas, Sábato explora de manera más tenue el mundo de la ceguera a través de Allende, el marido de María Iribarne. Como también las posibilidades inmensas que da el territorio infinito que es Buenos Aires, una ciudad donde todo es posible. Y por supuesto vuelve a jugar de manera intencionada con el universo femenino, dotándolo de una supuesta ambivalencia que provoca en el género masculino acciones poco sensatas.

  Esta novela que acabo de releer tras muchos años, es una verdadera obra maestra que bebe de la fuente del existencialismo, y que mereció de muchos de sus más reconocidos representantes, elogios unánimes.

jueves, 24 de marzo de 2016

El 14: fútbol hecho arte

  Esta jugada que da inicio a la final del mundial 74 entre Alemania Federal y Holanda (2m y 20s), resume a las mil maravillas el juego deslumbrante de Cruyff y anticipa en muchos años el fútbol desarrollado por el Barcelona actual. Por entonces, a aquel planteamiento por el cual un defensa podía atacar, un centrocampista irse al lateral defensivo o un delantero jugar de libre, sin que el puesto originario del jugador fuera de su espacio natural quedara desasistido, se le dio en llamar fútbol total. El partido comienza con 16 toques consecutivos por parte de los jugadores naranja sin que Alemania la oliera, incluso vemos cómo el central Rijsbergen y el líbero Krol se quedan por un momento más adelantados que Cruyff, el cual había bajado al medio para iniciar la jugada que culmina con el penalty a favor, tras una carrera con cambios de ritmo desquiciantes.

  Johan, que nos acaba de dejar, es la primera gran figura mundial que yo recuerdo haber visto jugando. Hasta entonces disfrutaba con los Amancio, Valdez, Claramunt, Rexach, Velázquez, Solsona o Gárate, y también con los foráneos Rivera, Beckenbauer, Netzer, Rivelinho o Houseman, porque allá por 1973, el hasta hacía poco O Rei Pelé, iniciaba su lento declive. Así que cuando Cruyff aterrizó en Barcelona, el fútbol que se me hacía agradable cuando los ejecutantes eran los anteriormente mencionados, se convirtió definitivamente en poesía pura. El flaco tenía magia, duende, como algunos otros, pero además poseía un cambio de ritmo endiablado, facilidad insultante para el regate, dominio para el pase, una visión de juego como ningún otro, la inteligencia natural del mayor de los alquimistas, idilio con el gol, y todos esos atributos adornados con la elegancia innata de un jugador de apariencia tan frágil.

  Como jugador convirtió al Ajax en el mejor equipo de Europa, y posteriormente a Holanda en la selección con más juego y vencedora moral del mundial 74, que finalmente conquistó la RFA. A partir de 1973 el Barcelona vive un antes y un después con la llegada de Johan. En su primera temporada con los azulgranas, la 1973-74, triunfa por todo lo alto, pues cuando comienza a jugar en octubre, el Barcelona va penúltimo en la clasificación y hace 14 años que no gana la liga. Cruyff devuelve el orgullo de un histórico en horas bajas y lo que es más importante: sienta las raíces de lo que ya después como entrenador eclosionará en el fútbol de toque, ofensivo cien por cien, y donde la máxima es el control del balón imprimiéndole la máxima velocidad (al esférico). Las siguientes temporadas en Barcelona no brilló por varios motivos, pero la huella de ese primer año es indeleble.

   Cuando en 1988 regresa en calidad de entrenador, Johan cambia de modo definitivo la historia del Barcelona. Gana ligas, la Copa de Europa, pero por encima de todo plasma sobre el terreno algo muy parecido al fútbol total, donde el balón es el protagonista de verdad y los jugadores, puros instrumentos de su idea de juego. A Cruyff le sucedieron algunos compatriotas en el banquillo que, con mayor o menor fortuna, jamás abandonaron su concepción futbolística, algo inventado por el genial Rinus Michels y perfeccionado por el 14. Van Gaal, Rijkaard prolongaron esa manera de jugar a través del toque y el pressing, un logro elevado a la máxima potencia más tarde por Guardiola y parece que por Luis Enrique. Unas señas de identidad que tienen su origen con la llegada del ex Ajax al Barcelona en 1973. Hace unos años, cuando Guardiola se estaba sacando el título de entrenador, dijo que Cruyff había pintado algo así como la Capilla Sixtina del Barcelona, palabras mayores ¿verdad?

