viernes, 24 de diciembre de 2021

¡Feliz Navidad!


 









El tiempo se nos escurre sin que seamos capaces de atenazarlo, así que de nuevo volveremos a celebrar -tal vez menos juntos que en años anteriores por culpa de la variante Omicrom- las entrañables fiestas navideñas. Como a cada final de año haremos balance o un breve recorrido de nuestra vida, planteándonos nuevos retos y muchos propósitos de enmienda, aunque al fenecer 2022 seguramente volvamos a estar en el punto de partida que nos está marcando ahora este 2021, ojalá que no. Yo no voy a ser muy original, así que a este año a punto de empezar le pido sosiego, y que nos obsequie con salud, amor, prosperidad y también con muchas ganas de recuperar el placer de leer libros de poesía, novela, ensayo o cuentos de Navidad como este que os dejo a través de este enlace.


  ¡Felices fiestas navideñas y venturoso 2022 os deseo a tod@s!

sábado, 4 de diciembre de 2021

Smoke on the water

 Cuando Deep Purple empieza a plantearse la grabación de su sexto álbumo de estudio, Machine head, la banda británica está en boca de todos. Consagrada como una de las formaciones más grandes de rock duro, sus dos últimos trabajos: In rock (1970) y Fireball (1971), han conquistado a miles de fans para la causa. En ese mismo año de 1971 son capaces de girar por EE.UU. media docena de veces -algo impensable a día de hoy-, así que en cierta manera estaban saturados del trabajo incansable sin descanso alguno. Para entonces y como figuras indiscutibles del directo, querían que su siguiente trabajo se pareciera lo más posible a sus actuaciones delante del público.


  El inconveniente eran los horarios en los estudios, así que alquilaron el archiconocido estudio móvil de The Rolling Stones y se fueron a Montreux (Suiza), para eludir el pago de impuestos. El lugar elegido fue el Casino. La víspera de empezar a trabajar en el nuevo material, Frank Zappa y sus Mothers of invention daban un concierto. Los miembros de la banda también estaban presentes. Todo iba bien hasta que a un cretino le dio por disparar una bengala al aire. El techo comenzó a arder y muy pronto el edificio fue pasto de las llamas. Así que la formación más clásica de Deep Purple, la Mark II, o sea: Blackmore (guitarra), Glover (bajo), Paice (batería), Gillan (vocales) y Lord (teclados), debieron cambiar la ubicación del estudio móvil y desplazarse al Gran Hotel de la localidad; pero, para entonces, los británicos ya tenían la idea para desarrollar lo que después sería el tema más famoso de su discografía, y uno de los riffs más universales que se conozcan.


  Smoke on the water abría la cara B del Lp publicado en abril de 1972. El grupo tenía tan poca confianza en el tema que fue desechado en los primeros momentos para ser lanzado como single, aunque finalmente saldría como tal pero ya en mayo de 1973, cuando la grabación original correspondía a diciembre de 1971, y sus incontables seguidores la conocían sobradamente. Eran precisamente sus incondicionales los que la pedían reiteradamente para ser tocada en directo, ya que la banda era muy remisa a la hora de echar mano de ella. Hoy, 50 años después de que Smoke on the water narrara el incendio del Casino, y se haya convertido en un himno del rock -la revista Rolling Stone la sitúa en el primer puesto de las mejores 50 canciones heavies-, ha sido versionada por infinidad de grupos, entre ellos Iron Maiden, Metalica, Black Sabbath, Sepultura, Crash, Nirvana, el propio Deep Purple con un toque de jazz al comienzo, The Coultrane Quartet, Sinfónico o el supergrupo formado por  nada menos que David Gilmour, Brian May, Paul Rodgers, Ritchie Blackmore, Ian Gillan, Chris Squre, Keith Emerson,  Bryan Adams, Roger Taylor, etc.


  Ritchie Blackmore, el inventor del riff tan sencillo y que terminó por detestar el tema, decía que las cuatro notas podían equipararse a las cuatro notas del comienzo de la 5ª Sinfonía de su idolatrado Beethoven. La ocurrencia de un genio de la guitarra.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

GEMA

Ahora no recuerdo qué escritor dijo alguna vez que en el mundo de las publicaciones existían libros para saborear después de un banquete frugal, para leer tras acudir a un entierro, para ojear sobre el mullido de una butaca de casa, o para liquidar de una sentada en la terminal de un aeropuerto. Nunca me lo llegué a creer del todo. Intuia que tras la hipérbole el autor trataba de concitar la atención de los lectores -creo recordar que lo había escrito en el suplemento cultural de algún periódico-, por si el resto del argumentario no era considerado de relieve y abandonábamos antes de tiempo aquella lectura dominical.


         Milena Busquets (Barcelona,1972) es la afortunada autora de Gema, novela publicada en febrero de este año con el sello Anagrama. Y sí, con su lectura entre aeropuerto y aeropuerto, he de reconocer que tal vez aquel escritor no exageraba para nada al plantear un axioma tan arriesgado como resultón. 


  Gema es el nombre de una compañera de estudios de la protagonista, una escritora de cuarenta y tantos -alter ego de la propia Busquets-. Gema falleció cuando no le tocaba, a los quince años, de leucemia. Últimamente es recurrente su recuerdo y trata de que sus piezas inconexas encajen en el rompecabezas. Pero, en realidad, Gema, o casi mejor decir el fantasma de aquella niña desdichada, es la excusa perfecta para hilvanar, con una aparente facilidad, el entramado mucho más complejo de las relaciones humanas. A partir de un lenguaje sencillo, sin ampulosidades ni palabras accesorias, Milena Busquets va tejiendo con mano diestra los diferentes episodios de la protagonista hasta concebir la historia de una mujer con muchos pliegues e incertidumbres.

  Pues eso: una novela ideal para saborear la espera en la terminal del aeropuerto, o incluso volando a 35.000 pies de altura.