miércoles, 20 de diciembre de 2017

¡¡¡Felices Fiestas!!!

  Un año más se apaga con el mismo apresuramiento que las ciudades y los hogares se empeñan en alumbrar desde semanas antes las eternas noches del otoño, pretendiendo tal vez abrazar la esperanza efímera  de iluminar el año a punto de nacer, para convertirlo de una vez por todas en 365 días de ensueño que hagan olvidar a los 365 precedentes; aunque pronto, antes de que se nos eche la primavera, descubramos con resignación, que las ilusiones circulan por un carril paralelo al de la cruda realidad. Pero, como solemos decir cuando las circunstancias no son positivas, que nos quiten lo bailado; y digo yo, lo cantado, comido, bebido, comprado, regalado, felicitado, viajado, dormido o leído. Y hablando de leer, pues ahí va mi felicitación tan poco original, si bien sincera: Felices fiestas de Navidad y próspero Año Nuevo para todas y todos, acompañada de este cuento, por si acaso sirve para remover conciencias.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Personajes de allá (4)

       De alguna manera, P. se convirtió durante muchos años en el mejor termómetro de nuestra villa, o al menos esa era mi percepción de crío. Así que para San Antonio o quizá algún mes antes, se le veía en las calles y callejas acompañado de un botijo descolorido, sin saber con certeza quién acarreaba a quién, pues ambos se fundían en una estampa indivisa. Sin duda era la imagen incontestable que presagiaba el tiempo más benigno, cuando los años aún tenían bien delimitadas las estaciones.


   El gremio de barberos de Jesús Adrán, sus vecinos más ociosos, y hasta los pajarillos menos desconfiados, se cuadraban, asomaban a los balcones, o trinaban bajo los aleros de los tejados, envidiando el recipiente del porteador, rezumante de ricas y refrescantes gotas de agua de la Fuente de la Libertad, que muy pronto reposaría sobre el suelo de una de las peluquerías con más raigambre.


  Claro que antes de alcanzar la cuesta empedrada había otros espacios fuera del alcance de la vista del patrón. Era entonces, cuando el sol aplanaba y si P. estaba de un humor templado, cuando mis compañeros de juego y travesuras, le proponíamos un traguito mínimo a cambio de trajinar unos metros con el botijo. Solo una vez aceptó, pues el barrigudo de barro era para él algo así como un objeto sagrado que nadie debía mancillar; aunque sí recuerdo con nostalgia haber libado en varias ocasiones, eso sí, a chorritos racionados, pues en cuanto veía que nos excedíamos, de inmediato soltaba la orden para detenernos, por el temor real a llegar al destino con el recipiente medio vacío.


  Porque aquel eterno botijo de la Villa tenía otro cometido además de saciar la sed de los peluqueros y parroquianos más fieles. Por tanto, si la cantidad era insuficiente, no se podía remojar el suelo para apaciguar el polvo de la madera y de esa forma hacer más higiénica la tarea del barrido. Normalmente P. controlaba el negocio y pocas veces llegaba con el botijo aligerado, pues de lo contrario suponía otra vuelta a la fuente.


  Cuando entraba en la peluquería a que me rapara E. o el patrón, P., me apenaba al contemplarme pelón en el espejo sin el azogue de sus bordes, era entonces cuando rezongaba, o mejor, renegaba de mi madre por mandarme al sacrificio, únicamente aliviado con un flequillo de urgencia. Claro que siempre había el consuelo de contemplar el botijo abandonado a su suerte; así que para mitigar la afrenta del esquilado, en vez de concentrarme eternamente en la mudanza de mi cráneo, taladraba con mis ojos cada espacio de aquel recinto cuadrilongo hasta dar con el barrigudo, esperanzado en recibir un trago aún fresco del agua de la Libertad, algo que por desgracia nunca ocurrió.


  Para hacer más llevaderas las caminatas en pos del agua prometida, aquel hombre menudo, bronceado, con arrugas mil surcando su frente y que por desgracia no había nacido de pie; si no estaba enfadado consigo mismo (entonces farfullaba palabras la mayor de las veces ininteligibles), solía arrancarse con frases o coletillas que pronto pasaron a formar parte del acervo de los villafranquinos, siempre dispuestos a corearlas en su presencia, cuando no se aventuraban a preguntar por el objeto de su enamoramiento, el cual indefectiblemente era Valtuille.


  P. se fue un buen día como un pajarillo, cerrando para siempre sus ojos tremendos, acompañado de su pantalón de hechura imposible y la camisa amortizada tras infinitos soles y alguna mojadura de cuando el chubasco le pillaba a traición.


  Han pasado muchos años, pensaba sentado hace unos días en una de las terrazas de la Plaza mientras daba cuenta de un agua sin gas plastificada. Entonces pensé que, qué mejor bebida que un trago de agua del botijo más paseado de Villafranca, aunque obviamente los botijos no están de moda, ni tampoco personajes tan entrañables para mí como P. 

  

sábado, 14 de octubre de 2017

My my, hey hey...Hey hey, my my...

  Que Neil Young es una de las figuras indispensables y más influyentes de la historia del rock, nadie lo pone en duda. Como tampoco, a un año de cumplirse los cincuenta de su primer álbum como Neil Young, de su extraordinaria capacidad para la composición -casi medio centenar de obras en solitario-, pues a pesar de la abundancia y variedad de estilos en sus temas, jamás ha dejado de crear "himnos" para la posteridad.