  Para los gourmets futboleros quedan muchas imágenes del holandés volador, aunque yo me quedo sin duda con el mundial de Alemania-74. De verdad que merece la pena visualizar la película oficial del evento. Johan estaba en estado de gracia, y bien se podía verlo arrancando desde muy atrás, jugando como un extremo en la banda, filtrando pases con el exterior, marcando goles, galopando con amagos y driblings e incluso corrigiendo posiciones a sus compañeros; algo que le valió ser reconocido como el mejor de aquel mundial.

  Con Él se va una manera de ver el fútbol más estética, alejada del juego donde predomina lo físico. El Barcelona y la Selección Española le deben mucho, pero por encima de todo el fútbol mundial, ese que apuesta por la belleza y el trato de balón exquisito. Descanse en paz el mejor jugador europeo del siglo XX y uno de los 6 mejores del fútbol mundial, descanse en paz don Johan Cruyff.

domingo, 20 de marzo de 2016

BOSTON

  La publicación del álbum en 1976 (hará 40 años en agosto) en USA, supuso la sorpresa más agradable como inesperada de aquel año olímpico. El grupo homónimo fundado en 1969, o mejor cabría decir proyecto egocéntrico de Tom Scholz (verdadero cerebro de la criatura, además de ingeniero, guitarrista y teclista), intentó hacerse un hueco en el mundillo musical sin éxito alguno. En esos 6 años y pico de espera, Scholz, fanático del perfeccionismo y la experimentación, no hizo otra cosa que pulir a lo largo de miles de horas y demos o maquetas, algunas composiciones que iba ultimando en el equipo de 12 pistas que tenía en el sótano de su casa. La tozudez de Tom Scholz cristalizó al lograr firmar contrato con Epic Records tras decenas de calabazas por parte de otras compañías. Con el respaldo de la discográfica solo necesitaba reclutar al equipo que lo acompañaría en la grabación, reputados músicos de estudio sin mayor fama, o sea: Brad Delp (voz), Barry Goudreau (guitarra), Fran Sheehan (bajo) y Sib Hashian (batería). Tom pidió prestado para la tarea el equipo de Aerosmith y se fueron al afamado estudio de The Record Plant, en California, para ultimar el primer parto y más exitoso de cualquier otra estrella rock en cuanto a ópera prima se refiere hasta ese 1976. De hecho el álbum vendió más de 18 millones de copias en todo el mundo, y casi 40 años después es el 4º más vendido de los años 70. Sin duda el corte estrella  More than a feeling representa mejor que ningún otro al AOR adulto, un tema concebido para pinchar miles y miles de veces en las jukebox o sinfonolas, en los platos caseros y en las ondas FM. A pesar de ser su mejor ramillete de canciones, sorprendentemente se debió conformar con el nº 4 en USA. Aunque 2 años más tarde sí lograrían el nº 1 con su siguiente obra, aun vendiendo mucho menos y no tener el nivel del álbum debut. Naturalmente, entre las 9 piezas que integran Boston (todas están a un alto nivel) destacan Peace of mind, Hitch a ride, Smokin' o la más sosegada Let me take you home tonight; reafirmando todas ellas la compenetración o química casi perfecta del quinteto en torno a una idea brillante impuesta por Tom Scholz, algo que en directo nunca llegó a producirse, de ahí tal vez el menor éxito posterior de la Banda, pues fuera del amparo de los estudios no lograba calcar el sonido original en las actuaciones en vivo.

