miércoles, 18 de marzo de 2015

EL DESENCANTO

  A mi parecer, El Desencanto es otro de los grandes hallazgos de la cinematografía española. En la cinta, a medio camino entre el documental o docudrama y unas memorias hechas imágenes, trasciende sin subterfugio el estado anímico de la familia en aquel presente de 1976, el del desencanto. A través del ruido de una grabadora y de la foto antigua con que da inicio el largometraje, se puede profundizar en la mente de los cuatro protagonistas. Sus rostros muestran a personas aisladas en sus mundos, a individuos que ya presagian una desilusión latente y la imposibilidad de comunicarse. Se manifiesta así el triunfo ensordecedor de la soledad. 

  Rodada a lo largo de un año por el madrileño Jaime Chávarri, autor también del guión, quizá sea su mejor obra y a la postre un enorme legado para la historia del cine español. Según parece, Chávarri, buen amigo de Michi, el hermano menor de los Panero, se dejó convencer por éste para que se pusiera manos a la obra. Y lo que en principio iba a ser un cortometraje rodado en un manicomio, devino en un acercamiento descarnado al clan con cuna en Astorga.

  La trayectoria vital de la viuda Felicidad Blanc y sus tres hijos no tiene desperdicio alguno. Partiendo del fallecimiento en 1962 del patriarca Leopoldo Panero (falangista, poeta cercano al régimen y con cargo importante en el Instituto de Cultura Hispánica), los cuatro sobrevivientes hablan en torno a la influencia determinante en sus vidas del poeta muerto. Felicidad, la esposa, habla desapasionada de su relación con el poeta y la camarilla de amigos, entre ellos los poetas Luis Cernuda o Luis Rosales. A lo largo del discurso de una mujer tan culta surgen frases impactantes, como esa en la que admite haberse enamorado de Leopoldo al imaginarlo ya mayor junto a ella. Por otra parte, los tres hijos hablan sin tapujos de un padre autoritario, de una madre inconstante y de ellos mismos como poco menos que escoria. De hecho, en otra frase sin desperdicio, Michi cree que ellos serán los últimos Panero vivos, pues el apellido está abocado a la desaparición por culpa del alcoholismo, la locura, etc.

  Admito que esta obra es una de mis debilidades. Cuando la vi por vez primera en 1981 me quedé desorientado, sin atreverme a un juicio justo, aunque sabiendo que allí había algo más que un documental al uso. Tras posteriores visionados ya no me cupo la menor duda de su grandeza. Galardonada por el Círculo de Escritores Cinematográficos, también obtuvieron los hermanos Panero el reconocimiento por parte de Fotogramas como los mejores actores de aquel año. Cabe destacar que esta es la última película que sufrió las injerencias de la Censura, que cortó algunos de los diálogos de Juan Luis alusivos a su estancia en la cárcel y a la sexualidad.

  Como ya dije antes, la dirección y guión son de Chávarri, la fotografía espléndida en blanco y negro corresponde a Teo Escamilla y la producción es del prolífico Elías Querejeta.

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