  En 1979 el canadiense sacaba a la luz, Rust never sleeps (en ese preciso momento supe de su existencia gracias a mi amigo Alejo, pues lo desconocía), uno de sus mejores discos y de los capitales a lo largo de la década. Repleto de buenas canciones, para el recuerdo quedaría el primer corte, la imperecedera My my, hey hey (out of the blue), una canción que me marcó desde la primera escucha. Un temazo acústico con letra ambigua, rayando en algunos versos el surrealismo, que iba a ser algo parecido a un alegato, o mejor, reivindicación de un rock eterno (también hacia la figura del rey Elvis Presley, muerto dos años antes), y una condena sin paliativos al punk, (incluyendo a Johnny Rotten o Sid Vicious) movimiento que hacía furor por entonces y amenazaba con engullirlo todo. Como Young es un artista poliédrico, versátil y capacitado para todo tipo de composición, quiso cerrar el disco de 1979 con Hey hey, my my (into the black), el reverso de la primera, una versión más rockera y desgarrada, posible gracias a sus acompañantes en directo de casi toda su vida: los Crazy Horse.

  Hoy, casi 40 años después, convertido en dos versiones clásicas, reseñado por Kurt Cobain en su nota de despedida, My my, hey hey..., o Hey hey, my my..., son piezas que el de Toronto suele incluir en su repertorio de conciertos. También la han versionado, y no en pocas ocasiones, gentes tan variopintas como Oasis, NegativeFjordBattleme, Close Lobsters, sus paisanos Billy Tallent, e incluso el propio Sid Vicious

  Definitivamente el "joven" Neil tenía razón: el rock sigue tan vivo como entonces, ¿o no?

sábado, 22 de julio de 2017

Rebelión en la granja

  Después de muchos años he vuelto a caer en la tentación de leer esta obra ejemplar y universal de Orwell. Fue publicada justo al acabar la II Guerra Mundial, en 1945. Por entonces el respeto hacia el comunismo ruso había crecido exponencialmente, y mucha culpa de ese culto irreflexivo se debía a la capacidad de propaganda y captación del régimen totalitario encarnado por el sanguinario Stalin. Frente al engaño, el escritor y periodista inglés, quería demostrar a través de su obra, que la URSS no era una verdadera comunidad socialista sino una tiranía despiadada. Con certeza ese objetivo no lo logró por completo, al menos de inmediato; sin embargo, sí conquistó el reconocimiento internacional y varios premios, además de ser traducida a infinidad de idiomas, sin olvidar adaptaciones cinematográficas en años posteriores.

  El tema principal de esta novela de poco más de 100 páginas, o mejor decir alegoría, fábula, también cuento satírico, aborda el abuso de poder, y cómo puede llegar a corromper a quienes lo detentan, llevándoles al embrutecimiento, la avaricia y/o la traición. Por otra parte, profundiza en la distorsión que con frecuencia sufre la verdad de la Historia en momentos convulsos, y cómo el uso de la represión contra los disidentes internos es el mejor remedio para frenar conatos de rebelión. Una obra más vigente que nunca a tenor de los derroteros por los que discurre la actualidad mundial. Es, sin dudarlo, una crítica mordaz contra cualquier tipo de totalitarismo declarado o encubierto, de un color u otro.

  El escritor nacido en 1903 en India, que ya anteriormente había denunciado el imperialismo británico, o los autoritarismos de aquellos años en Alemania, Italia y España (participó en nuestra Guerra Civil), asume la responsabilidad  de denunciar los excesos del régimen soviético, haciendo que aflore la verdad para el resto del mundo.

  El escritor escribe acerca de una granja donde los animales destierran al dueño y toman el poder formando su propio gobierno, un gobierno que con el transcurso del tiempo desembocará en una tiranía. Los cerdos de la granja -los más inteligentes- usarán su poder para manipular y engañar al resto de animales y así cimentar su primacía.

  Un buen día, cansados los animales  de la granja Manor de sufrir las veleidades y descuido del sr. Jones (se intuye la representación del zar Nicolás), empujados por el cerdo Manor (se vislumbra la figura de Lenin), expulsan al granjero y se organizan a través de una doctrina "ideal". Poco tiempo después el cerdo Manor fallece, y el cerdo Napoleón (supuestamente Stalin), apropiándose antes de las ideas organizativas del cerdo Snowball (claramente Trotsky), lo expulsa de la granja con la ayuda de los obedientes perros. Desde entonces, liberado de cualquier competidor, Napoleón se constituye en el único amo y señor, ejecutando a cualquier animal mínimamente sospechoso de no seguir sus postulados. Para regir manu militari los destinos de sus súbditos y que ninguno plantee otra forma organizativa, Napoleón se sirve del cerdo Squealer (el aparato propagandístico), un animal con facilidad de palabra y de persuasión que avisa de que todas las decisiones tomadas por el gran jefe son las más adecuadas.

  Llega un momento en que el aire se vuelve irrespirable, y en que de aquella lejana y liberadora revolución que acabó con el sr. Jones, casi no queda nada, y así, el caballo Boxer (el proletariado), el cuervo Moses (la iglesia Ortodoxa), o las ovejas y gallinas (campesinado), siguen, unos como ciegos, y otros por interés y supervivencia al dios Stalin.

  Es, aún hoy, una novela tan influyente, que el grupo Pink Floyd se inspiró en ella para componer su álbum Animals. O que las ventas del libro, junto a su novela 1984, hayan aumentado significativamente desde que se produjera la victoria de Donald Trump en USA.

jueves, 1 de junio de 2017

¡50 años!

