miércoles, 30 de octubre de 2013

ESPIONAJE ¿AHORA O SIEMPRE?



En estos últimos días asistimos como unos meros espectadores al espectáculo del espionaje masivo perpetrado, dicen, por el gendarme de Occidente, es decir: Estados Unidos.Yo, créanme, asisto estupefacto a esta especie de comedia de vodevil con final previsible. ¿A estas alturas de la película, alguien con dos dedos de frente puede ignorar que todos, de manera residual o intensa, somos espiados diariamente por los resortes del poder a través de sus centros de investigación?

  El "bompazo" ha estallado al tenerse conocimiento público de que a la todopoderosa canciller alemana le habían interceptado multitud de llamadas de su móvil, ¿y a quién no? Repentinamente parece como si a los moradores de este país se nos hubiera olvidado que también al Rey se le ha espiado y no hace tantos años de eso. Tal vez en este mismo momento los agentes husmeen entre las llamadas telefónicas del Monarca, del Presidente del Gobierno, de los ministros o de los líderes de la oposición; y con un mínimo de incertidumbre, podemos estar seguros que si eso es como digo, a una mayoría de ellos no les importará, pues es uno de los precios que han de pagar en su condición de personas encumbradas, al fin y al cabo a los agentes de inteligencia se les reviste de un poder ilimitado que pueden utilizar a su antojo.

  Otra cosa es cómo puedan mostrarse de enfadados ante la opinión pública, porque, probablemente, si este escándalo de carácter ético no se hubiera destapado a través de los medios de comunicación -mil gracias a todos ellos-, las autoridades en el poder mirarían para otro lado; pero, está claro, hay que mostrar indignación ante la presión mediática y los súbditos del reino.

  No nos llevemos a engaño: los países de nuestro entorno -digamos también cuantos se engloban en una democracia consolidada-, intercambian información reservada las 24 horas del día; y si los USA han espiado a lo largo de su historia, también lo hacen otros, incluida España. El barrido indiscriminado de conversaciones telefónicas puede llevar a esto y a mucho más, como llegar al extremo de conculcar una vez más la Constitución, invadiendo nuestro derecho al honor y a la intimidad en pro de la seguridad nacional.

  ¡Ay si los muros del CNI hablasen! Nos llevaríamos más de una sorpresa.

martes, 29 de octubre de 2013

A vueltas con la LOMCE

  En esta España nuestra que anda revuelta y enredada en medio de una crisis sin precedentes, parece que la LOMCE ha concitado entre sus habitantes la casi unánime animadversión de su articulado y del ideólogo, el ministro Wert. No es algo nuevo que la implantación de una ley tenga incondicionales y detractores, pero lo que llama poderosamente la atención de esta reforma educativa es que, incluso los colectivos que por afinidad ideológica debieran apoyar sin ambages el proyecto del Ministro, no sólo no lo hagan, sino que sin disimulos, a veces, se posicionen junto a esos otros que en buena lógica se sienten más confortados en la ley vigente, por el momento.

  Creo que la inmensa mayoría de españoles estamos de acuerdo en la necesidad de mejorar el sistema educativo a tenor de los constantes varapalos de los informes Pisa o de las estadísticas claramente desfavorables de la OCDE con respecto a países de nuestro entorno. Si bien deberíamos de echar una mirada atrás y ver de dónde venimos, pues apenas cincuenta años atrás, en 1964, los jóvenes que accedían a secundaría suponían el 45% y ahora el 81%; y a estudios superiores el 13%, siendo ahora el 37%. Por descontado, el gasto en educación era infinitamente menor que el actual, y no todos los jóvenes podían acceder libremente a los estudios, resultando de ahí un índice muy elevado de analfabetismo entre la población más desfavorecida.

  ¿Y en qué condiciones se debe reformar el sistema educativo? E ahí el quid de la cuestión. Yo, lo admito, no soy versado en materia, pero como cualquier hijo de vecino tengo una opinión formada que me voy a reservar para no ser tildado de adoctrinador. No obstante, sí me atrevería a decirle al Ministro que escuchase a los entendidos y se parara a reflexionar antes de dar por válida su Ley. Y a los que han firmado -casi todo el resto de partidos en la oposición- un pacto para derogar la LOMCE en cuanto el PP salga del gobierno, que dejen de meter sus narices de políticos apoltronados en sus despachos y que dejen a las autoridades educativas, pedagogos, filósofos y humanistas de reconocido prestigio, que sean quienes consensuen una nueva ley para presentar al gobierno de turno, siendo éste y la mayoría de la cámara quienes refrenden una ley que al menos pueda mantenerse veinte años sin ser modificada, y por supuesto, que no vulnere nuestra maltrecha Constitución.

  Para acabar, me asombra que alguien como el señor Wert, con el prestigio del cual viene precedido y con un currículo espléndido en el terreno de la sociología política y de comunicación, sea incapaz de analizar su rechazo generalizado y su valoración como peor ministro del actual gobierno, lo cual me lleva a pensar que, o bien es un ortodoxo sectario escasamente capaz de flexibilizar su pensamiento, o bien sus estudios y amplia experiencia en la rama, no le han servido para conocer en profundidad al ciudadano medio español.