miércoles, 24 de febrero de 2016

CINEFRANCA

  Un año más Villafranca se dispone a homenajear al cine del bueno a través del Cinefranca 2016. Los amantes del séptimo arte tienen una cita ineludible a partir del próximo 26 y durante todo el fin de semana, con la gran pantalla. Ocho proyecciones de películas conocidas, unas más que otras, irán llenando de contenido a uno de los espectáculos visuales por antonomasia. La selección, creo, es heterogénea, sin buscar un tema específico sobre el cual desarrollar los contenidos de los films. Así se presentan películas de gran contenido social, comedia sofisticada, obras de culto y de difícil calificación, o humor corrosivo.

   Bajo mi punto de vista hay dos películas que descuellan sobre las demás: Ciudadano Kane y La quimera del oro. La primera -se emite el viernes 26 a las 22:00 h.- es una obra maestra y la ópera prima del genio creador de Orson Welles. De hecho, algunos de los críticos más célebres, la sitúan como la mejor de la historia; no obstante, no hay discusión al situarse esta de 1941 en el top ten. La película muda de Charles Chaplin de 1925, es otra de las grandes recreaciones de Charlot, con escenas inolvidables, como esa donde nuestro protagonista se come una suela de zapato para "engañar" al hambre. Cierra el festival y se emite el domingo 28 a las 12:30 h., con piano en directo a cargo de Ricardo Casas. Junto a las mencionadas como indispensables, a mí hay una película/documental que me apasiona, y no es otra que La sal de la tierra, film de 1954 de Herbert J. Biberman -se pasa el sábado 27 a las 10:00 h.- y que denuncia las penurias de unos mineros abocados a la huelga. También El club de la lucha de 1999 -se proyecta el sábado 27 a las 17:00 h.- plantea la creación de algo muy original, y por descontado la de Éxito a cualquier precio -se emite el domingo 28 a las 9:45 h.- una denuncia sin miramientos a la competitividad mal entendida y al materialismo desbocado. Sin olvidar una de las grandes películas españolas de siempre, Plácido, con esa mordacidad propia del maestro Berlanga de la que ya hacía gala en 1961, y que se proyectará el sábado 27 a las 20:00 h. En cuanto a las cintas de Medianoche y Corazón verde (no confundir esta última con Tras el corazón verde) no las he visto y no puedo dar mi opinión, pero parecen tener buena pinta.

  El festival se complementa con coloquios y con la presencia de reconocidas personalidades, además de "botillada voluntaria", "apertura del ambigú y desayuno" o "tertulia en la chimenea y copas" (ver programa completo de actividades). Animo a todos mis paisanos a que se acerquen al teatro para disfrutar de estas películas que ciertamente merecen la pena.

  Mi más sincera enhorabuena a los promotores de este evento que espero tenga gran éxito de asistencia, además de su continuidad en años venideros. ¡Felicidades!


lunes, 15 de febrero de 2016

ABRE LOS OJOS

  Abre los ojos supone en cierto modo una ruptura casi absoluta con el cine que se venía haciendo en España hasta 1997. La Película, es indiscutible, bebe de la estética cinematográfica norteamericana; de hecho, 4 años después, Hollywood hacía un remake con el título de Vanilla Sky, ciertamente sin la brillantez de la película de Amenábar, la cual supuso su consagración tras la cámara después de la no menos sorprendente Tesis, su ópera prima.

  Al comienzo el argumento evoluciona con naturalidad. César (Eduardo Noriega), un joven atractivo y rico, disfruta de su casa de lujo y relaciones esporádicas con jóvenes. Una noche, durante una fiesta en su casa, conoce a Sofía (Penélope Cruz) y se enamora de ella. Nuria (Najwa Nimri), una amiga celosa por la competencia, decide despeñar el coche que conducía, muriendo ella y quedando la cara de César desfigurada. A partir de ese instante, el argumento deja la línea recta y comienza a dar giros cada vez más sorprendentes, con el desenlace final que ningún espectador se habría imaginado jamás.

  Probablemente Abre los ojos suscita en quienes la han visto, la eterna dicotomía de realidad/ficción, ensoñación/desengaño, pues a lo largo de los 117 m. de metraje, las certidumbres y los sueños se superponen con una maestría que uno no sabe muy bien por dónde pueden evolucionar a lomos de las posteriores escenas. Pero Abre los ojos va mucho más allá de su brillante estilismo o de la ingeniosidad indudable del guión (Alejandro Amenábar y Mateo Gil), pues nos invita a una reflexión en cuanto al valor deformador de la imagen que tenemos, o a esa metáfora cierta de que en muchas ocasiones nos revestimos con otra careta para esconder la auténtica.

  El Film nos deja escenas inolvidables, como la inicial con la Gran Vía desierta, la que transcurre en la discoteca, aquella en que se le aparece Sofía (un claro homenaje a Vértigo de Hitchcock) o la del final. También una dirección sin concesiones y un más que acertado montaje, sin olvidar la buena interpretación de Noriega y Nimri.