  Nada más y nada menos que medio siglo. Hoy se cumple la media centuria de la publicación del mejor disco de la historia, según la revista Rolling Stone, infinidad de críticos musicales, e incondicionales de la música pop. Desde la perspectiva que da el tiempo, el octavo álbum en estudio del cuarteto de Liverpool, si no es el primero, al menos sigue siendo uno de los más decisivos e influyentes en la evolución de la música contemporánea. Empezando por la portada, diseño de Peter Blaque, considerada por muchos la más brillante de cualquier álbum; continuando con la impresión de las letras en la doble cubierta, algo inusual en aquel tiempo; o ser catalogado como el primer álbum conceptual de la historia, "entre comillas", en el trabajo de casi 40 minutos abundan las experimentaciones instrumentales, una mejora sustancial de la sonoridad, texturas armónicas fantásticas y un universo creativo que deslumbra con cada corte, desde el primero, que interpreta McCartney y que da título al álbum, a el último, A day in the life, Lennon -McCartney, con ese mi mayor suspendido eternamente tras un crescendo de la orquesta enloquecida.

   The Beatles hacía meses que habían optado por dejar los escenarios al considerar cada uno de sus conciertos un infierno, haciéndose casi imposible una audición aceptable por el ruido ensordecedor de sus seguidoras/es. Así que decidieron progresar en su carrera, volcando todas sus iniciativas y talento en los estudios Abbey Road. Con Revolver avisaron de lo que eran capaces, buscando un nuevo camino para expresar su capacidad innata para la evolución. La aparición de Pet Sounds, de The Beach Boys, les picó en el amor propio, empujándolos a encerrarse en los estudios durante más de 4 meses, hasta dar con lo que querían: un disco que superaba al de los californianos, sentando a un tiempo las bases para la primera gran revolución del panorama pop. Piezas como Lucy in the sky with diamonds, Getting better, Within you Without you o Fixing a hole proclamaron alrededor del universo que seguían siendo los mejores experimentando en nuevos terrenos, terrenos vedados a la mayoría de sus contemporáneos.

  Al respecto de aquel nuevo y sorprendente álbum, decir que las radios anglosajonas lo emitieron durante días seguidos, mientras un crítico de Times decía convencido "estar en un momento decisivo en la historia de la civilización occidental". Robert Dimery, aunque muchos años después, decía sobre la obra "perfecto producto en el que la ambición y la melodía se entrelazan para perdurar eternamente".

  St. Peppers permaneció 15 semanas en lo más alto de la lista Billboard. También se convirtió en el primer trabajo pop que ganó el Grammy como álbum del año. St. Peppers es su disco más vendido, unos 32 millones de copias, acumulando 17 discos de platino. Por la portada collage aparecen personajes como Marilyn Monroe, Bob Dylan, Edgar Allan Poe, Karl Max o Marlon Brando, habiéndose quedado fuera otras personalidades que habían pasado el primer corte.

  Obra imprescindible de los últimos 60 años, acaso no sea la mejor del grupo (a mí me gusta más Abbey Road), pero sin discusión se ha convertido en su más influyente trabajo para las generaciones que han venido después.

domingo, 30 de abril de 2017

Flor de saúco

  Admito la intencionalidad al demorarme en la finalización de la lectura del libro que me ocupa. Tanto era el placer de reconquistar el espacio y las costumbres ancaresas, que me daba lástima llegar a la última página. Y es que Flor de saúco no es otra cosa que un libro de viajes crepuscular, o esa es la sensación que ha dejado en mi ánimo. Porque Andrés Martínez Oria, el salmantino afincado casi toda su vida en Astorga, ha vuelto a publicar un nuevo libro de viajes para añadir a su tetralogía sobre el género; si bien, para la ocasión, "el caminante" se deja llevar por una añoranza proclamada en las postreras páginas, aunque confirmada mucho antes capítulo a capítulo, sin disimulo. Porque el autor siente un amor sincero por esas tierras de más arriba que cobijan localidades como Villasumil, Sorbeira, Candín, Suárbol, Balouta, Villarbón, pequeños espacios para la magia, tierras  donde el tiempo ha dejado de viajar, o al menos lo hace con pachorra, lo cual favorece una mayor capacidad de reflexión a los nativos, su comunión o simbiosis perfecta con la naturaleza, y hasta la lógica de la inventiva, o a saber, de manera que los trasgos y otros duendecillos pueden muy bien asentarse en cuevas, fuentes o en medio del bosque animado, para disfrute de los ancareses y envidia de quienes por circunstancias de la vida somos urbanitas.

  De la mano de Martínez Oria, lo juro, he caminado con gozo olvidado por esas tierras que proclaman una forma de vida antigua, más humanizada, mucho menos estresante; cuidada con esmero y a cambio de nada por aldeanos, hombres de una pieza, sin dobleces, aunque en ocasiones, el autor haya tenido que vérselas con parroquianos malencarados o habitantes recelosos, muy pocos.

  A lo largo del libro, "el caminante" describe con todo lujo de detalles los accidentes geográficos más característicos del terreno que pisa, y yo lo vivo como si estuviera caminando a su vera, "padeciendo" los calores, las pendientes y descensos de aquel incipiente verano de 2006. E intervengo en las conversaciones que él tiene con aquellos ancareses de hace un decenio: emigrantes, pensionistas, algunos jóvenes, emprendedores hosteleros, ganaderos y taxistas. Y también disfruto como Andrés al meditar en la riqueza que esconde el habla de aquellos lares. Sintiendo la misma tristeza que siente "el caminante" al llegar a la linde gallega de Piornedo, porque sabe que el trayecto ha llegado a su fin, porque piensa con pesar que a muchas gentes que se cruzaron en su camino ya no las volverá a ver. Porque, en resumidas cuentas, al fin es consciente de que, a pesar de la dureza de las caminatas, atemperadas por la exuberancia del entorno, al final queda el ineludible retorno a la vida acelerada; y en el recuerdo, en un recóndito pliegue del cerebro, cinco inolvidables jornadas vividas con intensidad.

