domingo, 26 de abril de 2020

La metamorfosis (1917)


LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO (5)     


 "Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.


  ¿Qué me ha ocurrido?


  No estaba soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado un muestrario de paños -Samsa era viajante de comercio-, y de la pared colgaba una estampa recientemente recortada de una revista ilustrada y puesta en un marco dorado. La estampa mostraba a una mujer tocada con un gorro de pieles, envuelta en una estola también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su antebrazo.

  

  Gregorio miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el cinc del alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancolía.


  <<Bueno -pensó-; ¿y si siguiese durmiento un rato y me olvidase de todas estas locuras?>> Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de patas, que no cesó hasta que notó en el costado un dolor leve y punzante, un dolor jamás sentido hasta entonces."


Comienzo de la obra. Traducción de Julio Izquierdo



  La metamorfosis, novela corta o relato, según se quiera, es probablemente la obra más conocida de Franz Kafka, una perfecta metáfora de lo que nos está ocurriendo a nosotros ahora mismo. De un día para otro, tras una noche agitada, Gregorio Samsa se transforma en un insecto -presumiblemente una cucaracha, aunque nada se diga al respecto-, lo que le obliga a confinarse en un espacio tan reducido como es su alcoba. Aislado en un nuevo cuerpo con múltiples patas y duro caparazón, nos confiesa sus vivencias a partir de su nueva identidad, repulsiva se mire por donde se mire, y que le impide relacionarse con su familia de una forma digamos convencional, como era antes del acontecimiento. A partir de lo improbable, Gregorio Samsa actúa como lo haría un insecto, y nos habla del ejercicio que supone adaptarse a un cuerpo nuevo que no atiende a los mandatos de su cerebro -el de un ser humano- por pura y natural fisiología.


    Franz Kafka, nacido en Praga en 1883, es uno de los escritores más reconocidos universalmente. Personaje para una novela humilde, ¡o no!, fue un escritor de vida compleja, incapaz de creer en su propia capacidad creadora -a su amigo Max Brod le ordenó que destruyera toda su obra escrita, algo que por fortuna no acometió-, apenas sí publico algunos relatos en vida. Kafka es hoy por hoy uno de los escritores más analizados en profundidad, por varios motivos, pero a mí particularmente me llama la atención su obsesión casi enfermiza por escribir historias que en cierto modo no dejan de ser variados confinamientos tratados desde distintas ópticas, y ahí están novelas suyas tan claustrofóbicas e inacabadas como es El castillo  o El proceso, por no citar la misma América, hoy conocida como El desaparecido, que a pesar de proyectarse en espacios más abiertos, no deja de ser en cierto sentido otra especie más de confinamiento. La metamorfosis es, o al menos lo fue en mi etapa de estudiante, de lectura obligada. Una obra universal y que se lee de un tirón con mucho agrado. 


martes, 21 de abril de 2020

Diario de Ana Frank (1947)

LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO (4)

    

     <<Ya te he contado alguna vez que mi alma está dividida en dos, como si dijéramos. En una de esas dos partes reside mi alegría extrovertida, mis bromas y risas, mi alegría de vivir y sobre todo el no tomarme las cosas a la tremenda. Eso también incluye el no ver nada malo en las coqueterías, en un beso, un abrazo, una broma indecente. Ese lado está generalmente al acecho y desplaza al otro, mucho más bonito, más puro y más profundo. ¿Verdad que nadie conoce el lado bonito de Ana, y que por eso a muchos no les caigo bien? Es cierto que soy un payaso divertido por una tarde, y luego durante un mes todos están de mí hasta las narices. En realidad soy lo mismo que una película de amor para los intelectuales: simplemente una distracción, una diversión por una vez, algo para olvidar rápidamente, algo que no está mal pero que menos aún está bien. Es muy desagradable para mí tener que contártelo, pero ¿por qué no habría de hacerlo, si sé que es la pura verdad? Mi lado más ligero y superficial siempre le ganará al más profundo, y por eso siempre vencerá. No te puedes hacer una idea de cuántas veces he intentado empujar a esta Ana, que sólo es la mitad de todo lo que lleva ese nombre, de golpearla, de esconderla, pero no lo logro y yo misma sé por qué no puede ser.>>