  En su momento, la Película costó poco más de 2 millones de euros de los de ahora, y hasta la fecha ha recaudado más de 6.000 millones. Estuvo nominada a 10 Premios Goya en 1999, entre ellos a mejor película, mejor director, mejor guión o mejor actor principal, y a pesar del éxito de crítica y público, no obtuvo ninguno. Si consiguió el premio a la mejor película en el Festival de Tokyo, además de llevarse una mención especial a la dirección en el Festival de Berlín.

  Sin ningún genero de dudas nos encotramos ante una de las películas fundamentales del cine español de los últimos 25 años, además de suponer un punto de inflexíon para renovar la nueva narrativa cinematográfica iniciada en los años setenta. Sin ella no se puede comprender la evolución de su director Alejandro Amenábar hacia empresas más ambiciosas y originales.

viernes, 5 de febrero de 2016

Rayuela

  Desde que salió publicada en Buenos Aires en 1963, la novela Rayuela pasó a convertirse en una especie de bofetón en la cara de cualquiera lector que entrara en contacto con ella; antinovela como predican los críticos, contranovela como advierte el autor, o simple y llanamente una deconstrucción literaria. Porque este libro no es apto para cualquiera acostumbrado a la lectura convencional, donde prima un argumento, o una línea narrativa más o menos comprensiva desde un punto de vista racional. Cortázar pretendía algo así como que Rayuela fuera volver del revés una trompeta, entender una estrella, la lucidez estúpida del puntín, ese instante previo a perder el discernimiento por las copas de más; o la disposición absoluta para dejarte llevar por momentos sublimes y otros que parecen sus quedadas o guasas con el fin de desconcertarte. Rayuela es además una sobredosis de intelectualismo donde caben infinitos discos de jazz, profundas reflexiones sobre la vida, citas de escritores, filósofos; una búsqueda enfermiza por parte de Horacio Oliveira (el protagonista) del otro Horacio Oliveira al margen del espacio tiempo, acaso apartado del libro, y envuelto en el ineludible existencialismo tan en boga en la década de los 60. Pero no solo eso, también se convierte en un homenaje a la ciudad de París y su infinidad de bares <<París es una metáfora>> se dice en el libro.

  Yo pienso que la obra cumbre del argentino nacido por circunstancias en Bélgica, guarda entre sus páginas, párrafos de una clarividencia y al tiempo insensatez, que deben de abrumar a cualquiera que se considera con la cabeza bien amueblada. Hay fogonazos, muchos, que por narices te obligan a replantearte el existir tal como lo concebimos. Hay narración, poesía, frases cargadas de profundidad, idiomas inventados, supuestamente alter egos del autor (Morelli), un club de intelectuales llamado El Club de la Serpiente, mate a paladas y cafés revestidos de erudición, además de una mujer que es única, pues ¿quién no termina enamorándose de alguien así, que en cierto modo es pedestre y a un tiempo el miembro más etéreo de todos los que conforman ese Club revestido de sabiduría?

   Tal vez lo que más llama la atención al principio de la lectura, es esa posibilidad de leer la obra de varias formas: del primer al último capítulo correlativos, tal como nos invita el autor y queda plasmado al principio, leyendo los capítulos importantes y prescindiendo de la parte titulada De otros lados, o bien hacerlo saltando de uno a otro capítulo al azar. Cuando la leí por vez primera, hace no sé cuantos años, lo hice atendiendo a la recomendación de Cortázar. Ahora que la he vuelto a leer, seguí el camino de la pura casualidad. Sin embargo, si alguien quiere leer Rayuela por vez primera, mi consejo es que antes se asesore a través de las redes sociales, con el fin de tener una idea más clara en lo que se refiere al pretendido argumento y demás "parafernalia" que acompaña a los protagonistas de esta obra tan inmortal como controvertida.

  Muchos de los estudiosos la incluyen en el Realismo Mágico, otros la consideran surrealista, y algunos más la aupan al grupo de las inclasificables. Lo que sí es una evidencia, es la de su tremenda contribución a la eclosión de lo que se ha venido en denominar el boom de la literatura hispanoamericana/latinoamericana. Bajo mi punto de vista es cierto que hay capítulos de escasa trascendencia y hasta incluso pueden parecernos pedantes, pero esos otros donde no te queda otra que reflexionar y mirarte hacia dentro, valen por todo lo demás. En todo caso, cuando algo se nos escapa por ser demasiado profundo, nos queda el consuelo de que a la Maga le ocurre lo mismo cuando entabla conversaciones trascendentes con El Club de la Serpiente, y hasta con el propio Horacio. A veces, para comprender la obra, se necesita más de una lectura, pero vale la pena. Los incondicionales de Rayuela la han leído en tres, cuatro y hasta cinco ocasiones.