     En resumidas cuentas, Boston no es otra cosa que la amalgama de rocks potentes, guitarras afiladas, algo de melodía, unas prestaciones vocales sólidas, y la leyenda urbana o no de que todo el álbum estaba compuesto con un ordenador por Tom Scholz. Por encima de todo eso, la ópera prima del grupo es un conjunto de temas sólidos y molones, fáciles de asimilar al oído; no obstante, permanece y permanecerá en el recuerdo de muchos de nosotros que crecimos al ritmo impuesto por los americanos.

viernes, 11 de marzo de 2016

Cierra Discos Castelló

  Otro cierre más y van. Ayer nos enterábamos de que la emblemática tienda de Discos Castelló, en la calle Tallers 7 en Barcelona, bajará el telón a final de mes. Un viejo negocio discográfico, con prestigio indiscutible a lo largo de sus 88 años de historia (nació en 1928), es incapaz de hacer frente a los nuevos tiempos, clientes, redes sociales, soportes, descargas masivas, y como otros del gremio optan por la retirada antes de que el deterioro sea mayor.

  Nunca fui yo asiduo de la tienda, fundamentalmente por no vivir en Barcelona; pero si se terciaba el viaje, era obligada una visita al templo de los vinilos en aquellos años preolímpicos, acompañado de mi amigo Alejo, vecino entonces de la Ciudad Condal, y siempre decidido a hacerse con discos de los rotundos Ramones o la novedad de Neil Young. Yo si iba a la caza era para buscar a Pink Floyd, Led Zeppelin, Bruce y otros favoritos, aunque en el formato más modesto de la cinta cassette por no disponer entonces de plato. Por sus pasillos era natural ver a la gente más entendida en este sorprendente mundillo de la música, incluso celebridades o apasionados de las rarezas vetadas en otras ciudades de España; y por supuesto, si alguien muy forofo pretendía hacerse con la novedad más compleja para la crítica, el templo cercano a los templos del Barrio Gótico, era el espacio más adecuado, entre otras cosas por la profesionalidad de la familia Castelló y sus empleados.

  El primer aviso serio de que la sociedad y los tiempos estaban cambiando ocurrió en 2009, al verse obligada a presentar un concurso de acreedores, pese a lo cual pudo mantener abierta la icónica tienda que el próximo día 31 pasará a ser historia y a darle una capa más a la pátina especial de cosmopolitismo que siempre ha brindado Barcelona. Paradógicamente, ese mismo año, el ayuntamiento de la ciudad le concedía la Medalla de Honor.

  Hoy, transcurridos más de 30 años desde que entré por primera vez a un santuario lleno de magia y sentimientos, echo la vista atrás y a la cabeza me vienen mil y un recuerdos inolvidables, pero también el sinsabor de ahora mismo, porque algo que en cierto modo era patrimonio de los barceloneses y visitantes esporádicos como yo, dejará de existir en tres semanas escasas. ¡Qué lástima que el tiempo presente desbarate proyectos con tanta tradición como este!

jueves, 3 de marzo de 2016

Personajes de allá (3)

 Antes que una auténtica celebridad en cualquier barrio o casa de la Villa, o ser el paradigma de una laboriosidad humilde y tranquila en medio del ralentizado vigor de Villafranca, J. era un ser excepcional, querido y respetado por todos los vecinos. Hijo único, humilde de por vida, con cabaña como guarida en sus primeros años de vida; de talla escueta, rostro peculiar de color ceniza, como para una película de Buñuel (según describía Antonio Pereira), o de Fellini, y el pelo lacio, peinado hacia atrás a lo Piru Gainza, hizo de su ocupación en variedad de oficios y quehaceres, algo consustancial a su modo de entender la vida; y hoy, de vivir, si se declarara inconstitucional el retiro, sería el ejemplo de hombre dispuesto a morir con las botas puestas sin la mínima objeción.


  Y es que no le faltaban agallas ni presencia de ánimo para ser algo así como el pluriempleado más divergente por necesidad dineraria, pero también por un apremio de índole espiritual, o eso me parece a mí. Socorrido por pantalón de siempre, tirando a gris, un jersey de lana sufrida para el invierno -nada de impermeables, mucho menos un sobretodo- su inconmovible jovialidad, y esa costumbre de pegar la hebra por pura necesidad de sentirse vivo, hacía de la calle y sus moradores (de cualquier apellido y condición) una especie de albergue indispensable. O quizás fuera a la inversa y éramos sus paisanos quienes sentíamos la irreprimible necesidad de charlar con él para volver a sentirnos vivos, como los verdaderos seres humanos.


