domingo, 27 de abril de 2014
La CIUDEN en riesgo de liquidación
sábado, 19 de abril de 2014
Adiós Gabo
La profesora de literatura nos había encomendado la tarea de leer Cien años de soledad. Corría la primavera de 1981 en Ponferrada -lo recuerdo muy bien por las ventanas abiertas dando a la entonces nombrada calle del Capitán Losada- y yo jamás había oído hablar de Gabriel García Márquez, mucho menos de una novela con título tan descorazonador. Teníamos tres semanas justas para leer el libro y hacer un informe pormenorizado en cuanto a la trama, pero también sobre el boom de la literatura sudamericana, además de incidir con cierto calado en todo lo referente a ese novísimo término de Realismo mágico. Confieso que la sacudida fue enorme, y apenas había leído unas páginas. Fue algo similar a ver el mar por vez primera, o a la proclamación de una primavera adolescente. Aquello que leía alucinado no se parecía ni por asomo a otras obras. Era de una dimensión tan exuberante cuanto se narraba, de tal envergadura la historia planeada, y con la utilización de un lenguaje tan suculento como exquisito, que no me podía creer que eso también pudiera ser una novela al uso. De tal suerte que, con la emoción del nuevo hallazgo, además de la complejidad de la historia, al cabo de más de cien páginas me di cuenta de estar perdiendo el hilo argumental, y ello a pesar de ir apuntando en papel aparte el nombre y parentesco de cada personaje; así que decidí volver al principio, convencido de poder dominar la emoción que consumía cada espacio de mi cerebro en pos del raciocinio. Logré el propósito de una cierta equidistancia entre mi cabeza y la Novela hasta concluirla, pero desde aquel feliz encuentro el autor colombiano me atrapó para la eternidad. La lectura de los Cien años de soledad se tornó en catorce días de goce inenarrable. Justo un año después, en 1982, recibía el Premio Nobel de Literatura, lo cual venía a confirmar la grandeza y talento brutal del autor de Aracataca, ¿o Macondo?
Desde entonces la he leído dos o tres veces, y admito no ser muy original al decir que es una de mis tres novelas predilectas. Luego vendría el resto de su obra de ficción, de la cual es destacable El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, El Coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mama Grande, Relato de un náufrago, El General en su laberinto, etc. En torno a la obra de Gabo se pueden decir muchas cosas, aunque a mí se me ocurre una bien sencilla: es la reencarnación de la literatura en estado puro. Con él se precipita el denominado Boom, abriendo la puerta de las masas a autores de la otra orilla como Vasconcelos, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Carpentier, Rulfo, Onetti, Vargas Llosa, etc., de tal manera que los de aquí pudimos disfrutar del dominio casi perfecto del castellano por los de allá, en mi modesta opinión lo escriben y expresan mejor que los inventores españoles del castellano.
Ayer me pedía consejo mi gran amigo Pau -buen lector además de resignado pensador- en cuanto a una obra de Gabo digna de ser leída al margen de Cien años de soledad, Crónica de una muerta anunciada y El Coronel no tiene quien le escriba. Estuve por sugerirle Relato de un náufrago e incluso El otoño del Patriarca, pero después de sopesarlo me decanté por Del amor y otros demonios. Editada en 1994, es una novela más bien breve, de fácil lectura, y yo, pese a quien pese, la considero digna de estar entre el ramillete de sus obras cumbre. A través de sus páginas emerge el gran Gabo, un escritor maduro, con menos años por vivir de los vividos, mas con el genio fabulador intacto; con esa inventiva tan personalísima y verosímil que sólo está al alcance de los elegidos. El método utilizado para contar la historia de Sierva María de Todos los Santos es genuino, intransferible; y no obstante parece novedoso prodigio. Si los antecedentes de una niña muerta en un convento "por amor", exhumada tras muchos años de sepultura para reconvertir la antigua iglesia en hotel de lujo puede parecer un hecho insustancial, la intrahistoria de una víctima casi anónima comienza a tener su importancia al descubrir el esqueleto arrastrando una enorme cabellera de 22 metros y 11 centímetros de longitud. A partir de ese instante el genio creador de García Márquez se desborda como agua bendita. Para aquellas personas lectoras que todavía no han tenido la oportunidad de leer algún libro del colombiano y quieran hacerlo, ésta puede ser una novela adecuada.
