viernes, 27 de marzo de 2015

Fragmento de Adagio 123

  Hubo un breve momento de silencio sepulcral. De las galerías contiguas nos llegaban pasos rumorosos apenas perceptibles. Arnáiz, que parecía mostrarse más impaciente, al menos por su manera de bambolear las gafas de sol por una de sus patillas, se rascó en una de las sienes, al tiempo de imaginárnoslo reflexionando. Al cabo, habló:

  "Está bien. Vosotros sabéis algo gordo y no me lo queréis decir sin recibir antes una contraprestación, ¿no es eso?"

  "Algo así -le contestó Feli."

  "Y ¿cuánto vale esa información?"

  "Mira tú. Para que la empieces a valorar en su justa medida, ¿qué te parece para empezar el nombre de Fidel? -le dijo Feli sin variar un ápice su entonación, como dando muestras de una frialdad sin igual-. Tal vez te suene el nombre."

  "Ya entiendo. Alguien de la familia te ha encargado descubrir a su paradero y has averiguado cosas importantes. No quiero discutir más sobre el asunto, me aburre. Dime todo cuanto sepas y marca el precio; cuanto antes acabemos, mejor."

  Como el Comisario no alcanzaba a valorar -o eso nos pareció- todo cuanto conocíamos al respecto, tu padre, incapaz ni siquiera de parpadear ante la magnificencia de la obra del Greco, volvió a meter más carga de profundidad a sus palabras:

  "¿Qué me dices de Amina y Alina?"

  Al fin, al mentar el nombre de las haitianas, Arnáiz pareció caer en la cuenta de ser nosotros quienes teníamos la sartén por el mango.

  "Por tanto, sois vosotros quienes tenéis encerrados a las chicas y a Fidel. Supongo que también a Clemente. Por si lo ignoráis, el secuestro es un delito muy grave. ¿Por qué no me dices de una vez qué pretendes?"

  Hubo un momento de mutismo aprovechado por tu padre para sacar de uno de los bolsillos de la americana un envoltorio diminuto conteniendo un puñado de burundanga. Mientras se lo extendía al Comisario, ni un instante dejó de taladrar impertérrito el enorme cuadro con aquel señor tan incorpóreo. Al ver el contenido, a Arnáiz le faltó tiempo para envolverlo a toda prisa y prevenirle por si se había vuelto loco mostrando aquello delante de tanta cámara de seguridad. Más calmado tras el riesgo de ser descubierto, una vez tu padre había retornado la droga al bolsillo interior de la americana, el Comisario tomó de nuevo la palabra, sin disimular más tiempo.

  "Así que estáis al corriente de todo el tejemaneje. No sé cuáles son tus peticiones y si sólo pretendes el silencio a cambio de una buena cantidad de dinero. Saber sabes algunas cosas; y pese a todo no tienes pruebas concluyentes contra mí. Como detective que eres y antiguo policía, también estarás al corriente de que no sólo el secuestro, también el allanamiento de morada es un grave delito tipificado en el Código Penal..."

  (Fragmento correspondiente a parte de las páginas 92 y 93

miércoles, 18 de marzo de 2015

EL DESENCANTO

  A mi parecer, El Desencanto es otro de los grandes hallazgos de la cinematografía española. En la cinta, a medio camino entre el documental o docudrama y unas memorias hechas imágenes, trasciende sin subterfugio el estado anímico de la familia en aquel presente de 1976, el del desencanto. A través del ruido de una grabadora y de la foto antigua con que da inicio el largometraje, se puede profundizar en la mente de los cuatro protagonistas. Sus rostros muestran a personas aisladas en sus mundos, a individuos que ya presagian una desilusión latente y la imposibilidad de comunicarse. Se manifiesta así el triunfo ensordecedor de la soledad. 

  Rodada a lo largo de un año por el madrileño Jaime Chávarri, autor también del guión, quizá sea su mejor obra y a la postre un enorme legado para la historia del cine español. Según parece, Chávarri, buen amigo de Michi, el hermano menor de los Panero, se dejó convencer por éste para que se pusiera manos a la obra. Y lo que en principio iba a ser un cortometraje rodado en un manicomio, devino en un acercamiento descarnado al clan con cuna en Astorga.

