domingo, 30 de abril de 2017

Flor de saúco

  Admito la intencionalidad al demorarme en la finalización de la lectura del libro que me ocupa. Tanto era el placer de reconquistar el espacio y las costumbres ancaresas, que me daba lástima llegar a la última página. Y es que Flor de saúco no es otra cosa que un libro de viajes crepuscular, o esa es la sensación que ha dejado en mi ánimo. Porque Andrés Martínez Oria, el salmantino afincado casi toda su vida en Astorga, ha vuelto a publicar un nuevo libro de viajes para añadir a su tetralogía sobre el género; si bien, para la ocasión, "el caminante" se deja llevar por una añoranza proclamada en las postreras páginas, aunque confirmada mucho antes capítulo a capítulo, sin disimulo. Porque el autor siente un amor sincero por esas tierras de más arriba que cobijan localidades como Villasumil, Sorbeira, Candín, Suárbol, Balouta, Villarbón, pequeños espacios para la magia, tierras  donde el tiempo ha dejado de viajar, o al menos lo hace con pachorra, lo cual favorece una mayor capacidad de reflexión a los nativos, su comunión o simbiosis perfecta con la naturaleza, y hasta la lógica de la inventiva, o a saber, de manera que los trasgos y otros duendecillos pueden muy bien asentarse en cuevas, fuentes o en medio del bosque animado, para disfrute de los ancareses y envidia de quienes por circunstancias de la vida somos urbanitas.

  De la mano de Martínez Oria, lo juro, he caminado con gozo olvidado por esas tierras que proclaman una forma de vida antigua, más humanizada, mucho menos estresante; cuidada con esmero y a cambio de nada por aldeanos, hombres de una pieza, sin dobleces, aunque en ocasiones, el autor haya tenido que vérselas con parroquianos malencarados o habitantes recelosos, muy pocos.

  A lo largo del libro, "el caminante" describe con todo lujo de detalles los accidentes geográficos más característicos del terreno que pisa, y yo lo vivo como si estuviera caminando a su vera, "padeciendo" los calores, las pendientes y descensos de aquel incipiente verano de 2006. E intervengo en las conversaciones que él tiene con aquellos ancareses de hace un decenio: emigrantes, pensionistas, algunos jóvenes, emprendedores hosteleros, ganaderos y taxistas. Y también disfruto como Andrés al meditar en la riqueza que esconde el habla de aquellos lares. Sintiendo la misma tristeza que siente "el caminante" al llegar a la linde gallega de Piornedo, porque sabe que el trayecto ha llegado a su fin, porque piensa con pesar que a muchas gentes que se cruzaron en su camino ya no las volverá a ver. Porque, en resumidas cuentas, al fin es consciente de que, a pesar de la dureza de las caminatas, atemperadas por la exuberancia del entorno, al final queda el ineludible retorno a la vida acelerada; y en el recuerdo, en un recóndito pliegue del cerebro, cinco inolvidables jornadas vividas con intensidad.

  Como no deja de hacer "el caminante" a lo largo de las más de doscientas páginas, yo también reivindico el derecho y la obligación de preservar el medio rural a fin de que no desaparezca ni una sola aldea, más tratándose de una tierra tan singular como es la ancaresa, con sus costumbres, sus pallozas y sus moradores. Reclamo a quien corresponda, la preservación de esta zona única de nuestra comarca.

  Mi más sincera enhorabuena al autor por su libro, y también al Instituto de Estudios Bercianos y al Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías, por la magnífica edición. Recomiendo sinceramente su lectura.

sábado, 15 de abril de 2017

XIXè Menorca Jazz

  Que Menorca adora la música y entre otras muchas manifestaciones sonoras, el Jazz, es una evidencia puesta de manifiesto por enésima vez, ayer mismo. En el Casino Nou de Ciutadella, se daba el pistoletazo de salida a la 19 edición, organizada de nuevo por Jazz Obert, y con el patrocinio de infinidad de firmas locales. El local estaba prácticamente lleno de un público espectante, deseoso de que el cuarteto iniciara la velada musical, la cual comenzó con 10 minutos de retraso sobre las 22:00, la hora prevista. Público de diversas edades -si bien abundaba el que comprende la franja que va de los 30 a los 55- y procedencias, con inquietudes a veces divergentes, por no decir claramente sensibilidades opuestas en el asunto musical, nos dábamos cita en, probablemente, el local más adecuado para este tipo de eventos, al menos si nos circunscribimos a Ciutadella.

  El honor de abrir esta nueva edición, le correspondió a David Mitchell Quartet, que contó con la colaboración especial del saxofonista y clarinetista de origen sueco, Fredrik Carlquist. El guitarrista americano Dave Mitchell y el sueco, hace años que viven en Barcelona, así que, antes del concierto de ayer, ya habían colaborado con asiduidad, hasta el punto de haber grabado juntos algunos discos. El cuarteto lo completaban el contrabajista Peter Loewe y el batería Caspar St. Charles. De ellos se puede decir que forman uno de los grupos más populares del panorama jazzista barcelonés, atendiendo fundamentalmente a un tipo de jazz más asequible, como dejó claro al principio del concierto el guitarrista de Kansas City. Así que el cuarteto frecuenta los sonidos, no tan complejos, facilitados por el swing, la bossa nova o el hard bop, alejándose de corrientes como el jazz progresivo o el free jazz.