  Como no deja de hacer "el caminante" a lo largo de las más de doscientas páginas, yo también reivindico el derecho y la obligación de preservar el medio rural a fin de que no desaparezca ni una sola aldea, más tratándose de una tierra tan singular como es la ancaresa, con sus costumbres, sus pallozas y sus moradores. Reclamo a quien corresponda, la preservación de esta zona única de nuestra comarca.

  Mi más sincera enhorabuena al autor por su libro, y también al Instituto de Estudios Bercianos y al Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías, por la magnífica edición. Recomiendo sinceramente su lectura.

sábado, 15 de abril de 2017

XIXè Menorca Jazz

  Que Menorca adora la música y entre otras muchas manifestaciones sonoras, el Jazz, es una evidencia puesta de manifiesto por enésima vez, ayer mismo. En el Casino Nou de Ciutadella, se daba el pistoletazo de salida a la 19 edición, organizada de nuevo por Jazz Obert, y con el patrocinio de infinidad de firmas locales. El local estaba prácticamente lleno de un público espectante, deseoso de que el cuarteto iniciara la velada musical, la cual comenzó con 10 minutos de retraso sobre las 22:00, la hora prevista. Público de diversas edades -si bien abundaba el que comprende la franja que va de los 30 a los 55- y procedencias, con inquietudes a veces divergentes, por no decir claramente sensibilidades opuestas en el asunto musical, nos dábamos cita en, probablemente, el local más adecuado para este tipo de eventos, al menos si nos circunscribimos a Ciutadella.

  El honor de abrir esta nueva edición, le correspondió a David Mitchell Quartet, que contó con la colaboración especial del saxofonista y clarinetista de origen sueco, Fredrik Carlquist. El guitarrista americano Dave Mitchell y el sueco, hace años que viven en Barcelona, así que, antes del concierto de ayer, ya habían colaborado con asiduidad, hasta el punto de haber grabado juntos algunos discos. El cuarteto lo completaban el contrabajista Peter Loewe y el batería Caspar St. Charles. De ellos se puede decir que forman uno de los grupos más populares del panorama jazzista barcelonés, atendiendo fundamentalmente a un tipo de jazz más asequible, como dejó claro al principio del concierto el guitarrista de Kansas City. Así que el cuarteto frecuenta los sonidos, no tan complejos, facilitados por el swing, la bossa nova o el hard bop, alejándose de corrientes como el jazz progresivo o el free jazz.

  Tras el primer tema de la decena interpretada por los artistas, se ponía de manifiesto -como dejó entrever Mitchell-, la influencia que en él ha tenido, fundamentalmente el guitarrista de color Charlie Christian, un hombre decisivo en la consolidación del Swing como movimiento acomodaticio del Jazz, incidiendo en la carrera de otras celebridades como Wes Montgomery; y eso a pesar de morir con tan solo 25 años. En cuanto al saxofonista y clarinetista Carlquist, la influencia es claramente heredera de Stan Getz.

  Para el recuerdo quedan clásicos como Tis Autum, compuesto por Henry Nemo e interpretado antes por estrellas como Nat King Cole, Chet Baker, Bill Evans o Joe Pass; o Blue 'n' Boogie de Dizzy Gillespie, dando muestra fehaciente de una compenetración y profesionalidad fuera de toda duda. Y si Mitchell y Carlquist, obviamente son los que llevan el peso solista, yo no me puedo olvidar de la sección rítmica compuesta por Peter Loewe y Caspar St. Charles, espectacular durante los 95 minutos ininterrumpidos de concierto, arrancando del público calurosos y sinceros aplausos.

  Para finalizar, una reflexión en forma de preguntas referidas al Jazz. ¿Por qué esta música exuda cierta pesadumbre, incluso a través del más enloquecido Be Bop? ¿Tal vez que sus orígenes procedan de la comunidad negra de Nueva Orleans y los hayan introducido en un ADN único, sea la razón?

domingo, 2 de abril de 2017

The Joshua tree


  El pasado 9 de marzo se cumplían 30 años de la publicación de The Joshua tree. El álbum supuso para los irlandeses el paso decisivo, traspasar el rubicón, dejar de ser un grupo solvente y respetado, sin más, para convertirse en estrellas mundiales. Atrás quedaban 11 años de momentos duros, incluido conato de disolución (Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. habían parido a U2 en 1976, en la capital de Irlanda), con un inicio confuso que bebía del post-punk, y la búsqueda incesante de un sonido único, inimitable, sonido que ya se vislumbraba en discos precedentes, como War, de 1983, o The unforgettable fire, de 1984; pero que no plasmaron con rotundidad hasta este 5º álbum de su carrera. Por aquel 1987, hasta eran considerados mejores músicos de directo que de estudio. No obstante, tras una década de búsqueda incesante, U2 estaban preparados para encandilar al mundo del rock. Bono se convierte, definitivamente, en el líder de la Banda y en uno de los vocalistas más emotivos e inconfundibles. Sus letras son comprometidas, muchas veces llenas de potente carga social. The Edge pasa a ser el estilista del grupo, quien le da el personalísimo toque instrumental a través de una forma tan poco habitual de tocar la guitarra. Mientras el bajo Adam Clayton y el batería Larry Mullen Jr., sin que fueran unos virtuosos del instrumental, pasan a integrar una de las secciones rítmicas más competentes del mundo del rock.