  No estoy seguro del todo, pero creo que mi primer recuerdo de P. (también se le conocía por el apelativo) no es del todo agradable. Ahora mismo, chiquillo de 4 ó 5 años en fiesta patronal, al lado mismo de la ferretería pasado el puente, lo veo aparecer por debajo de las faldas del gigantón con una sonrisa de miedo perlada por el sudor del esfuerzo, y yo llorando a moco tendido, porque además del susto por el cuerpón y cabezudo de Sancho, que no paraba de correr tras los más menudos, debía mirar de más cerca a ese hombre de faz imposible emergiendo de las entrañas del barrigudo. Luego, con el hábito de los años, el roce frecuente y sus idas o venidas con los cilindros naranja al hombro para hacer más fácil el cocinar o calentar a los villafranquinos, el resquemor fue mudando en un aprecio y respeto hacia él.


  Aunque por encima de otros apegos, J. fue, es y será el guardián de La Colegiata. Cuando Dios se acordó de él sin llegar a los 70 una madrugada de Reyes, los feligreses y descreídos ya lo tenían en un altar; y acaso, de haber tenido padrinos encumbrados que hubieran publicitado su celo y amor inquebrantable hacia los negocios divinos, cuando menos hubiera tenido un merecido homenaje.


  Claro que él jamás dio la mayor importancia a ser de facto el pulsor del corazón de la Villa a través de badajos, bronces y cuerdas. Con sus manos callosas erizadas de venas, pulsaba los martillazos cada cuarto antes de la misa diaria: 30 en el primer aviso, 25 al segundo y 20 en el último. De inmediato la celebración, y ahí estaba él socorriendo al párroco: tocando la campanilla, quemando el incienso en las grandes ocasiones, llenando el acetre de agua para el hisopo, o disponiendo los Santos Evangelios sobre el atril. En ocasiones subía al campanario para acompasar los toques lentos y tristes que se iban acelerando para advertir de la pérdida irreparable de algún vecino, o para dirigir el toque solemne de las grandes festividades.


  De tanto en tanto, J. exploraba otros esparcimientos, como ser portador de andas en Semana Santa, de la cruz mortuoria en sepelios de hermanos de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, o trencilla. Recuerdo ahora un partido en La Ruquela que jugaban el Sparta y Corullón. El encargado de arbitrarlo era él. Mediado el primer tiempo, la parroquia local consideró un error garrafal la no apreciación de un penalty y se armó la marimorena, con insultos y gestos amenazadores que J. no estaba dispuesto a soportar. Así que en medio del partido se marchó con la intención de no volver. Al final lo disuadieron y regresó al cesped para dirigir a los contendientes hasta el final. Ya no hubo más trifulcas ni improperios.


  Por supuesto, cada 27 de enero, se reservaba el papel casi estelar de las fiestas de Santo Tirso. Apremiado por los vecinos y visitantes, auxiliado de una vara larga con hojas de periódico empapadas de gasolina, P. (nunca era más mentado por P. que en tal fecha, tal vez porque el alias encajaba mejor con la casa del petróleo) prendía fuego a la gran hoguera, dando así el pistoletazo de salida a los festejos.


  Una mañana de hace tres decenios apareció muerto. Quizá los Reyes Magos lo premiaron precipitadamente con la gloria eterna, rebajándolo del servicio eucarístico, a fin de que a partir de ese día oficiara de sacristán en la otra vida. Lo que jamás se me ha olvidado es la impresión de verlo de cuerpo presente en aquella humilde morada. En ese momento me di cuenta de que un pedazo enorme de Villafranca y de sus habitantes se nos moría con él.

miércoles, 24 de febrero de 2016

CINEFRANCA

  Un año más Villafranca se dispone a homenajear al cine del bueno a través del Cinefranca 2016. Los amantes del séptimo arte tienen una cita ineludible a partir del próximo 26 y durante todo el fin de semana, con la gran pantalla. Ocho proyecciones de películas conocidas, unas más que otras, irán llenando de contenido a uno de los espectáculos visuales por antonomasia. La selección, creo, es heterogénea, sin buscar un tema específico sobre el cual desarrollar los contenidos de los films. Así se presentan películas de gran contenido social, comedia sofisticada, obras de culto y de difícil calificación, o humor corrosivo.

