jueves, 19 de febrero de 2015

A la venta Adagio 123

  La novela Adagio 123 ya está a la venta en librerías de Villafranca, El Bierzo y Menorca.

lunes, 16 de febrero de 2015

LA CAZA

   De La caza (1965) se pueden decir muchas cosas, como que es explicativa de una época, una bajada a los infiernos, un delirio violento de su director Carlos Saura, o el prodigio alegórico de la España más belicosa. Por encima de cualquier etiqueta que le queramos poner, el tercer largometraje del oscense está, sin dudarlo, entre los imprescindibles de nuestro cine, yo me atrevería a situarlo entre los diez mejores. Al estrenarse en las salas españolas la acogida fue negativa, acaso porque no se entendió  muy bien su mensaje. Por el contrario, el reconocimiento internacional de esta película con tan bajo presupuesto, dos millones de pesetas, fue unánime, corroborado por triunfos como el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, mejor película en el FC de Acapulco, FC de Londres, FC de San Francisco, con el añadido de los galardones otorgados por el Círculo de Escritores Cinematográficos que además otorgó el premio a Alfredo Mayo como actor protagonista -tal vez el mejor papel de su cinematografía-, y el de mejor fotografía.


  El argumento de la película es tan simple como efectista. Cuatro amigos se reunen tras 8 años sin verse para tomar parte en una batida de caza. Todos conviven con algún problema serio, como el alcoholismo, una separación en ciernes o la necesidad acuciante de dinero. Tres de ellos combatieron en el bando franquista durante la Guerra Civil, mientras el cuarto es mucho más joven y desconoce el grado real de amistad entre los otros. El coto destinado a la caza se ubica en el mismo lugar donde ellos lucharon muchos años antes. A pesar de una cierta complicidad, el ambiente está impregnado de un odio apenas disimulable, favorecido por un entorno árido, con huellas del trágico pasado -se rodó en Aranjuez, Esquivias y Seseña- y un calor irritante -está filmada durante el mes de agosto-. Previas a la tragedia final hay varias escenas que vaticinan lo irremediable. En una, Luis (José Mª Prada) se lía a tiros con el cuerpo de un maniquí que acaban de traer del pueblo. En otra, los cazadores montan las armas 

con la destreza propia de militares a punto de entrar en combate. Además el dramatismo creciente se refleja a través de los diálogos entre los tres veteranos, pero también en el detalle del sudor que perla sus frentes o en la atinada banda sonora de Luis de Pablo. Finalmente, tras reproches y la reaparición de viejos fantasmas del pasado, la película se precipita al final con una auténtica caza humana de la cual escapará Enrique (Emilio Gutiérrez Caba), el más joven de los cuatro.


  En su momento la crítica calificó a la cinta como una metáfora de la Guerra Civil, o sea: rencor, envidia escondida, amistad interesada, crueldad, violencia y muerte. Eso a pesar de que en todo el metraje no se mencionan los términos Guerra Civil ni mucho menos Cruzada, aunque sí se mencione la palabra guerra. El título original iba a ser La caza del conejo, pero la Censura acortó el título por valorar que tenía connotaciones ofensivas hacia la mujer. Saura reconoció posteriormente el acierto de titularse La caza. Al hilo de esto último, conviene recordar que algunos críticos han querido ver en la escena donde los hurones fuerzan la salida de los conejos de sus madrigueras, una especie de alegoría de la aplicación de la Ley de fugas franquista, al ser abatidos en cuanto aparecían por el hueco y se ponían a tiro.


Esta fue la primera colaboración entre Elías Querejeta, el más grande de los productores, y Carlos Saura. Ambos pagaron a escote el coste de la producción. El espléndido montaje corresponde a Pablo G. del Amo, la fotografía intensa en blanco y negro es de Luis Cuadrado y el 2º operador Teo Escamilla. El guión fue escrito por Carlos Saura y Angelino Fons, siguiéndose por estricto orden cronológico, de ahí el final sangriento que ya estaba escrito como colofón.


  A modo de anecdotario señalo que el prestigioso director Sam Peckinpah reconoció haberle cambiado la vida cuando vio la película. O que al maestro de maestros, don Luis Buñuel, le encantó, admitiendo que le hubiera gustado haberla dirigido.


