jueves, 23 de julio de 2015

Viaje a una provincia del Interior

   Finalizado el Congreso Internacional en torno a la figura del  ilustre villafranquino Enrique Gil y Carrasco, y como suele ocurrir a la conclusión de cualquier otro tipo de homenaje, conferencia, reconocimiento o simposio dedicado a un escritor consagrado, la mayoría de asistentes se suele olvidar de cuanto ha visto y escuchado al apagarse el último micro y cerrarse las puertas del teatro o lugar de reunión. Y lo peor no es eso, sino que una mayoría ignorará que tras esa figura analizada pormenorizadamente está el más preciado de los tesoros: su obra literaria. El mayor reconocimiento que se le puede hacer a un escritor es leer sus libros y así profundizar individualmente y desde la propia percepción en el pensamiento y personalidad del autor, más allá del análisis consabido de los eruditos y estudiosos del autor, algo por otra parte fundamental.

  Dado que no he podido asistir al Congreso dedicado a mi paisano (bien me hubiera gustado), he decidido leer en estos días de actividades frenéticas una de sus obras, obra que probablemente muy pocos bercianos han leído. Se trata del Viaje a una provincia del Interior. No es su obra más conocida (claro que al margen de El señor de Bembibre casi ninguna es excesivamente popular), pero sí una obra fundamental para indagar en la particularísima visión que el viajero Don Enrique se hace del Bierzo en primer lugar y de la provincia de León al pasar el puerto del Manzanal. Lo que me llama poderosamente la atención, algo por otra parte frecuente en el tiempo que le tocó vivir, es la forma de expresarse, a pesar de ser un libro de viajes, algo tan opuesto a la poesía. No es que en sus páginas se aplique a la lírica, para nada; no obstante se aprecia esa vena idílica en cuanto se aplica a describir, con brillantez, no podía ser de otro modo, el paisaje que él aprecia con mayor precisión subido a la atalaya más alta o a la torre de un castillo, de una iglesia, pues así dibuja la postal panorámica que él está dispuesto a aprehender.

  El recorrido por el Bierzo lo divide en cinco etapas que van desde una excursión a Castro Ventosa, germen del antiguo Bergidum, a el Valle del Silencio, pasando por Las Médulas, visitas a monasterios y finalmente a castillos. Las otras tres etapas las dedica a visitar Astorga, León y por último la vega del Torío. De su discurso se deduce que no tiene pelos en la lengua a la hora de condenar las barbaridades que por aquel entonces ya se hacían con nuestro patrimonio monumental, si bien los términos condenatorios los utiliza con habilidad, de manera que no son hirientes del todo; ahí se dejan ver sus reales posibilidades como aspirante a diplomático.

  En resumidas cuentas es un libro muy interesante, con una edición cuidadísima que incluye cuatro lecturas de otros tantos literatos que han estudiado a fondo la figura de nuestro paisano. A lo largo del trayecto por la Provincia, y acaso sea lo que más llame la atención, sale a relucir su cuestionable gusto por el arte arquitectónico que seguramente nos chocará cuando se ponga a escribir de -por poner sólo un ejemplo- la iglesia de Santiago de Peñalba.

  Fantástica colección esta de la Biblioteca Gil y Carrasco, y brillante ocurrencia la de Valentín Carrera de volver a poner en el candelero al más insigne de los escritores leoneses. Mi más sincera enhorabuena para ti.