   Bajo mi punto de vista hay dos películas que descuellan sobre las demás: Ciudadano Kane y La quimera del oro. La primera -se emite el viernes 26 a las 22:00 h.- es una obra maestra y la ópera prima del genio creador de Orson Welles. De hecho, algunos de los críticos más célebres, la sitúan como la mejor de la historia; no obstante, no hay discusión al situarse esta de 1941 en el top ten. La película muda de Charles Chaplin de 1925, es otra de las grandes recreaciones de Charlot, con escenas inolvidables, como esa donde nuestro protagonista se come una suela de zapato para "engañar" al hambre. Cierra el festival y se emite el domingo 28 a las 12:30 h., con piano en directo a cargo de Ricardo Casas. Junto a las mencionadas como indispensables, a mí hay una película/documental que me apasiona, y no es otra que La sal de la tierra, film de 1954 de Herbert J. Biberman -se pasa el sábado 27 a las 10:00 h.- y que denuncia las penurias de unos mineros abocados a la huelga. También El club de la lucha de 1999 -se proyecta el sábado 27 a las 17:00 h.- plantea la creación de algo muy original, y por descontado la de Éxito a cualquier precio -se emite el domingo 28 a las 9:45 h.- una denuncia sin miramientos a la competitividad mal entendida y al materialismo desbocado. Sin olvidar una de las grandes películas españolas de siempre, Plácido, con esa mordacidad propia del maestro Berlanga de la que ya hacía gala en 1961, y que se proyectará el sábado 27 a las 20:00 h. En cuanto a las cintas de Medianoche y Corazón verde (no confundir esta última con Tras el corazón verde) no las he visto y no puedo dar mi opinión, pero parecen tener buena pinta.

  El festival se complementa con coloquios y con la presencia de reconocidas personalidades, además de "botillada voluntaria", "apertura del ambigú y desayuno" o "tertulia en la chimenea y copas" (ver programa completo de actividades). Animo a todos mis paisanos a que se acerquen al teatro para disfrutar de estas películas que ciertamente merecen la pena.

  Mi más sincera enhorabuena a los promotores de este evento que espero tenga gran éxito de asistencia, además de su continuidad en años venideros. ¡Felicidades!


lunes, 15 de febrero de 2016

ABRE LOS OJOS

  Abre los ojos supone en cierto modo una ruptura casi absoluta con el cine que se venía haciendo en España hasta 1997. La Película, es indiscutible, bebe de la estética cinematográfica norteamericana; de hecho, 4 años después, Hollywood hacía un remake con el título de Vanilla Sky, ciertamente sin la brillantez de la película de Amenábar, la cual supuso su consagración tras la cámara después de la no menos sorprendente Tesis, su ópera prima.

  Al comienzo el argumento evoluciona con naturalidad. César (Eduardo Noriega), un joven atractivo y rico, disfruta de su casa de lujo y relaciones esporádicas con jóvenes. Una noche, durante una fiesta en su casa, conoce a Sofía (Penélope Cruz) y se enamora de ella. Nuria (Najwa Nimri), una amiga celosa por la competencia, decide despeñar el coche que conducía, muriendo ella y quedando la cara de César desfigurada. A partir de ese instante, el argumento deja la línea recta y comienza a dar giros cada vez más sorprendentes, con el desenlace final que ningún espectador se habría imaginado jamás.

  Probablemente Abre los ojos suscita en quienes la han visto, la eterna dicotomía de realidad/ficción, ensoñación/desengaño, pues a lo largo de los 117 m. de metraje, las certidumbres y los sueños se superponen con una maestría que uno no sabe muy bien por dónde pueden evolucionar a lomos de las posteriores escenas. Pero Abre los ojos va mucho más allá de su brillante estilismo o de la ingeniosidad indudable del guión (Alejandro Amenábar y Mateo Gil), pues nos invita a una reflexión en cuanto al valor deformador de la imagen que tenemos, o a esa metáfora cierta de que en muchas ocasiones nos revestimos con otra careta para esconder la auténtica.