Aquel trabajo de hace la friolera de 33 años me introdujo en el Mundo Gabo. A ti mil gracias por haberme hecho disfrutar como un enano con tu obra universal. Donde quiera que estés un abrazo eterno. Hasta siempre maestro.
sábado, 12 de abril de 2014
EVA AL DESNUDO
Eva Harrington transmuta desde una apariencia ingenua y angelical hasta el autoritarismo rayano en crueldad, convirtiendo su personaje en el paradigma de una fascinante teatralidad. La irrupción de la desconocida al comienzo de la "función", provoca en el ánimo del espectador una corriente afectiva hacia la joven mujer, pues entrevé en ella un desamparo mayúsculo. Me refiero al papel interpretado por Anne Baxter en la prodigiosa película Eva al desnudo de 1950, dirigida por el brillante Joseph L. Mankiewicz, sin dudarlo, la obra cumbre del celuloide en pleno apogeo del Star System sobre el teatro. El film disecciona con el simulado escalpelo de un cirujano, los entresijos, envidias, vanidades, egoísmos y hasta puñaladas traperas que pueden producirse sobre las tablas de un escenario cuando se trata de conquistar la gloria.
Viene a cuento la película porque, en cierto modo, la política, y mucho más en el tiempo presente, tiene algo de representación teatral o impostura que se acrecienta cuando alguno de los protagonistas ejecuta el papel inadecuado. Es el caso del actual ministro de Justicia. Durante muchos años la imagen del sr. Ruiz Gallardón fue la de un hombre templado, incapaz de perder jamás los estribos, diríamos hoy que centrado -incluso con inclinación al ala izquierda del Partido en opinión de muchos de sus conmilitones; también los simpatizantes socialistas lo calificaban como el rostro amable del PP-; culto y atildado, además de brillante orador. Con ese bagaje y la experiencia inmensa de sus muchos años en política, le sirvieron para convertirse muy joven en presidente de la Comunidad de Madrid y más tarde en alcalde de la Capital, además de pasar a ser serio aspirante a ministro llegado el momento. Bajo su mandato, Madrid pasó a ser la ciudad española más endeudada con diferencia abismal sobre la segunda; no obstante y a pesar de la oposición frontal de la sra. Aguirre, en las últimas legislativas no sólo fue en la lista electoral consiguiendo el escaño, sino que el sr. Rajoy le encomendó la cartera de Justicia. El antiguo fiscal de carrera ha logrado desde entonces o pretende, darle un vuelvo a la manera de entenderla/encauzarla. Bajo mi punto de vista, con la implementación de las tasas judiciales ha roto con el principio de igualdad. La Constitución dice en su artículo 119: <<La justicia será gratuita cuando así lo disponga la ley y, en todo caso, respecto de quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar>>, con lo cual me temo que se deje de ser cuidadoso con las personas más míseras. También está inmerso en la privatización del Registro Civil, además de pretender que en venideros asuntos de calado, sea un triunvirato de jueces el que dilucide sobre el delito; así que, en supuestos de tanta envergadura como los actuales de los EREs o Gürtel, serían tres los individuos que decidirían. ¿Pretende con ello agilizar la instrucción y posterior toma de decisiones, o por el contrario entorpecer la acción de la justicia en el preciso momento de romperse la unanimidad? Con tan solo unos 4500 jueces en España -uno de los países que más litiga de la UE, sino el que más-, me parece una irresponsabilidad ocupar a tres en un mismo asunto. En todo caso habría que aumentar significativamente la plantilla de jueces y facilitarle todos los medios indispensables. No es de recibo, por poner un ejemplo, que el el sr. Ruz se ocupe del enrevesado caso Gürtel/papeles Bárcenas -en torno a unos 60.000 folios de sumario de los que 17.000 ya no están bajo secreto-, y a un tiempo se "distraiga" en otros casos de enjundia. En mi modesta opinión debería ocuparse en exclusividad del primero.