  The Joshua tree (produccción a cargo del cerebrito, Brian Eno, y Daniel Lanois), se abre con uno de los cortes más conmovedores y emocionantes de toda la historia. Where the streets have no name comienza con una introducción espectacular, compleja por parte de The Edge, ya que está compuesta en dos compases distintos y se producen cambios frecuentes de acordes; y prosigue con letras nada convencionales, que exploran la posibilidad de identificar la religión y procedencia de una persona, a partir de la calle en que vive, ¿de Belfast, tal vez? Pero si el primer corte supone un hito de U2, con el siguiente, still haven't found what i'm looking for, un gospel como una catedral de grande, los irlandeses alcanzan la universalidad, aceptando su talento y el reconocimiento por parte de infinidad de seguidores de otros estilos musicales. Temas inolvidables, como el intimista With or without you, Bullet the blue sky, In God's country, o la oscurísima Exit , terminan por completar la obra más exitosa y vendida de U2.

 El disco se tardó en rematar 6 meses, si bien, la mitad de las sesiones de grabación, se les fue en alcanzar la versión más adecuada para Where the steets have no name, icono de los directos del grupo y que, a buen seguro, no ha de faltar en su próximo concierto del 18 de julio en Barcelona. A día de hoy, la revista Rolling Stone lo tiene clasificado en el puesto 26 entre los 500 mejores discos musicales de la historia. Por su parte, HM Magazine, lo sitúa como el primero del top 100 de los álbumes de rock cristiano de todos los tiempos. El trabajo fue en su momento nº 1 en 22 países, además de suponerles su primer grammy como mejor disco del año. Este árbol de la contraportada corresponde al parque nacional de árboles de Josué, en California, de ahí el título de la obra.

  Disco imprescindible e imperecedero del cuarteto originario de Dublín. 


sábado, 25 de marzo de 2017

El balcón en invierno



  "Yo empecé a escribir una novela, pero de repente pensé hacer algo más sincero y esencial", decía Luis Landero, refiriéndose a su última obra hasta aquel 2014. Cuando empezaba a redactar el 2º capítulo, se dio cuenta de que en realidad estaba escribiendo sin invenciones, trayendo al texto los recuerdos más indelebles de su vida. Decía por aquel entonces que le daba pereza embarcarse en una nueva novela, admitiendo con pesar, de la decadencia de la novela, un género cada vez menos seguido por culpa de los nuevos hábitos y de las revolucionarias redes sociales. El escritor, no obstante, ha vuelto a caer en la tentación este 2017, al publicar La vida negociable.

  El escritor, nacido en Alburquerque -no la ciudad del estado de Nuevo México, sino la localidad extremeña-, se asoma a un balcón que le devuelve el signo del tiempo presente: una ciudad ruidosa y de prisas, que ahoga todo atisbo de meditación serena, provocando el hastío del novelador; por tanto, don Luis, acodado para atraerse una nueva ficción con la cual se siente identificado, inopinadamente, se acoda 50 años antes sobre otro balcón, en el pequeño espacio pacense, un balcón amparado por una memoria que quiere aprehender a toda costa.

   Y desde allí, desde el invierno madrileño, descorre las puertas y ventanas de su infancia rural, para describirnos un mundo en vías de extinción, trayéndonos a la palestra términos casi en desuso, además de recordarnos las antiguas labores del campo. En una entrevista que le hacían referida al libro, decía: "la vida rural ha desaparecido en todo el mundo, y lo que queda no tardará en desaparecer", en buena medida, añado yo, por las mentes obtusas de la mayoría de políticos, de un color y otro, que solo aciertan a analizar el rendimiento desde el ámbito exclusivamente económico.

  A lo largo de esta biografía sincera, Luis Landero nos dice de la dificultad para ser feliz mientras el padre vivía, un hombre muy severo que no era un virtuoso de la faena, y sí de recordarle cada día su responsabilidad, para ser el día de mañana un hombre de provecho. De la existencia en su casa de un único libro, un libro que leyó, o mejor, devoró con emoción, a pesar de pertenecer a una trilogía; y como su lectura, además de la influencia del maestro, Gregorio Manuel Guerrero y de las historias, reales o no, que le contaba su abuela Frasca, terminaron por inocularle la vocación por la escritura. Y también de su adolescencia madrileña en el Barrio de la Prosperidad, o de su oficio temporal de guitarrista profesional.

   A lo largo de este libro biográfico -nada de mentiras a pesar de que para su familia tenía bien ganada la reputación de embustero-, Luis Landero se sincera consigo mismo y admite ser descendiente de hojalateros, de su pertenencia a una familia labradora, originaria de un espacio geográfico que hoy puede parecernos arcaico. Nos recuerda que en aquellos años de miserias la gente emigraba. En otra entrevista de 2014, dice al respecto: "La emigración de los años 50 y 60 fue una explosión liberadora de gente que vivía en semiesclavitud". No obstante, pese a todas las vicisitudes, se desprende de la narración con tintes nostálgicos, que Luis fue un niño feliz, un niño emigrante en Madrid.