  El Film nos deja escenas inolvidables, como la inicial con la Gran Vía desierta, la que transcurre en la discoteca, aquella en que se le aparece Sofía (un claro homenaje a Vértigo de Hitchcock) o la del final. También una dirección sin concesiones y un más que acertado montaje, sin olvidar la buena interpretación de Noriega y Nimri.

  En su momento, la Película costó poco más de 2 millones de euros de los de ahora, y hasta la fecha ha recaudado más de 6.000 millones. Estuvo nominada a 10 Premios Goya en 1999, entre ellos a mejor película, mejor director, mejor guión o mejor actor principal, y a pesar del éxito de crítica y público, no obtuvo ninguno. Si consiguió el premio a la mejor película en el Festival de Tokyo, además de llevarse una mención especial a la dirección en el Festival de Berlín.

  Sin ningún genero de dudas nos encotramos ante una de las películas fundamentales del cine español de los últimos 25 años, además de suponer un punto de inflexíon para renovar la nueva narrativa cinematográfica iniciada en los años setenta. Sin ella no se puede comprender la evolución de su director Alejandro Amenábar hacia empresas más ambiciosas y originales.

viernes, 5 de febrero de 2016

Rayuela

  Desde que salió publicada en Buenos Aires en 1963, la novela Rayuela pasó a convertirse en una especie de bofetón en la cara de cualquiera lector que entrara en contacto con ella; antinovela como predican los críticos, contranovela como advierte el autor, o simple y llanamente una deconstrucción literaria. Porque este libro no es apto para cualquiera acostumbrado a la lectura convencional, donde prima un argumento, o una línea narrativa más o menos comprensiva desde un punto de vista racional. Cortázar pretendía algo así como que Rayuela fuera volver del revés una trompeta, entender una estrella, la lucidez estúpida del puntín, ese instante previo a perder el discernimiento por las copas de más; o la disposición absoluta para dejarte llevar por momentos sublimes y otros que parecen sus quedadas o guasas con el fin de desconcertarte. Rayuela es además una sobredosis de intelectualismo donde caben infinitos discos de jazz, profundas reflexiones sobre la vida, citas de escritores, filósofos; una búsqueda enfermiza por parte de Horacio Oliveira (el protagonista) del otro Horacio Oliveira al margen del espacio tiempo, acaso apartado del libro, y envuelto en el ineludible existencialismo tan en boga en la década de los 60. Pero no solo eso, también se convierte en un homenaje a la ciudad de París y su infinidad de bares <<París es una metáfora>> se dice en el libro.

  Yo pienso que la obra cumbre del argentino nacido por circunstancias en Bélgica, guarda entre sus páginas, párrafos de una clarividencia y al tiempo insensatez, que deben de abrumar a cualquiera que se considera con la cabeza bien amueblada. Hay fogonazos, muchos, que por narices te obligan a replantearte el existir tal como lo concebimos. Hay narración, poesía, frases cargadas de profundidad, idiomas inventados, supuestamente alter egos del autor (Morelli), un club de intelectuales llamado El Club de la Serpiente, mate a paladas y cafés revestidos de erudición, además de una mujer que es única, pues ¿quién no termina enamorándose de alguien así, que en cierto modo es pedestre y a un tiempo el miembro más etéreo de todos los que conforman ese Club revestido de sabiduría?

   Tal vez lo que más llama la atención al principio de la lectura, es esa posibilidad de leer la obra de varias formas: del primer al último capítulo correlativos, tal como nos invita el autor y queda plasmado al principio, leyendo los capítulos importantes y prescindiendo de la parte titulada De otros lados, o bien hacerlo saltando de uno a otro capítulo al azar. Cuando la leí por vez primera, hace no sé cuantos años, lo hice atendiendo a la recomendación de Cortázar. Ahora que la he vuelto a leer, seguí el camino de la pura casualidad. Sin embargo, si alguien quiere leer Rayuela por vez primera, mi consejo es que antes se asesore a través de las redes sociales, con el fin de tener una idea más clara en lo que se refiere al pretendido argumento y demás "parafernalia" que acompaña a los protagonistas de esta obra tan inmortal como controvertida.