  Tras el primer tema de la decena interpretada por los artistas, se ponía de manifiesto -como dejó entrever Mitchell-, la influencia que en él ha tenido, fundamentalmente el guitarrista de color Charlie Christian, un hombre decisivo en la consolidación del Swing como movimiento acomodaticio del Jazz, incidiendo en la carrera de otras celebridades como Wes Montgomery; y eso a pesar de morir con tan solo 25 años. En cuanto al saxofonista y clarinetista Carlquist, la influencia es claramente heredera de Stan Getz.

  Para el recuerdo quedan clásicos como Tis Autum, compuesto por Henry Nemo e interpretado antes por estrellas como Nat King Cole, Chet Baker, Bill Evans o Joe Pass; o Blue 'n' Boogie de Dizzy Gillespie, dando muestra fehaciente de una compenetración y profesionalidad fuera de toda duda. Y si Mitchell y Carlquist, obviamente son los que llevan el peso solista, yo no me puedo olvidar de la sección rítmica compuesta por Peter Loewe y Caspar St. Charles, espectacular durante los 95 minutos ininterrumpidos de concierto, arrancando del público calurosos y sinceros aplausos.

  Para finalizar, una reflexión en forma de preguntas referidas al Jazz. ¿Por qué esta música exuda cierta pesadumbre, incluso a través del más enloquecido Be Bop? ¿Tal vez que sus orígenes procedan de la comunidad negra de Nueva Orleans y los hayan introducido en un ADN único, sea la razón?

domingo, 2 de abril de 2017

The Joshua tree


  El pasado 9 de marzo se cumplían 30 años de la publicación de The Joshua tree. El álbum supuso para los irlandeses el paso decisivo, traspasar el rubicón, dejar de ser un grupo solvente y respetado, sin más, para convertirse en estrellas mundiales. Atrás quedaban 11 años de momentos duros, incluido conato de disolución (Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. habían parido a U2 en 1976, en la capital de Irlanda), con un inicio confuso que bebía del post-punk, y la búsqueda incesante de un sonido único, inimitable, sonido que ya se vislumbraba en discos precedentes, como War, de 1983, o The unforgettable fire, de 1984; pero que no plasmaron con rotundidad hasta este 5º álbum de su carrera. Por aquel 1987, hasta eran considerados mejores músicos de directo que de estudio. No obstante, tras una década de búsqueda incesante, U2 estaban preparados para encandilar al mundo del rock. Bono se convierte, definitivamente, en el líder de la Banda y en uno de los vocalistas más emotivos e inconfundibles. Sus letras son comprometidas, muchas veces llenas de potente carga social. The Edge pasa a ser el estilista del grupo, quien le da el personalísimo toque instrumental a través de una forma tan poco habitual de tocar la guitarra. Mientras el bajo Adam Clayton y el batería Larry Mullen Jr., sin que fueran unos virtuosos del instrumental, pasan a integrar una de las secciones rítmicas más competentes del mundo del rock.

  The Joshua tree (produccción a cargo del cerebrito, Brian Eno, y Daniel Lanois), se abre con uno de los cortes más conmovedores y emocionantes de toda la historia. Where the streets have no name comienza con una introducción espectacular, compleja por parte de The Edge, ya que está compuesta en dos compases distintos y se producen cambios frecuentes de acordes; y prosigue con letras nada convencionales, que exploran la posibilidad de identificar la religión y procedencia de una persona, a partir de la calle en que vive, ¿de Belfast, tal vez? Pero si el primer corte supone un hito de U2, con el siguiente, still haven't found what i'm looking for, un gospel como una catedral de grande, los irlandeses alcanzan la universalidad, aceptando su talento y el reconocimiento por parte de infinidad de seguidores de otros estilos musicales. Temas inolvidables, como el intimista With or without you, Bullet the blue sky, In God's country, o la oscurísima Exit , terminan por completar la obra más exitosa y vendida de U2.

 El disco se tardó en rematar 6 meses, si bien, la mitad de las sesiones de grabación, se les fue en alcanzar la versión más adecuada para Where the steets have no name, icono de los directos del grupo y que, a buen seguro, no ha de faltar en su próximo concierto del 18 de julio en Barcelona. A día de hoy, la revista Rolling Stone lo tiene clasificado en el puesto 26 entre los 500 mejores discos musicales de la historia. Por su parte, HM Magazine, lo sitúa como el primero del top 100 de los álbumes de rock cristiano de todos los tiempos. El trabajo fue en su momento nº 1 en 22 países, además de suponerles su primer grammy como mejor disco del año. Este árbol de la contraportada corresponde al parque nacional de árboles de Josué, en California, de ahí el título de la obra.

  Disco imprescindible e imperecedero del cuarteto originario de Dublín.