                 Traducción de Diego Puls


      Esto lo escribía Ana Frank el martes, 1 de agosto de 1944, y corresponde a uno de los párrafos anotados en su última anotación, sin saber que solo 3 días más tarde, entre las 10 y 10:30 de la mañana del 4 de agosto, la Gestapo iba a detener a la familia Frank. Ana y su hermana Margot serían enviadas a finales de octubre a Bergen-Belsen, donde ambas encontrarían la muerte muy poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial. En la presente edición de Círculo de Lectores de los primeros años noventa se dice: "Ana Frank, que poco antes de entrar en el refugio había cumplido 13 años, recoge en su diario los avatares de la vida cotidiana de estas ocho personas, y a través de sus observaciones, anhelos e inquietudes, su propio paso por la pubertad hacia una maduración acelerada por su peculiar circunstancia. Pero su voz narrativa, llena de inteligencia y ternura ofrece además el encanto de otro proceso paralelo, el de la propia evolución como escritora, que en su corta vida, truncada por el holocausto nazi, alcanza una fuerza y un genio indudable".



     ¿Quién no ha leído -probablemente el diario más celebre de la literatura contemporánea-, o cuando menos ha oído hablar de él? En el transcurso de poco más de dos años, la adolescente Ana plasma en su diario todo cuanto ocurre a la familia en un contexto de dificultad extrema que les obliga a un confinamiento atroz, y sin embargo, la niña alemana -judía para su desgracia-, emigrada a Amsterdam en 1933, vive llena de esperanza, plasmando sus ganas de vivir sin que por momentos se sienta ese estado claustrofóbico y la amenaza permanente de ser descubiertos y enviados finalmente a algún campo de exterminio. En 1947, el único superviviente, su padre, Otto Frank, consiguió que el Diario fuera publicado, un testimonio impagable del holocausto judío, con más de un millón de niños exterminados. ¿Qué mejor homenaje, en una situación como la actual, que leer su diario completo y entender el significado de un confinamiento extremo como el de la familia Frank?

viernes, 17 de abril de 2020

Papillon (1969)

LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO (3)


       PRIMER CUADERNO: EL CAMINO DE LA PODREDUMBRE (AUDIENCIA DE LO CRIMINAL)


      <<La bofetada fue tan fuerte, que solo he podido recobrarme de ella al cabo de trece años. En efecto, no era un guantazo corriente, y, para sacudírmelo, se habían juntado muchas personas.


  >Estamos a 26 de octubre de 1931. A las ocho de la mañana, me sacan de la celda que ocupo en la Conciergerie desde hace un año. Voy recién afeitado, bien vestido; mi traje impecablemente cortado me da un aspecto elegante; camisa blanca y corbata de lazo de color azul claro, que da la última pincelada al conjunto.


  >Tengo veinticinco años y aparento veinte.  Los gendarmes , un poco frenados por mi aspecto de gentleman, me tratan con cortesía. Hasta me han quitado las esposas. Estamos los seis, cinco gendarmes y yo, sentados en dos bancos en una sala desmantelada. Fuera, la luz es gris. Frente a nosotros, una puerta que debe comunicar, seguramente, con la sala de audiencia, pues estamos en el Palacio de Justicia del Sena, en París>>.


   Así se inicia el libro Papillon, o lo que es lo mismo, la vida de Henri Cherrière recluido en el presidio de Cayena de la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Papillon (Mariposa) fue condenado en régimen extremo de trabajos forzados por un crimen que nunca llegó a cometer. El hilo argumental gira en torno a las durísimas condiciones de supervivencia de los presos, al tiempo que lanza un grito de denuncia por la ausencia de cualquier tipo de humanidad. Al tiempo es un canto de esperanza en el futuro si finalmente logra salir vivo de aquella especie de infierno terrenal. A lo largo de las más de 300 páginas de la novela, Henri Charrière va proyectando su fuga, algo que finalmente conseguirá más de 10 años después de su encierro. 28 años más tarde, salió a la luz este superventas que tuvo su continuidad con la publicación de Banco. Para su desgracia, Henri Cherrière falleció al poco de obtener el reconocimiento mundial, a la edad de 66 años. No obstante, y aunque algunos especialistas pongan en entredicho la verosimilitud de la historia, para  mí, su lectura -mientras hacía el Servicio Militar-, supuso una auténtica gozada, y puede ser que cierta comprensión y empatía con alguien que había sufrido lo indecible sin merecerlo.