  Muchos de los estudiosos la incluyen en el Realismo Mágico, otros la consideran surrealista, y algunos más la aupan al grupo de las inclasificables. Lo que sí es una evidencia, es la de su tremenda contribución a la eclosión de lo que se ha venido en denominar el boom de la literatura hispanoamericana/latinoamericana. Bajo mi punto de vista es cierto que hay capítulos de escasa trascendencia y hasta incluso pueden parecernos pedantes, pero esos otros donde no te queda otra que reflexionar y mirarte hacia dentro, valen por todo lo demás. En todo caso, cuando algo se nos escapa por ser demasiado profundo, nos queda el consuelo de que a la Maga le ocurre lo mismo cuando entabla conversaciones trascendentes con El Club de la Serpiente, y hasta con el propio Horacio. A veces, para comprender la obra, se necesita más de una lectura, pero vale la pena. Los incondicionales de Rayuela la han leído en tres, cuatro y hasta cinco ocasiones.



 

viernes, 29 de enero de 2016

Frampton Comes Alive!

   El pasado día 6 se cumplían 40 años de la publicación del doble disco del británico Peter Frampton. Grabado en vivo entre marzo y noviembre de 1975 en California y NY, fue considerado -con permiso del Hotel California de Eagles- el disco del año según la revista Rolling Stones en medio de la efemérides del bicentenario de la independencia USA, y por méritos propios se ha colocado junto al de Bruce Springsteen y la E Street Band de 10 años más tarde, a la cabeza de los álbumes en directo más vendidos de la historia, sin que hasta la fecha haya abandonado la condición de uno de los más grandes en vivo de siempre. Temas como Baby i love your way o Lines on my face en una línea melódica, pero también otros más cañeros, como el stoniano Jumping Jack Flash, el monumental Do you feel like we do, o I wanna go to the sun terminaron por conformar un disco redondo que, después de tantos años, sigue presente en quienes tenemos cierta edad, tal vez por rezumar un insultante aroma nostálgico de aquella alegría desbordante de punteos de guitarra, con  carreras adrenalínicas saludables. Además, ¿quién no tiene en su casa este ramillete de canciones o no las ha escuchado en alguna ocasión?

  ¿Por qué con una colección de 14 canciones en directo que no llegan a los 80 m. dio de lleno en la diana? A día de hoy sigue siendo un misterio, pues la mayoría de ellas habían salido en discos anteriores y jamás llegaron a tener la repercusión de aquel momento. La clave pudiera ser la formación que acompañaba al antiguo miembro de Herd y Humble Pie, con Bob Mayo (guitarra, teclado y coros), Stanley Sheldon (bajo y coros) y John Siomos (batería), los tres fallecidos, y que conformaron un grupo perfectamente compenetrado y en profunda comunión con el público asistente a aquellos conciertos; además de la autenticidad en las interpretaciones de Peter Frampton y su solvencia con la Les Paul de 3 micrófonos que, al menos en la presente grabación suena única.

  A pesar de no pisar el olimpo de los dioses de la guitarra, Peter Frampton fue siempre un reputado instrumentista. La revista Rolling Stones lo coloca en el puesto 83, por tanto no estamos ante un cualquiera. Sin embargo sí es cierto que tras el éxito apoteósico del disco, Peter Frampton no volvió a disfrutar de él, al menos en la misma medida; así que en los años 80 se puede decir que había acabado la fiebre framptoniana, o como se diga. Ese fenómeno lo calificaron algunos como overnight sensation, literalmente sensación de una noche, una especie de globo que se infló muy rápido y terminó por estallar a los dos o tres años. En cierto modo fue la transformación espectacular de un artista de 2ª en un fenómeno de masas perecedero.

