domingo, 29 de octubre de 2023

Novelas incompletas

 

Novelas incompletas o algo asi es como yo califico a aquellas historias que por diversos motivos no terminan de fructificar, impidiéndose su publicación, o al menos ser leídas por ojos ajenos al del autor. Son como los hijos que nunca llegaron a nacer, o aquellas especies de animalillos malogrados por la voracidad del depredador de turno. 


El caso concreto de estas páginas que a continuación escribiré, corresponden a mi primera novela, una novela inédita, fallida en su estructura, si bien podría corregirse, pero inaceptable para los tiempos actuales teniendo en cuenta el cambio radical de pensamiento y costumbres de la sociedad con respecto a la de hace casi treinta años. Por entonces podría haber tenido aceptación, hoy sería tildada de políticamente incorrecta y rozaría el mal gusto. Así que, como en tiempos pretéritos donde terceras personas decidían el nacimiento o no de un nuevo libro, yo mismo y sin la colaboración de otros me he encargado de censurarla. No obstante, aquí os dejo el prefacio de esta novela incompleta, a través del cual se adelanta un poco por dónde van los tiros. 


PREFACIO  


Me gustaría comenzar argumentando sobre la conveniencia de que, tal vez, el título más adecuado para esta historia habría sido, El amante en la distancia, si solo se tratara de una ficción; sin embargo, con atinado criterio, el letrado de entonces y hombre de confianza del protagonista, me desaconsejó la utilización de esos vocablos que seguro son más literarios y prometedores que los de Juegos de artificio. Mas la veracidad de los hechos es tan palmaria y a la vez absurda, que ambas palabras, Juegos y Artificio, encajan en un mecano como encajaría la última pieza del rompecabezas en este asunto de homicidio. 


Dicho lo cual, en fecha reciente se dictó sentencia en un segundo juicio que, como en el primero, inculpa al Señor Maravilla, si bien enmienda la condena de treinta años de privación de libertad, quedando reducida a ocho años y un día de reclusión por el homicidio perpetrado en la persona de Doña Luciana Padilla. En el veredicto el delito pasa a calificarse de homicidio involuntario. Algunos de ustedes recordarán los detalles y particularidades de ambos procesos, ya que los medios de comunicación se hicieron eco de lo más relevante ocurrido a lo largo de las intensas jornadas vividas en la sala. Y a pesar de ello, soy consciente de que, si bien los más avezados en leyes creen saberlo todo del triste suceso, se equivocan, atreviéndome a afirmar que, ni siquiera conocen con exactitud de lo más trascendental. Sin ir más lejos, al margen de las pruebas periciales por imperativo legal, otras, que la inmensa mayoría desconoce, se quedaron al margen del primer sumario, como la entrevista registrada en dos cintas casete. Una grabación que habría ayudado a entender la conducta estrafalaria y equívoca de Don Prudencio Maravilla, la cual atenúa la visión desenfocada y brutal que aún se tiene de él. 


                                                                

Algunos meses después de publicarse en la prensa la noticia del presunto crimen perpetrado en la persona de Luciana Padilla Centeno, un periódico solicitó la publicación por entregas de las cintas previamente transcritas, unas cintas grabadas el 28 de noviembre de 1995, justo un día antes del homicidio. El diario vigués sabía de la existencia de las casetes por mi amigo Argimiro, el cual se dio cuenta de la utilidad y conveniencia de sacar a la luz pública las confesiones "inocuas" de su tío, por lo que -y provio consentimiento con reparos de éste y de buena parte de su familia-, aceptó el reto, aunque se pusiera al descubierto la verdadera personalidad del reo. 


Una vez cerrado el sumario, en el cual se omitía cualquier consideración respecto a la existencia de las cintas, y visto para sentencia el primer juicio; con la autorización del inculpado, se redactó la entrevista tal cual, sin omitir una sola coma. La entrevista que yo le hice, movido, lo admito, por cierta morbosidad, fruto de las constantes conversaciones con mi amigo, en las cuales me advertía de las acusadas peculiaridades de su tío, adolece de cierta discontinuidad en la cronología de los hechos; sin embargo, en aquel momento no me movía ningún afán periodístico, sólo, reitero, la curiosidad malsana. También, a modo de advertencia, admito que algunas de las preguntas se repiten, reconociendo que no todas tienen interés. Por otra parte, quien lo desee, podrá leer íntegra y de un tirón la célebre entrevista, en la cual queda demostrada la extraordinaria enfermedad que aqueja a Don Prudencio Maravilla López. 


Si bien, para prueba esclarecedora y definitiva, la segunda autopsia realizada a Doña Luisa, mucho más concienzuda que la primera, en la cual y por neglicencia del forense de turno, no se revelaba nada diferenciador, como no fuera la profusión de heridas y cardenales repartidos a lo largo de su cuerpo. Esa segunda autopsia no hubiera tenido lugar de no haber aparecido de un modo rocambolesco el diario de la asesinada, en el cual se apunta a la pista definitiva, precipitando así la exhumación de esta. 




Ahora, con la esperanza de que sea aceptada a trámite la apelación ante el Tribunal Superio de Justicia, el recurrente pasa los días en la Prisión de Alama, con la confianza de que la publicación del libro pueda ayudar en algo, mientras se preocupa por la incertidumbre de quedar absuelto o no. Por su parte, el Señor Sutil, su abogado, prepara con tenacidad y a conciencia la defensa y argumentos que encaminen a su representado hacia la libertad total sin cargo alguno, para lo cual incidirá en la premeditada argucia de la fenecida y su propósito de que el reo cargara con la condena de su autoinmolación.