  Sin ningún pero, esta es una película para disfrutar y hacernos una reflexión sosegada. Un verdadero gustazo para la vista.



lunes, 9 de febrero de 2015

Las mejores películas del cine español


  Fresca aún la entrega de los Premios Goya a lo mejor del cine español en 2014, puede ser un buen momento para recordar las películas imprescindibles en la historia de nuestro cine. La tarea no es sencilla teniendo presente que allá donde hay un juicio crítico por parte de los entendidos, hay inevitablemente subjetividad. Aunque ciertamente exista un amplio acuerdo a la hora de evaluar a un puñado de películas, en torno a 10 ó 12, como las mejores, estando en la mente de casi todos los críticos, y que según cada cual modifica el orden atendiendo a sus preferencias.


  Para hacer una clasificación que nunca podrá ser definitiva, he consultado varias valoraciones o listas, a través de las cuales se infiere una cierta coincidencia en calificar a Viridiana (1961) o El verdugo (1963) como la mejor película de nuestro cine. Por detrás y en pugna por el tercer puesto del podio aparecerían cintas como Bienvenido mister Marshall (1952), Plácido (1961), Muerte de un ciclista (1965) o Los santos inocentes (1984). Hasta completar esa decena o docena de films estelares, aparecerían Surcos (1951), Calle Mayor (1956), El cebo (1958), El mundo sigue (1963), La caza (1966), El espíritu de la colmena (1973) o El Sur (1983).


 Llama la atención que al menos 5 ó 6 películas de Berlanga se cuenten entre las 100 más importantes, y que de ellas 3 aparezcan entre las 10 más destacadas. Por su parte, de Buñuel, el más grande de los directores nacionales, se suelen mencionar 3 ó 4 entre el primer centenar, una cifra que sería muy superior teniendo en cuenta que el aragonés de Calanda dirigió la mayoría de sus películas siendo producciones foráneas.

  Otro hecho llamativo es que predominan las películas rodadas entre los años 50 y 70, disminuyendo paulatinamente a partir de los 80 para acá. Por su parte las cintas que se mencionan con anterioridad a los años 50 se cuentan con los dedos de una mano.

  Es significativa pero no unánime, la cantidad de 3, 4 y hasta 5 películas que aparecen reseñadas en relación a autores como Fernán Gómez, Almodóvar o Amenábar, aunque ninguna perteneciente a estos dos últimos esté considerada en el top ten.


Por el lado de las sorpresas, si bien siempre hay alguien entendido que la mencione, llama poderosamente la atención que algunos films no hayan concitado el unánime aprecio hasta escalar las más altas cotas, es el caso de Cría cuervos (1975), El desencanto (1976), El viaje a ninguna parte (1986), Amanece, que no es poco (1989) o la misma ¡Ay, Carmela! (1990), que creo sigue ostentando el record de Premios Goya con 13 nada menos.

    Francamente es difícil determinar el orden exacto en lo referido a calidad y cada cual tendrá sus preferencias. Es seguro que alguna de las películas no mencionadas está en el ánimo de cualquiera de nosotros. Convendría tal vez hacer una pequeña valoración de aquéllas que nos han marcado. Me propongo para otras ocasiones un análisis más detallado de las películas que perduran en la memoria de quienes nos sentimos fervientes seguidores del celuloide.










miércoles, 4 de febrero de 2015

ADAGIO 123

  Un amor imposible que acaba en desamor, un antiguo policía metido a detective privado, dos hermanas siamesas de bandera, una trama policial corrupta de compleja erradicación, el recurrente tablero de Ouija y un desenlace insospechado, aunque no carente de cierta lógica, transitan a lo largo de este libro. Como territorio incomparable Madrid y sus cercanías, si bien convertido ahora en espacio gris, suculento de tentaciones; un universo propicio para el comercio de la droga, del sexo, del poder, y en resumidas cuentas, para la alienación del individuo. Inevitablemente hay un hotel en medio de la Capital donde la depravación se vende a precio de oro a los pudientes.

  En esta novela a contracorriente, el autor aborda a través de sus páginas una serie de sucesos concatenados y hasta absurdos que, terminan por convertir a un detective privado jugando a ser héroe, y a su ayudante, el narrador de la historia, en individuos amorales, sin escrúpulos, atrapados en una red criminal tejida no se sabe muy bien por quién y que dirige el comisario de policía Arnáiz.

  (Sinopsis del libro Adagio 123, de próxima publicación.)