  A quienes han leído Juegos de la edad tardía, hay que advertir que no esperen algo parecido, pues Landero ha decidido profundizar en lo más recóndito de la memoria, para traernos sus recuerdos de más de medio siglo. Un libro recomendable para los nostálgicos de otra forma de vida, si uno está dispuesto a ir de la mano del extremeño para leer sus confidencias más secretas.

domingo, 19 de marzo de 2017

PA NEGRE (15)

  Pa negre (2010) es hasta la fecha la mejor película firmada por el realizador palmesano Agustí Villaronga. A partir de la novela homónima de 2003 de Emili Teixidor, complementado el film con trabajos del propio autor, como Sic transit Gloria Swanson y Retrat d'un assassi d'Ocells, el realizador nacido en 1953, construye sin duda una de las películas fundamentales del cine español en lo que va de década.
  En cierto modo y como ocurre con muchas de las grandes cintas rodadas en nuestras fronteras, la primera escena da pistas claras en cuanto al tono estremecedor de todo el metraje, a la vez que señala el camino de la brutalidad y la sordidez. Porque la acción se sitúa en los años más dramáticos de la postguerra, en la Cataluña rural. La moralidad de vencedores y vencidos se llega a confundir ,hasta el extremo de que por una vez, las etiquetas de unos y otros no estén tan claras.



  Estrenada comercialmente en España el 15 de octubre de 2010, un  mes antes, en el Festival de Cine de San Sebastián, había pasado la prueba de fuego con rotundo éxito, permitiéndole a su actriz principal -una de las agradables sorpresas del film fue el alto nivel interpretativo de todo su elenco-, Nora Navas, coronarse como la mejor. Después vendría el clamoroso éxito en los Premios Goya de 2011, obteniendo 9 estatuillas sobre 14 posibles, entre ellas la de mejor película, director, actriz principal, de reparto para Laia Marull, o al actor revelación para el niño Francesc Colomer.
  Hay algo que la película pone al descubierto, además de hurgar en la hambruna de aquellos años atroces, y es el sometimiento que muchas familias se autoimponían, a fin de poder ir de la mano del propio régimen, que sustentaba parte de su capacidad de penetración social a partir de una represión feroz. De esa manera, muchas familias preferían ocultar cuestiones mal vistas por el poder a fin de que futuras generaciones pudieran salir adelante. Evidentemente no es lo que se narra en el film, si bien deja bien a las claras la hipocresía de aquellos oscuros años.


Si cualquiera tiene curiosidad por leer la crítica de alguna otra película, no tiene más que entrar en mi blog "Desde un apartado lugar", y buscar en etiquetas la titulada "Mejores películas españolas".

  

  

viernes, 17 de marzo de 2017

TEATRO DE SOMBRAS

  Acaba de dejarnos Fermín López Costero, algo inesperado en cualquier caso, y más en un hombre tan joven; aunque, con su sentido del humor nos lo anunciara el pasado 27 de enero: <<Me han diagnosticado obsolescencia programada, y lo peor es que la garantía hace mucho que ha caducado>>. El mejor homenaje que se le puede hacer a Fermín -es una obviedad- no es otro que regresar a su obra para leerla con tranquilidad.

  En marzo de 2017 escribí sobre su último libro de relatos: Teatro de sombras, una obra fundamental para profundizar en el género del microrrelato, un género en el cual el cacabelense era un consumado maestro.

Confieso con pesar y algo avergonzado, mi escasa inclinación al microrrelato, por considerarlo un género con efectos similares al vino, o sea: premura para la euforia, una euforia de evanescencia que desaparece cuando la sobredosis alcohólica es latente. Aunque no, realmente no es eso. La verdadera desafección se debe a que nunca hasta ahora he valorado en la justa medida un género tan huidizo y difícil de domesticar, por la sencilla razón de que un servidor es incapaz -por el momento- de desentrañar los misterios y la argamasa con la cual se sustentan los cimientos del género, una suerte de fogonazos o estrellas fugaces que requiere, a cada minuto de creación, una mente alerta por parte del escritor, para no sucumbir en el socavón de lo inapropiado o vulgar. Porque al hacedor de la brevedad se le exige la brillantez permanente, algo no tan perentorio en un novelista o inventor de relatos más extensos, pues dispondrá de tiempos muertos o episodios con menos sustancia, al jugar con la ventaja de tener más espacio para escribir.

   De la obra de López Costero, del cacabelense, solo puedo decir una cosa: Teatro de sombras (2016) es una colección repleta de magníficos microrrelatos, o microcuentos, pues es sutil la diferencia entre unos y otros. De hecho estaba leyendo una novela y la tuve que abandonar. En cuanto cayó en mis manos la obra del berciano -estupenda edición de la Editorial Nazarí- comencé a hojear -como hago con cada nuevo libro-, cayendo en la tentación de leer a voleo algunos de los microcuentos más breves. La lectura se volvió tan apetecible que decidí leer de un tirón, releyéndolo algunos días después, ya de vuelta en Ciutadella. A mi modo de ver, en el conjunto de la obra, no hay ningún microcuento que desmerezca, de verdad; no obstante, hay algunos que descuellan por la brillantez e ingenio de Fermín. Sin ir más lejos, La piedad, que cierra el libro, es genial y conmovedor a un tiempo. También algunos que exploran en la metaliteratura, rozan la perfección, como La cita, La muerte de Sherlock Holmes, Robinson o La cripta. O aquellos que profundizan en la mitología, como Ulises en Burela, con su toque de modernidad. También aquellos que beben de un cierto tremendismo: El eclipse, El Beso, son dos claros ejemplos. Sin olvidar la extensa nómina que aborda, a veces, un mundo paralelo, el de los muertos/aparecidos. Ejemplos son: Los aparecidos, Tarde de circo, El durmiente, La maldición o Venganza.

