miércoles, 29 de noviembre de 2023

Gabriela, clavo y canela

 

No cabe la menor duda en cuanto a la maestría del autor brasileño Jorge Amado. Pero eso no es lo mejor, porque si algunos eruditos y críticos han puesto en tela de juicio su técnica (al menos en esta novela), no es menos cierto que, bajo mi punto de vista, la novela está estructurada de forma impecable, sin que se perciban fallas en la carpintería que mantiene firme la trama a lo largo de sus más de quinientas páginas. Por no comentar el indudable acierto, bajo mi punto de vista, de la proliferación de personajes que, sin llegar a ser profundos, ayudan y de qué forma a conocer tan bien como sus habitantes las costumbres y forma de vida de Ilhéus. 


  Porque al fin y a la postre es Ilhéus el protagonista esencial de esta historia tan maravillosamente narrada por Jorge Amado (tal vez el escritor más internacional y reconocido de Brasil). El título es inequívoco al mencionar a Gabriela como la indiscutible figura; sin embargo, a pesar de su importancia capital para la novela, la localidad de Bahía es el escenario por el cual transitan los viejos y los nuevos tiempos: el pasado, colonizado por "coroneles" y ricos hacendados, por pistoleros y matones, por calles sin asfalto o carencia de restaurantes; y el futuro, donde la ley comienza a tomar fuerza -al menos eso se trasluce al final de la novela con la condena al "coronel" Jesuíno Mendonça por haber matado a la esposa y su amante-, se ejecutan las obras en la barra para que puedan entrar al puerto las grandes embarcaciones, se construyen nuevos cines, se lanzan periódicos y levantan bibliotecas, dando carta de naturaleza al progreso en busca de un espacio para ser el protagonista. 


Gabriela, clavo y canela (1958) es un canto a la vida y a la esperanza, siendo su obra más celebrada de entre sus más de veinte novelas. Tal vez la clave de su rotundo éxito (más de ochenta ediciones, además de estar traducida a treinta y dos idiomas, y haber cosechado múltiples premios), estribe en la sencillez de contar los variados sucesos, además de la benevolencia con que trata a todos sus personajes, incluyendo los más retorcidos y testarudos. Pero también a la imprevisibilidad, es decir: a la facilidad que sus lectores tenemos de ponernos en lo peor cuando se han saltado todas las líneas rojas, para enmendar el autor nuestras suposiciones más negativas pocas páginas después, haciendo que triunfe algo tan impensado como es la dicha. 


Como anécdota a destacar es que fue tan enorme el éxito y revuelo de la publicación, que muchos de sus compatriotas que se embarcaron en sacar adelante un bar, a este lo bautizaron con el nombre de la mulata. Una mulata, eso sí, capaz de quitar el hipo al más estoico de los hombres según se desprende de las páginas.  


Una novela en resumidas cuentas que debe ser leída por quien se considere lector empedernido. Quien lo haga no se arrepentirá de una aventura tan sugestiva, mientras se sumerge en el goloso negocio del cacao, porque ¿a quién no le agrada disfrutar de un buen chocolate hecho con el cacao de Ilhéus?