sábado, 22 de julio de 2017

Rebelión en la granja

  Después de muchos años he vuelto a caer en la tentación de leer esta obra ejemplar y universal de Orwell. Fue publicada justo al acabar la II Guerra Mundial, en 1945. Por entonces el respeto hacia el comunismo ruso había crecido exponencialmente, y mucha culpa de ese culto irreflexivo se debía a la capacidad de propaganda y captación del régimen totalitario encarnado por el sanguinario Stalin. Frente al engaño, el escritor y periodista inglés, quería demostrar a través de su obra, que la URSS no era una verdadera comunidad socialista sino una tiranía despiadada. Con certeza ese objetivo no lo logró por completo, al menos de inmediato; sin embargo, sí conquistó el reconocimiento internacional y varios premios, además de ser traducida a infinidad de idiomas, sin olvidar adaptaciones cinematográficas en años posteriores.

  El tema principal de esta novela de poco más de 100 páginas, o mejor decir alegoría, fábula, también cuento satírico, aborda el abuso de poder, y cómo puede llegar a corromper a quienes lo detentan, llevándoles al embrutecimiento, la avaricia y/o la traición. Por otra parte, profundiza en la distorsión que con frecuencia sufre la verdad de la Historia en momentos convulsos, y cómo el uso de la represión contra los disidentes internos es el mejor remedio para frenar conatos de rebelión. Una obra más vigente que nunca a tenor de los derroteros por los que discurre la actualidad mundial. Es, sin dudarlo, una crítica mordaz contra cualquier tipo de totalitarismo declarado o encubierto, de un color u otro.

  El escritor nacido en 1903 en India, que ya anteriormente había denunciado el imperialismo británico, o los autoritarismos de aquellos años en Alemania, Italia y España (participó en nuestra Guerra Civil), asume la responsabilidad  de denunciar los excesos del régimen soviético, haciendo que aflore la verdad para el resto del mundo.

  El escritor escribe acerca de una granja donde los animales destierran al dueño y toman el poder formando su propio gobierno, un gobierno que con el transcurso del tiempo desembocará en una tiranía. Los cerdos de la granja -los más inteligentes- usarán su poder para manipular y engañar al resto de animales y así cimentar su primacía.

  Un buen día, cansados los animales  de la granja Manor de sufrir las veleidades y descuido del sr. Jones (se intuye la representación del zar Nicolás), empujados por el cerdo Manor (se vislumbra la figura de Lenin), expulsan al granjero y se organizan a través de una doctrina "ideal". Poco tiempo después el cerdo Manor fallece, y el cerdo Napoleón (supuestamente Stalin), apropiándose antes de las ideas organizativas del cerdo Snowball (claramente Trotsky), lo expulsa de la granja con la ayuda de los obedientes perros. Desde entonces, liberado de cualquier competidor, Napoleón se constituye en el único amo y señor, ejecutando a cualquier animal mínimamente sospechoso de no seguir sus postulados. Para regir manu militari los destinos de sus súbditos y que ninguno plantee otra forma organizativa, Napoleón se sirve del cerdo Squealer (el aparato propagandístico), un animal con facilidad de palabra y de persuasión que avisa de que todas las decisiones tomadas por el gran jefe son las más adecuadas.

  Llega un momento en que el aire se vuelve irrespirable, y en que de aquella lejana y liberadora revolución que acabó con el sr. Jones, casi no queda nada, y así, el caballo Boxer (el proletariado), el cuervo Moses (la iglesia Ortodoxa), o las ovejas y gallinas (campesinado), siguen, unos como ciegos, y otros por interés y supervivencia al dios Stalin.

  Es, aún hoy, una novela tan influyente, que el grupo Pink Floyd se inspiró en ella para componer su álbum Animals. O que las ventas del libro, junto a su novela 1984, hayan aumentado significativamente desde que se produjera la victoria de Donald Trump en USA.