Sin embargo, por lo que sin duda puede pasar a la historia de la infamia, es por la modificación en torno a la Justicia Universal. En estos últimos días hemos asistido al espectáculo de la puesta en libertad de 16 narcos por parte de los jueces sr. Andreu y sr. Gómez Bermúdez debido al vacío legal imperante tras la reforma. Es llamativa la hipocresía generalizada -me incluyo-, pues nos rasgamos las vestiduras al ver a muchos etarras o criminales fuera de prisión una vez cumplida la condena tras abolirse la doctrina Parot a instancias del Tribunal de Estrasburgo, y sin embargo no nos inmutamos al ver salir a la calle a individuos sin alma y que mercadean con la salud de miles y miles de personas, y en muchos casos habiendo pasado poco tiempo bajo rejas. Yo exijo a ciertos medios, particularmente de la prensa escrita y que están en el ánimo de todos, tanta combatividad como en su momento expusieron con los etarras puestos en libertad y que denuncien sin ambages las excarcelaciones de narcos, genocidas y demás calaña, evitando el sonrojo del silencio cómplice con el mando para no incomodar al poder económico. Como dice el enunciado, la Justicia debe ser Universal, por encima de límites geográficos o banderas.
Al final de la película, la ya encumbrada Eva Harrington recibe a una meritoria que le cuenta su vida. Ocupada en otras sutilezas, Eva no se percata de que la aspirante está a punto de repetir la historia que ella había protagonizado antes. Como a Eva, al sr. Ruiz Gallardón, preocupado por estar a bien con el sr. Rajoy y con las autoridades chinas -no olvidemos que ésta es una medida meramente política para obviar la masacre en el Tibet ordenada desde Pekín--, le pueden meter muchos goles por la escuadra en forma de excarcelados a mansalva mientras mira con disimulo para otro lado. Y es que no se puede obviar: el Ministro -ya lo decía su padre hace varios lustros a afirmaciones de un periodista que lo tildaba de conservador, replicándole don José María que: <<para hombre de derechas mi hijo Alberto>>- que en su juventud pudo pasar por un político con cierta conciencia social, es hoy un neoliberal como la copa de un pino.
jueves, 3 de abril de 2014
Bierzo, Ramón, Maragatería.
He tenido la oportunidad de leer Viaje al Bierzo Bajo y Memoria de un viaje a la Maragatería, ambos, libros de viajes inconclusos, publicados el pasado año por el Instituto de Estudios Bercianos al alimón con el Centro de Estudios Astorganos "Marcelo Macías". Ramón González Alegre -el villafranquino enjuto y alto, de sentimiento religioso legítimo, que no beato, de profundas convicciones sociales, conocido, y a un tiempo desconocida su obra para la mayoría de sus paisanos, además de morador constante en Vigo a lo largo de sus últimos 19 años de vida- no pudo acabar ninguno al fallecer a los 48, tras una prolongada enfermedad que día a día le iba debilitando. A pesar de la pena por no poderlos disfrutar como él hubiera querido, es decir: cumplidos en la totalidad de trayectos y lugares proyectados, Ramón nos deja al margen el legado de una extensa obra que abarca desde el género narrativo (novela, relatos), teatro, pasando por la poesía (también fue director de la revista Alba), libros de viaje, periodístico, hasta el ensayo y otros de difícil clasificación, amén de conferenciante impenitente, siendo aún hoy el escritor leonés con más obra publicada ciñéndonos a la edad de 48 años o menos.
