lunes, 15 de febrero de 2016

ABRE LOS OJOS

  Abre los ojos supone en cierto modo una ruptura casi absoluta con el cine que se venía haciendo en España hasta 1997. La Película, es indiscutible, bebe de la estética cinematográfica norteamericana; de hecho, 4 años después, Hollywood hacía un remake con el título de Vanilla Sky, ciertamente sin la brillantez de la película de Amenábar, la cual supuso su consagración tras la cámara después de la no menos sorprendente Tesis, su ópera prima.

  Al comienzo el argumento evoluciona con naturalidad. César (Eduardo Noriega), un joven atractivo y rico, disfruta de su casa de lujo y relaciones esporádicas con jóvenes. Una noche, durante una fiesta en su casa, conoce a Sofía (Penélope Cruz) y se enamora de ella. Nuria (Najwa Nimri), una amiga celosa por la competencia, decide despeñar el coche que conducía, muriendo ella y quedando la cara de César desfigurada. A partir de ese instante, el argumento deja la línea recta y comienza a dar giros cada vez más sorprendentes, con el desenlace final que ningún espectador se habría imaginado jamás.

  Probablemente Abre los ojos suscita en quienes la han visto, la eterna dicotomía de realidad/ficción, ensoñación/desengaño, pues a lo largo de los 117 m. de metraje, las certidumbres y los sueños se superponen con una maestría que uno no sabe muy bien por dónde pueden evolucionar a lomos de las posteriores escenas. Pero Abre los ojos va mucho más allá de su brillante estilismo o de la ingeniosidad indudable del guión (Alejandro Amenábar y Mateo Gil), pues nos invita a una reflexión en cuanto al valor deformador de la imagen que tenemos, o a esa metáfora cierta de que en muchas ocasiones nos revestimos con otra careta para esconder la auténtica.

  El Film nos deja escenas inolvidables, como la inicial con la Gran Vía desierta, la que transcurre en la discoteca, aquella en que se le aparece Sofía (un claro homenaje a Vértigo de Hitchcock) o la del final. También una dirección sin concesiones y un más que acertado montaje, sin olvidar la buena interpretación de Noriega y Nimri.

  En su momento, la Película costó poco más de 2 millones de euros de los de ahora, y hasta la fecha ha recaudado más de 6.000 millones. Estuvo nominada a 10 Premios Goya en 1999, entre ellos a mejor película, mejor director, mejor guión o mejor actor principal, y a pesar del éxito de crítica y público, no obtuvo ninguno. Si consiguió el premio a la mejor película en el Festival de Tokyo, además de llevarse una mención especial a la dirección en el Festival de Berlín.

  Sin ningún genero de dudas nos encotramos ante una de las películas fundamentales del cine español de los últimos 25 años, además de suponer un punto de inflexíon para renovar la nueva narrativa cinematográfica iniciada en los años setenta. Sin ella no se puede comprender la evolución de su director Alejandro Amenábar hacia empresas más ambiciosas y originales.

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