  Como su última obra me resultó placentera, a renglón seguido me puse manos a la obra y leí de otra sentada su libro anterior de microrrelatos, La soledad del farero y otras historias fulgurantes (2009). Como ocurre con Teatro de sombras, López Costero ya ponía de manifiesto su enorme capacidad para explosionar pequeños y brillantes fuegos de artificio, haciendo posible esa comunión tan difícil con los lectores, acostumbrados mayormente a las historias contadas con demora, y a veces con parsimonia, a través de una novela. A mi modo de ver, en Teatro de sombras perfecciona aún más su capacidad de síntesis y la exactitud de las palabras, procurando que abunden más, si cabe, las "historias anoréxicas". De cualquier manera y a pesar de que La soledad del farero... se vea superada por poco, contiene muchos microcuentos brillantes, como es el caso de La estampida.

  Dicho lo cual y recomendando de veras la lectura de Teatro de sombras, todavía no acierto a desentrañar el misterio que supone para mí el empeño del autor, ese de sumergirse cada poco para explorar en el mundo de los muertos y aparecidos. Acaso algún día nuestro paisano nos aclare el misterio. (Con todo el respeto, ahora sí entiendo tu empeño por explorar en "la otra realidad".  Un abrazo eterno, amigo Fermín).

lunes, 20 de febrero de 2017

Bridge over troubled water

  Cuando salió a la venta el single que da título al álbum homónimo, el 26-1-1970, The Beatles estaban pendientes de anunciar públicamente su ruptura, hecho que se sabía oficiosamente desde unos meses antes. Como les ocurriera al cuarteto de Liverpool, la convivencia del dúo era cada vez más difícil, así que tras la gira de lanzamiento de su último trabajo juntos, los neoyorkinos decidieron tomar caminos opuestos para proseguir sus carreras en solitario, añadiendo a sus afanes vocales los pinitos como actor por parte de Art Garfunkel. Meses más tarde, cuando se rompía el dúo, fallecían Jimmy Hendrix y Jonis Joplin con apenas dos semanas de diferencia. Por su parte, the Rolling Stones habían lanzado al mercado un mes antes, su álbum Let it bleed, réplica indisimulada al Let it be de The Beatles; y todo, absolutamente todo, coincidiendo con el final de década, era un puro torbellino, incluyendo el panorama musical al que no eran ajenos los máximos representantes en 1970 del folk americano, al menos a nivel comercial.

  Paul Simon, siendo como era el compositor fundamental del dúo, se había encerrado en una casa de Los Ángeles, anteriormente ocupada por George Harrison, a fin de componer una canción que debía de interpretar su compañero. Basada en cierto modo en armonías gospel tan de su agrado, Simon nunca escondió haberse inspirado en la canción Oh Mary, don't you week, de The Swan Silvertones, para dar a luz seguramente al mejor tema de los neoyorkinos en los 13 años que duró su alianza, siendo al tiempo uno de los más habituales en sus conciertos, juntos o por separado. No obstante, dejando disquisiones aparte, el tema y el álbum homónimo, se convirtieron en el canto de cisne, en el legado póstumo de una pareja que ya solo volvería a unirse esporádicamente para conciertos puntuales.

  Seguramente, el éxito rotundo de este temazo, estriba en buena parte en su letra, que es como un himno a la solidaridad en la voz seráfica de Garfunkel, además de unos arreglos orquestales muy bien traídos, que ensamblan a las mil maravillas con el inevitable muro de sonido influencia de Phil Spector. Bridge over troubled water se posicionó en el nº 1 de la lista de éxitos USA durante 10 semanas, 41 en UK. Según la controvertida lista de Rolling Stone referida a las 500 mejores canciones de la historia, la sitúa en el puesto 48. Temazo interpretado por otros artistas. Gustó particularmente a Paul Simon la versión hecha por su ídolo Elvis Prsley, pero también quedan para el recuerdo la de Aretha Flanklin, e incluso la hecha en español por Camilo Sesto.

  Tema imperecedero en el imaginario de los amantes a la buena música.

viernes, 10 de febrero de 2017

Cinefranca 2017

  A partir del próximo fin de semana, como cada año por estas fechas, la Villa volverá a acoger esta especie de homenaje al cine de verdad. Es muy encomiable y de agradecer el empeño de sus organizadores por sacar adelante durante tres días un evento de tal magnitud, ocupándose y preocupándose de transmitir a los aficionados su pasión sin límites por el séptimo arte, intentando así hacer más llevaderos los rigores invernales a  partir de una oferta cultural de peso.

  A diferencia de años precedentes, la presente edición no plantea un tema concreto alrededor del cual giren las ocho películas seleccionadas. Ni tampoco un tipo específico de narrativa o género; por el contrario, sus organizadores han preferido el eclecticismo, sin renunciar a la calidad, me parece a mí, de todas ellas -De El Cielo abierto y Los amantes del Pont-Neuf no puedo opinar al no haberlas visto-. Por ejemplo, el próximo sábado 18, a partir de las 12:00 horas, se proyecta La fiera de mi niña. Comedia clásica de 1938 de Howard Hawks a mayor gloria de actores tan enormes como Katharine Hepburn y Cary Grant, que a partir de papeles tan opuestos a primera vista, son capaces de crear una química insuperable delante de la pantalla. Aunque la hayamos visto infinidad de veces a través de la televisión, el placer de disfrutarla en la gran pantalla es impagable.

  Si encontramos algunas películas con ciertas similitudes, esas serían Te querré siempre y Carta de una desconocida. Aunque el argumento de una y otra no tengan nada en común, es indudable que ambas beben del asunto amoroso. La primera, de 1954, es fruto de la relación sentimental de entonces entre el realizador italiano Roberto Rossellini y la actriz sueca Ingrid Bergman. En cierto modo la pareja no hace otra cosa que un ejercicio sincero y descarnado trasladando su vida en común al objetivo de la cámara -George Sanders sería en la pantalla el trasunto del director-. Por su parte, en Carta de una desconocida, de 1948, obra imperecedera del director alemán Max Ophüls, la actriz Joan Fontaine no hace otra cosa que asumir una vida paralela a través de la cual y en soledad, padece por el artista y mujeriego interpretado por Louis Jourdan, sin atrever a confesarle sus sentimientos hacia él. Como ocurre con La fiera de mi niña, ambas se emiten el sábado 18, la primera a las 20:30 y la segunda a las 00:00 horas.