  La trayectoria vital de la viuda Felicidad Blanc y sus tres hijos no tiene desperdicio alguno. Partiendo del fallecimiento en 1962 del patriarca Leopoldo Panero (falangista, poeta cercano al régimen y con cargo importante en el Instituto de Cultura Hispánica), los cuatro sobrevivientes hablan en torno a la influencia determinante en sus vidas del poeta muerto. Felicidad, la esposa, habla desapasionada de su relación con el poeta y la camarilla de amigos, entre ellos los poetas Luis Cernuda o Luis Rosales. A lo largo del discurso de una mujer tan culta surgen frases impactantes, como esa en la que admite haberse enamorado de Leopoldo al imaginarlo ya mayor junto a ella. Por otra parte, los tres hijos hablan sin tapujos de un padre autoritario, de una madre inconstante y de ellos mismos como poco menos que escoria. De hecho, en otra frase sin desperdicio, Michi cree que ellos serán los últimos Panero vivos, pues el apellido está abocado a la desaparición por culpa del alcoholismo, la locura, etc.

  Admito que esta obra es una de mis debilidades. Cuando la vi por vez primera en 1981 me quedé desorientado, sin atreverme a un juicio justo, aunque sabiendo que allí había algo más que un documental al uso. Tras posteriores visionados ya no me cupo la menor duda de su grandeza. Galardonada por el Círculo de Escritores Cinematográficos, también obtuvieron los hermanos Panero el reconocimiento por parte de Fotogramas como los mejores actores de aquel año. Cabe destacar que esta es la última película que sufrió las injerencias de la Censura, que cortó algunos de los diálogos de Juan Luis alusivos a su estancia en la cárcel y a la sexualidad.

  Como ya dije antes, la dirección y guión son de Chávarri, la fotografía espléndida en blanco y negro corresponde a Teo Escamilla y la producción es del prolífico Elías Querejeta.

sábado, 14 de marzo de 2015

A MEDIO GAS

  De gratísima se puede calificar la lectura de esta novela escrita por Manolo García Álvarez. A medio gas es un compendio certero del tiempo presente, donde se dan la mano el apresuramiento y la fugacidad, el individualismo y las ansias de triunfo a cualquier precio, también lo banal y la levedad; A medio gas es la bofetada perfecta, un crochet impactando en mitad de nuestra conciencia adocenada.

  Para quien se sumerja en las páginas de este libro -algo, se mire por donde se mire, muy recomendable-, puede suponer un soplo de aire fresco, dado que el autor, más allá de su intencionalidad de hacer pasar un rato de entretenimiento a sus lectores, plantea algo más profundo y que debería hacernos recapacitar, como es el devenir de nuestras propias vidas. ¿Realmente estamos satisfechos de nuestra existencia? ¿Estaríamos dispuestos a dimitir de nosotros mismos a cambio de otra vida más útil? Óscar, el protagonista de A medio gas, pertenece a la fauna de los conformistas y mediocres, sin que de momento se haya atrevido a romper con su anodina pareja o con una madre vengativa dispuesta a hacer la puñeta, incapaz de renunciar a unos amigos insoportables o al trabajo nada enriquecedor.

  En ocasiones, alguien decepcionado de sí mismo, da con la espita adecuada para romper con su antigua vida e iniciar otra nueva más auténtica. En el caso de Óscar hay un accidente llamado pollo al chilindrón y que viene desde el aire, golpeándole, mejor dicho, zarandeándole la cabeza hasta hacer de él un hombre nuevo, resolutivo, audaz. A ese cambio contribuye la irrupción de un mago o prestidigitador en el lugar del accidente y que atiende por el nombre de Darío, un hombre que hace tiempo se ha desligado de cualquier tipo de mediocridad.

  Sin ningún género de dudas A medio gas es una lectura muy recomendable. Mi más sincera enhorabuena al autor.