    Este libro es un estupendo ejercicio de comprensión hacia quienes padecen o han padecido una especie de confinamiento atroz, sin haberlo merecido, y me estoy refiriendo a aquellas personas que han sido condenadas a pena de muerte o a cadena perpetua por delitos que no han cometido. Más allá de algo tan injustificable, queda ese poso de humanidad del prisionero, a pesar del régimen atroz al que es sometido. Una novela más que amena para sobrellevar esta reclusión. Una novela, por cierto, que tuvo sus adaptaciones cinematográficas. La más significativa la de 1973, llevada a la pantalla grande por Franklin J. Schaffner, y que contó con la presencia estelar de Steve McQueen y Dustin Hoffman, una película, por otro cauce, digna de verse.    

lunes, 13 de abril de 2020

La montaña mágica (1924)

     LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO (2)                        

  Intenciones del Autor


   <<Queremos contar la historia de Hans Castorp, no por él mismo (pues el lector ya llegará a conocerle y verá que es un joven sencillo aunque simpático), sino porque su historia, por ella misma, nos parece muy digna de ser contada (aunque en favor del muchacho recordaremos que ésta es su historia, su peripecia, y que no cualquier historia le ocurre a cualquiera). Esta historia se remonta a un tiempo muy lejano; por así decirlo, ya está completamente cubierta de una preciosa pátina, y, por tanto, es accesorio contarla bajo la forma del pasado más remoto.


    >Esto, en principio no es un inconveniente, sino más bien una ventaja, pues para contar una historia es necesario que haya pasado; y podemos decir que , cuanto más tiempo hace que pasó, más adecuada resulta para ser contada y para el narrador, esa voz que murmurando, evoca lo que érase una vez sucedió. Sin embargo, ocurre con ella lo que ocurre hoy en día con los hombres, y por supuesto también con los narradores de historias: es mucho más antigua que la edad que tiene; es más, su edad no puede medirse por días, como tampoco el tiempo que pesa sobre ella puede medirse por las veces que la Tierra ha girado alrededor del Sol desde entonces. En una palabra, en realidad no debe su grado de antiguedad al tiempo; y ésta es una observación que pretende aludir y señalar la extraña dualidad natural de este elemento>>.

                                                    (Traducción de Isabel García Adánez)


             

              Así comienza La montaña mágica, una de las novelas fundamentales del siglo pasado y probablemente la mejor del escritor alemán Thomas Mann, Premio Nobel de 1929. Esta monumental novela la leí en diciembre de 2008 y me dejó impactado. Pertenece al estilo realista tan de moda en el siglo XIX, y a partir de sus primeras páginas nos informa  del viaje que emprende el joven ingeniero Hans Castorp con destino a Davos (Suiza) para visitar a un primo suyo, militar, afectado de tuberculosis y que permanece internado en un sanatorio. Lo que parecía un viaje de cortesía, se convierte en un confinamiento eterno, pues él mismo termina contrayendo la enfermedad. Hans acaba por adaptarse a la vida tranquila y desalentadora de la institución, incluso experimenta por vez primera la atracción hacia una mujer que le hace percibir la vida de otro modo más  emocionante, dentro de la fatalidad. Además, entre reposo y reposo, asiste entusiasta a las discusiones diarias entre dos personajes opuestos: el italiano Settembrini, de conversación amena y liberal convencido, y el ex jesuita Naphta, muy culto e inteligente, convencido de que el totalitarismo de un color u otro es la mejor opción. 


          En resumidas cuentas, nos encontramos ante una novela redonda contada con cierta dilación, al tiempo de impregnarnos del aire puro que circula entre las montañas, y donde apenas hay episodios de acción desbocada y mucho ejercicio para la reflexión. Una novela maestra.

       

sábado, 11 de abril de 2020

Garota de Ipanema

    Es desconcertante y llamativo a un tiempo, que los seres humanos nos dejemos seducir por el texto de una letra y la melodía de una canción, hasta el extremo de situar sin titubeo alguno a la playa de Ipanema en la ciudad de Rio de Janeiro; y por el contrario, muchos no atinemos a ubicar, aun en nuestro propio país, las playas tan populares de San Lorenzo, San Juan, de Samil, de los Cristianos, del Rinconcillo, etc. Es lo que tiene la universalidad de la música, capaz por si sola de hacernos soñar, disfrutar y hasta de aprender geografía con más facilidad que si asistiéramos a clase.