  El mejor homenaje que se le puede hacer a esta especie de Guadiana de la interpretación, es escuchar con atención su álbum 40 años después, una colección de muy buenos temas que se mantuvo en el nº 1 de la lista Billboard durante 10 semanas alternas y sin desaparecer de ella a lo largo de 2 años.



martes, 26 de enero de 2016

Personajes de allá (2)


  Con la fuerza de la costumbre, aquella mujer de edad indefinible en el imaginario de chavales como nosotros, la habíamos convertido en una de las piezas preponderantes, sino en el componente principal de aquel territorio de ventas, amas de casa y romanas, lindante con la Iglesia de San Nicolás. Porque, una vez acabado el cole, era ella quien nos podía facilitar los momentos de mayor algazara y felicidad cuando se trataba de gastar las dos pesetas de casa.


  Casi todas las veces a I. se la encontraba encogida, sentada detrás del minúsculo y milagroso carrito años cuarenta. La silla debía de ser por fuerza escasa, pues trato de evocar el artilugio para el reposo, y soy incapaz siquiera de inventar algo de enea para aquellas posaderas invisibles. Toda enlutada a excepción del acomodo de una toquilla gris flecada y con borlas, además del moño de pareja tonalidad, con los ademanes propios de una abuelita -en cierto modo lo era para nosotros-, presagiaban a una viuda con muchos años sin su media naranja. Mis amigos y yo nunca nos preocupamos por saber de la muerte del marido, pues la considerábamos una de tantas mujeres perteneciente al grupo de las abuelas de aquel tiempo, que guardaban fidelidad inquebrantable al negro como muestra de cariño eterno al ser querido.


  No solo era nuestra conseguidora, ella también era una mujer capaz de embobarnos, porque le gustaba la charla. Hablaba y hablaba, chispeándole los ojos al mentar a los nietos de Francia. Entonces adivinábamos a una mujer buena y amiga de los niños, aunque a veces, pocas, se disfrazara de vieja cascarrabias, algo que ocurría cuando nosotros la tanteábamos con el regateo. Eso sí, si un día muy particular la cogía levantada con el pie derecho, entonces se volvía obsequiosa y nos vendía dos chicles al precio de uno, o nos regalaba un palote.


  Reconozco que a mis siete u ocho años, mi vida giraba fundamentalmente en torno a los cromos coleccionados con avidez, y a la figura serena pero cariñosa de la entrañable vendedora. Y también al carrito de pintura gris plástica de dos puertucas superiores acristaladas, con sus cristales laterales por los que tanteábamos con las bocas hechas agua, el volumen y calidad de chicles, pipas, caramelos o los sobrecillos con polvos sabor a coca cola, sin olvidar la caja con un sinnúmero de sobres de cromos donde se escondían los Iribar, Pirri, Sol, Gárate, Violeta o Asensi, esperando a ser rescatados por algún comprador.


  Lo de detrás eran palabras mayores, y como casi nunca veíamos dentro del cuchitril de almacén, ni nos parábamos a pensar en la abundancia de chucherías y en que la anciana tuviera allí para completar hasta varios álbumes con todos los artistas del balón, incluido Rexach, que se nos resistía tanto como las matemáticas de don G.


  Ya adolescentes y sin tanto entusiasmo por los cromos y las Pipas Facundo, supimos que I. pertenecía a los Testigos de Jehová, tras lo cual empezamos a mirarla con cierto resquemor. Hoy no me queda otra que esbozar una sonrisa benevolente, pero entonces nos parecía como si hubiera traicionado nuestra confianza, para irse con gente tan "fanática". Llegamos a discutir, mas ella no daba el brazo a torcer, y yo digo, que con convicción numantina, censuraba nuestras inamovibles creencias.


  Ahora que han pasado tantos años sigo haciéndome la misma pregunta: ¿adónde habrá ido a parar aquel carrito como de juguete, que después pasó a cargo de otros comerciantes? Como artilugio del imaginario villafranquino de un tiempo pasado, debería de tener la condición de una pieza de museo, y con ello la de su conservación, si aún existe.


  Aquel espacio a resguardo al principio de la plaza de abastos, ahora impalpable, podría hablar sin descanso de la amiga I., y de las contadas caminatas hasta su casa, además de sus múltiples amigos, los pequeñajos, amén de las provechosas tertulias con las que estimulaba nuestras mentes. ¡Si las piedras hablaran!