sábado, 23 de diciembre de 2023

Feliz Navidad

  El año está a punto de concluir. Como cada diciembre, casi todos nos propondremos ser más felices, mejores personas, también cuidarnos algo más. El propósito de enmienda es sincero, acorde a fechas tan señaladas; pero en cuanto se retiran belenes, árboles y las luces que adornan las calles más comerciales de nuestros pueblos y ciudades, una vez los Reyes han tomado el camino de regreso a Oriente, esa especie de acuerdo tácito se diluye vertiginoso como lo haría un azucarillo en el café de la sobremesa. Así que un año más me limitaré a desearos a todas y a todos paz, salud, trabajo y prosperidad en el nuevo año a punto de comenzar, además de que disfrutéis de una fiesta tan entrañable y familiar como es la NOCHEBUENA (quien desee leer el cuento no tiene más que entrar en la palabra coloreada).




 


jueves, 21 de diciembre de 2023

Medio siglo de Tubular Bells

Hay años que por diversas razones se convierten en fructíferos para la música, y con el paso del tiempo y a pesar de él, en imborrables. Es el caso de 1973, uno de los mejores para la música en general. Entre otros acontecimientos por que un 25 de mayo salía al mercado Tubular Bells, uno de los álbumes imprescindibles para cualquier melómano que se precie, incluido aquel seguidor exclusivo de la música clásica. Aunque unos cuantos meses antes de ponerse a la venta, debió superar varios obstáculos, además de tener la fortuna de su lado por estar (Mike) en el momento y lugar adecuados.  



Claro que en 1972, el entusiasta compositor era un anónimo ciudadano, un completo desconocido para el mundillo de la música. Nadie estaba al corriente de la existencia de un chaval de diecinueve años, no ya solo capaz de componer una obra descomunal, sino de tocar infinidad de instrumentos, además de "campanas tubulares" El veredicto del incipiente trabajo grabado en maqueta fue el rechazo por parte de unas cuantas casas discográficas. Aducían para ello la inexistencia de canciones y la duración desmedida. Hasta que el millonario Richard Branso se fijó en el trabajo y decidió producirlo. Durante medio año Mike Oldfield se encerró en un estudio a las afueras de Londres para plasmar en vinilo lo que su mente había concebido sin cumplir los veinte. De hecho, Tubular bells fue el primer lanzamiento de Virgin Records, la discográfica fundada por el millonario. 



 
En un principio el nuevo álbum no se vendió demasiado, ni tampoco concitó la curiosidad de los críticos musicales. Sin embargo, al estrenarse la película El exorcista -del mismo año-, que utilizaba como parte de su banda sonora la música de Tubular Bells, comenzó a alzar el vuelo hasta convertirse en uno de los más vendidos de la década de los años setenta, proclamando a aquel joven Mike como la sensación del momento, "el nuevo Mozart", dijeron algunos de los más encumbrados expertos de la música. Si bien razones había para ir tan lejos teniendo en cuenta el ímprobo trabajo de composición del joven prodigio. 



Tubular bells es un disco conceptual que se divide en dos partes (por obvias razones de capacidad del vinilo). Se podría decir sin temor a equívocos que estamos ante una sinfonía moderna, originalísima, de una complejidad técnica casi incomparable a otros álbumes coetáneos, siendo un trabajo inspirador para muchos artistas y grupos de música progresiva que aparecerían más tarde. Hoy, cincuenta años después, aún supone un reto extraordinario tocar en vivo T.B. debido a la profusión de instrumentos musicales que se necesitan a fin de ejecutar la obral tal cual suena en el disco, con el añadido de hacerlos sonar ensamblados. 



El primer trabajo de Mike Oldfield permaneció en las listas de éxitos británicos durante más de 250 semanas, además de haber vendido en torno a quince millones de copias. Tubular bells tuvo dos secuelas en los años 1992 y 1998, sin llegar a alcanzar el éxito de aquel. 



                                                                                        
                            

 

martes, 5 de diciembre de 2023

Personajes de allá (9)

 

Por entonces, pongamos como ejemplo 1970, había una farmacia de ubicación incierta, otra farmacia en su tramo final, una droguería, varias tiendas de ropa, sastrerías, un bar, uno o dos restaurantes, el estanco, la ferretería, la oficina de telégrafos, una pastelería, una tienda de pinturas, zapatería, mercería, y por supuesto una tienda inclasificable para aquel entonces, pero que hoy podríamos denominar de obsequios y/o juguetería. Naturalmente era la Calle del Doctor Arén, la calle más comercial de la Villa, hoy un poco menos. En la tienda, con el suelo por debajo del nivel del firme de la calle, un desnivel vencido gracias a la existencia de dos o tres escalones, se podían encontrar todo tipo de objetos susceptibles de ser envueltos para regalo. 

          

Y ahí estaba ella, E ¿o H? A una edad incierta para fijar la memoria, el único recuerdo perenne que tengo de ella es el de una mujer madura, de cierta edad, respetable e incapaz de perder la compostura: ni una sola vez recuerdo haberla vista con una sonrisa de oreja a oreja. Ella se desenvolvía con destreza y sabiendo qué artilugios vendía y cómo los tenía que vender. La profesionalidad de la señora estaba fuera de toda duda a tenor de las ventas constantes de objetos útiles, como de algunos indicados para disimular el desconchado de una pared, o para acompañar a los humildes agumanil y palangana en los hogares modestos. 


Más bien menuda, con los cabellos peinados cual una señora distinguida (nunca supe si era viuda), a mi madre la atendía con delicadeza y trato cercano, sin excesos. Y yo, acompañante mudo escuchaba con atención el diálogo entre ellas. Cuando la acompañaba era por interés propio, pues había la posibilidad de conseguir otro más de los cochecitos antiguos a escala que la señora guardaba en uno de los estantes protegidos por puertas correderas acristaladas que daban de frente  al mostrador. Y es que aquellas estanterías guardaban auténticas maravillas, o al menos lo eran para mí, chiquillo con pantalones cortes y muchos pájaros en la cabeza. 


La señora tenía esa costumbre tan universal y villafranquina de exponer en los escaparates lo más llamativo de su repertorio, de manera que cuando se aproximaba la Navidad, las idas y venidas a su tienda se volvían incontables; al fin y al cabo era ella quien tenía la exclusividad de proveer a los Magos de Oriente los juguetes más exclusivos solicitados por los peques, al menos así ocurría en la calle más comercial de la Villa. Mis padres no fueron una excepción, así que algunos de los regalos pedidos -previo escrito de una carta- en aquellos años los adquirieron en su tienda. 


Hoy, ya consumido más de medio siglo, aún guardo como reliquias aquellos cochecitos a escala con regusto a antiguo. Y cuando les echo un vistazo como de soslayo, aún veo caminar con mesura a E ¿o H?  para descorrer las puertas y alcanzar una de esas miniaturas con ruedas que durante la infancia me hizo disfrutar una barbaridad, como también creo que a muchos de los niños de aquel tiempo, y a sus madres, por supuesto.