       En 1962, en la ciudad de Río, el compositor Antonio Carlos Jobim y el letrista Vinicius de Moraes, pasaban buena parte de los días en el Bar Veloso (hoy lleva el nombre de Garota de Ipanema), acompañados de güisquis y unas ganas enormes de concluir decenas de canciones acordes al nuevo estilo imperante de la Bossa Nova, una corriente que había dado sus primeros pasos apenas 4 años antes, buscando una identidad propia al margen de la samba, la música más popular de la nación brasileña. En la recién estrenada década de los 60, Brasil se había repuesto del "maracanazo", aquella desgracia nacional que supuso la derrota del Equipo Nacional en el Mundial 1950 a manos de Uruguay, además de cientos de suicidios por no haber soportado tamaña afrenta, una afrenta que supuso la renuncia a su indumentaria tradicional hasta entonces, la del blanco, para vestir tras la desgracia, la canarinha: camiseta amarilla y pantalón azul. Por lo acontecido no les fue mal, pues levantaron la copa del mundo de 1958 y 1962. Pero si el fútbol era el fenómeno del momento, no lo era menos la nueva música aún por recibir el reconocimiento internacional. En aquellos días luminosos, Vinicius había empezado a escribir la letra de un nuevo tema, pero no le terminaba de convencer por completo, hasta que reparó en las idas y venidas de una joven de 17 años camino de la playa, y que a veces entraba en el Bar a comprar cigarrillos para sus padres. Ambos amigos la piropeaban por su belleza y cadencia al andar, incluso la invitaban a tomar algo, pero ella, tímida aunque halagada, nunca se plegó a los deseos de ambos. Con la irrupción de la musa, Vinicius concluyó con éxito los versos que hoy son tan reconocibles. Le enseñó la letra a su compañero y Jobim no tardó en componer la melodía que hoy es muldialmente conocida y que terminó por darle el espaldarazó definitivo a la Bossa Nova, pues había nacido Garota de Ipanema, o sea: Heloísa Eneida Menezes Paes, una perfecta desconocida entonces, y desde 1965, cuando Vinicius admitió su identidad, un personaje público, especialmente en Brasil, y que atiende por el nombre de Helo Pinheiro.



         El 2 de agosto de 1962 fue presentado ante el público el nuevo tema que tuvo de inmediato su favor; no obstante, no sería hasta  1964, con la grabación hecha por el cantante, compositor y guitarrista Joao Gilberto, el saxofonista Stan Getz y la vocalista Astrud Gilberto, de dicho tema, rebautizado por Norman Gimbel en 1963 como The girl from Ipanema, tras haber adaptado su letra al inglés, cuando la canción traspasó todas las fronteras, y en nuestro planeta se tuvo conocimiento de un nuevo estilo musical marcado por la dulzura y peculiar disonancia de sus melodías que pretendía independizarse de su hermana mayor la Samba. Brasil ya podía presumir de ser la nación que daba al mundo un estilo musical inconfundible y que ha inspirado, no ya solo al saxofonista americano, sino a infinidad de intérpretes de los rincones más insospechados. 



          El bar, entonces Veloso, puede presumir en cierta manera de haber alumbrado la segunda canción más interpretada de toda la historia. La primera grabación en estudio la hizo Pery Ribeiro en 1963, y como se puede apreciar poco tiene que ver con la del trío formado por los Gilberto y Getz. De todos modos es a partir de la grabación de 1964 cuando las versiones se suceden a ritmo vertiginoso. Las más célebres son las de: Frank Sinatra,  Sammy Davis Jr., Cher, Sepultura, Nat King Cole, Herb Alpert's Tijuana Brass, Madonna, Maroon 5, Diana Krall, Petula Clark, Amy Winehouse, Sarah Vaugh, Ella Fitgerald, The Supremes, Shirley Bassey y muchas otras figuras, algunas de ellas cambiando el término de girl por boy.




          Mi primer contacto con la música brasileña fue a partir de una cinta cassette que compré a los 14 ó 15 años en Gijón. Os Maracatu, era o es un grupo o dúo, nunca lo he sabido con certeza, y que interpretaba temas populares como: Voce abusou, Marina, Birimbau, María vai com as outras, etc., que llamaron poderosamente mi atención, y que me empujaban a indagar en esa música brasileña de nuevo cuño. Pero he de admitir que no fue hasta escuchar este disco Getz/Gilberto, en el cual colaboraban, ademas de Joao Gilberto y Stan Getz, el propio Antonio Carlos Jobim al piano y Astrud Gilberto en el tema de marras y Corcovado, cuando fui verdaderamente consciente de que me entusiasmaba por su belleza y la tremenda adaptabilidad a otros estilos, especialmente el Jazz. Desde entonces no he dejado de escuchar bossa nova, algo que me ha permitido descubrir a figuras de la talla de Chico Buarque, Maria Bethânia y su hermano Caetano Veloso, Toquinho, Sergio Mendes, Toninho Horta, y otros muchos, algunos de ellos más enfocados hacia otros géneros como el Jazz, pero sin perder esa esencia tan característica de la música popular brasileña. Una verdadera delicia escuchar una y cien veces esta Garota de Ipanema que convirtió a Ipanema en una de las playas más célebres del orbe.