A través de las pocas paginas, 118 incluyendo el brillante y esclarecedor Prólogo de Vicente Fernández -el poeta que proclamara a la Alameda de Villafranca, Jardín del Mundo y albergue de los ruiseñores-, bosqueja, o mejor, pregona al otro Ramón, el que hace el camino de retorno a la madre tierra. Ramón se vuelve más humano si cabe, y presintiendo la irremisible ausencia terrenal, intuyendo el fin, acaba abrazando por completo la causa de los más miserables, una comuníon en toda regla. Ya no es aquel poeta que cantaba con la inspiración y placidez de la dicha -a pesar de que alguna pincelada de lirismo narrativo se deslice entre las hojas, inevitable en un espíritu perseguido por los versos-, sino un hombre sencillo con la necesidad de disolverse entre aquellas gentes, pero también de denunciar a través de un lenguaje directo y descarnado, la calamitosa vida de los habitantes Burbia arriba; y de la mísera supervivencia en los pueblos más allá del Manzanal. Refiriéndose a los primeros, Ramón escribe, como si fuera en un edicto, que se tomen las medidas indispensables para redimir a los habitantes de Paradaseca y otros lugares próximos -me viene ahora a la memoria esa frase omnipresente del malogrado Gilberto Núñez Ursinos el Bierzo irrdento-, por ser inhumano el vivir en "las casas de palla" o pallozas, revueltos los humanos con las bestias, y sin dieta adecuada y suficiente. <<No puede ser que más de un tercio de la población esté enferma, abunde la gente con bocio, incluso hay algunos "papudos enanos"; menudee el cretinismo y que nadie tenga seguro médico. Por si no fuera suficiente, las vías de comunicación son tercermundistas, algo que se hace patente cuando la mayoría de vecinos no han viajado jamás hasta Villafranca>>, viene a decir.
El viaje por tierras bercianas lo realiza en 1967 y 1968 -año de su muerte-, si bien sólo deja constancia escrita del primero, ideado para la visita a más localidades ancaresas y que se verá obligado a interrumpir en Paradaseca debido a la salud precaria, la cual se debe resentir más aún por el empeño de hacerlo a pie. El del año siguiente lo hace en Land Rover, pero ya no tiene fuerzas ni tiempo para transcribirlo. El otro Ramón de Villafranca, Carnicer, había publicado tres años antes, Donde las Hurdes se llaman Cabrera, un libro desasosegante y que dejaba al descubierto las penurias de los cabreireses en aquellos años del "desarrollismo" y la emigración, a la postre una obra que le supuso variados quebraderos de cabeza teniendo en cuenta el poder vergonzante de la Censura. Su tocayo, con idéntico compromiso y compasión por los desamparados, se percata de que no hace falta alejarse tanto de Villafranca, pues a la vuelta de la esquina, 12,5 Km., está el fin del mundo, es decir: el yugo de la miseria, del analfabetismo y de la injusticia social. Era la Paradaseca de aquellos años, hermosa y cruel a un tiempo.
A la Maragatería se refiere en un tono más plano en consonancia con el terreno que pisa, tal vez menos enojoso de leer el lector; pero el sonsonete, ese de la pobreza, del terreno agostado o de la emigración, de los arrieros en riesgo de extinguirse y de la tierra sin futuro, suena igual de quejumbroso.
Ciertamente es un privilegio su lectura, un grato acierto por parte de ambas asociaciones culturales la publicación de este testimonio escalofriante hecho libro -su publicación para ABC en cuatro entregas, fue vetada por la Censura del Régimen y/o por la propia del Diario-, un libro que nos debiera provocar una reflexión en cuanto a aquellos tiempos siniestros de hace menos de medio siglo, tiempos -al menos para una parte importante de españoles- aciagos si se contraponen a los actuales, a pesar de los pesares y de la crisis. Por ello, no estaría de más su lectura, y al finalizarla, preguntarnos con alguna asiduidad por nuestros ancestros, teniendo presente de dónde venimos.
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