        

 

viernes, 3 de abril de 2020

Muerte de un ciclista (18)

      Muerte de un ciclista (1955) es con toda seguridad la mejor película española de ese año, y junto a Calle Mayor (1956), una de las dos capitales de Juan Antonio Bardem. El director madrileño conocía la existencia de un proyecto con ese título por parte de una productora importante; finalmente adquirió los derechos para filmarla, y en 1954 presentaba el proyecto a la Dirección de Cinematografía como película exclusivamente nacional, con un presupuesto estimado en torno a las 5.800.000 pesetas. Una triquiñuela para agilizar los trámites del permiso, ya que finalmente se trató de una coproducción italo-española que contó con la presencia como protagonista femenina de la italiana Lucía Bosé, recientemente fallecida.



       Juan (Alberto Closas) y María José (Lucía Bosé), que son amantes, en una de sus habituales escapadas, atropellan a un trabajador que circulaba en bici. Lejos de socorrerle, huyen del lugar del accidente no sin antes percatarse de que el accidentado aún vive. El miedo a que se descubra su adulterio -María José está casada con un rico industrial, y Juan es reconocido profesor de universidad- más que a admitir el propio accidente, les empuja a la huida. No obstante, con el transcurso de los días, en Juan se acrecienta el sentido de la culpabilidad, mientras María José quiere a toda costa mantener su alto estatus social. Todo se precipita en una suerte de tragedia shakesperiana cuando Juan descubre la situación de pobreza y desamparo en que vive la familia del ciclista fallecido. Entonces decide confesar ante la policía, algo a lo que la antigua amante -la relación se va deteriorando hasta el punto de no existir- se niega en rotundo. En la última cita de la pareja, aprovechando que Juan se ha bajado del coche en la misma carretera del accidente, María José lo atropella. Dándose a la fuga y evitando colisionar con otro ciclista (Manuel Alexandre), hace una maniobra brusca que provoca su propio accidente. El ciclista ileso sigue su camino, sin saber los espectadores si huye de la escena o va a pedir socorro.



     Este clásico que dio resonancia al cine español de la época, se ha considerado en líneas generales como una crítica ácida hacia la burguesía de entonces, con unas reglas o preceptos que se debían cumplir a rajatabla, más allá del cinismo, de ahí que el adulterio fuera condenado sin contemplaciones por la Censura. También, a partir de un neorrealismo ciertamente sui géneris -mantiene el guión algunas concomitancias con Crónica de un amor (1950) de Antonioni, en la cual también trabajaba Lucía Bosé-, en la cinta se ha querido ver el compromiso valiente de Bardem que por vez primera presenta al espectador del séptimo arte una mirada contrapuesta a la del bando vencedor de la Guerra Civil. Y ciertamente presenta una intencionada y clara divergencia entre mundos tan opuestos como el acomodado y hasta opulento, reflejado por María José, y la miseria más desesperante de una familia en un barrio obrero.  Pero más allá de esas consideraciones que han valorado justamente los críticos especializados, en este film, al cual están invitados desde el principio todos los espectadores para que empaticen o no con la pareja de protagonistas -y no queda más remedio que hacerlo ante la habilidad de Bardem para comprometernos a todos en sus actos-, hay una profunda carga sicológica que transmiten -es cierto que a veces con cierta frialdad, pues así lo requiere la historia- los dos protagonista de esta historia genial.




      Para la ocasión, y aunque se había barajado la opción de otra actriz, desde un principio el director tenía claro que Lucía Bosé sería quien encarnase a María José. La actriz milanesa trabajaba por primera vez en España, dejando para la posteridad una de sus mejores interpretaciones junto al barcelonés Alberto Closas. Durante el rodaje de la pelícuala en Madrid, conoció al diestro Luis Miguel Dominguín; todo cuanto vino después es de dominio público. Por otra parte, es de destacar la excelente fotografía en blanco y negro de Alfredo Fraile, y el montaje, a veces desconcertante, de Margarita Ochoa. La película, que estuvo prohibida unos meses, fue galardonada en el Festival de Cannes con el Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI). En una entrevista, haciendo referencia a la Censura, Juan Antonio Bardem admitió que fue una amiga quien le sugirió el final de la película "de manera que el accidente sin auxilio y el adulterio, quedaban expiados con el castigo de la muerte de los protagonistas", algo bien visto en última instancia por los señores censores. 



        En resumidas cuentas, Muerte de un ciclista es una obra indispensable del cine español de los años cincuenta, una cinta que todos los amantes del Séptimo Arte deberíamos de ver al menos una vez. En mi modesta opinión la situaría entre las 20 mejores de la cinematografía patria.