    Para el domingo 19 y como cierre del evento, la organización ha reservado la proyección de la película muda Seven Chances, de 1925, permitiendo que el piano de Ricardo Casas acompañe los 55 minutos de metraje, como debía de ocurrir en la edad dorada de aquel cine. En este hilarante mediometraje, su director-actor, el brillante Buster Keaton, nos plantea el absurdo de la vida hasta el extremo de que un hecho concreto pueda cambiar radicalmente la subsistencia de cualquiera. Como recuerdo imborrable, la persecución infernal de novias y piedras en pos del chico que pretende casarse a pesar del ridículo más espantoso, después de haber fracasado 7 veces en su intento desesperado de llevar a alguien al altar -ninguna de las sondeadas sabía del dinero a espuertas- antes de las 7 de la tarde para poder cobrar la herencia de su abuelo. Obra maestra del cine cómico mudo. 

  Desde un tiempo más reciente lo es también la cinta Brazil, del antiguo miembro de Monty Python, Terry Gillian, o aquí habría que decir película de culto, al menos para los incondicionales de la ciencia ficción. Fresco el estreno de la película 1984, la adaptación cinematográfica a partir de la novela de George Orwell, con la cual el escritor y periodista inglés nos informaba de un poder absoluto vigilando permanentemente nuestras vidas, esa abominable existencia del Gran Hermano, tenía que influir en la cinta que nos ocupa cogiendo prestado algo de ese universo orwelliano, si bien Terry Gillian, que nos habla de un poder estatal casi omnímodo, nos lo presente a través de su imaginación desbordante y efectos especiales convincentes para la época. El americano sitúa la acción en un futuro reciente que acaso pudiera dejar de ser ciencia ficción para volverse real; esperemos que no. La cinta se proyecta el domingo 19 a las 10:00.

    Para terminar, el sábado 18 a partir de las 10:00 horas, se pasa la película Alta fidelidad, del 2000. Tal vez no sea el trabajo más logrado de Stephen Frears; no obstante, su banda sonora es frenética y nos hará disfrutar de las imágenes mucho mejor que si estas se sustentaran únicamente en el guión. A mí, sin ser obra maestra, me parece que se deja ver; al menos quienes nos consideramos amantes de la música no deberíamos dejar de acudir. Frears nos da una imagen anterior al cambio de milenio referida a una juventud que ama la vida a través de la música.

  Como en años precedentes, la oferta complementaria de esta edición, comienza con la bienvenida a los asistentes el viernes 17 a partir de las 21:45 horas. Tras la proyección ese mismo día de la película El cielo abierto, en torno a las 00:00 horas, la organización invita a la "Tertulia en la chimenea y copas de balón", con la presencia de la escritora y guionista Elvira Lindo en la Posada Las Doñas del Portazgo. Y el día 18 sábado, con la apertura del ambigü y desayuno en el Bar Compostela. El mismo sábado a las 14:15 horas, sesión de cócteles a cargo de Federico Ysart. A renglón seguido, en torno a las 15:00 horas, botillada voluntaria en Mesón Don Nacho y El Casino (para la comida se debe tener inscripción previa en la web del Cinefranca). El mismo día tendrá lugar la cena a las 22.15 horas. A continuación, en torno a las 00:00 horas, fiesta en el Bar Pitillo.

  Creo que el fin de semana que va del 17 al 19 se presenta una ocasión única para volver a deleitarse con el cine en la gran pantalla, como ocurría con más frecuencia algunos años atrás. Propongo acudir al Teatro y disfrutar a quien pueda hacerlo, pues no saldrá defraudado al ver estos filmes, la mayoría de ellos de indudable calidad.

    

lunes, 6 de febrero de 2017

Franz Beckenbauer

Ayer nos dejaba uno de los futbolistas más laureados y brillantes de la historia. Para el recuerdo queda el duelo inolvidable que le enfrentó a Cruyff en el estadio olímpico de Munich en pos del Campeonato Mundial de Fútbol de 1974. En 2017 publicaba esta entrada en mi blog. Sirva como homenaje póstumo a su figura. 


Es posible que salvo Cruyff y Zidane no haya habido un jugador de élite tan elegante como El Káiser. En los primeros años setenta me empecé a aficionar al fútbol en serio, primero como coleccionista de cromos y a continuación viendo los partidos de liga del domingo; en cuanto a lo de jugar no era lo mío, era un perfecto zote. A Beckenbauer lo descubrí un poco tarde, en 1974, cuando el Bayern Munich conquistó su primera Copa de Europa al derrotar al Atl. Madrid, y semanas después  al proclamarse Alemania campeona mundial al vencer a Holanda. La verdad es que me quedé boquiabierto contemplando la suficiencia y autoridad de su juego. Yo no salía de mi asombro viendo su capacidad de destruir el juego enemigo, pero al mismo tiempo, con técnica depurada, inteligencia y soltura pasmosa, amén de una condición física fuera de lo normal, organizar el juego ofensivo desde atrás, pues yo pensaba que ese trabajo era exclusivo de los números 8 ó 10 de cada equipo, o sea, del interior derecho o izquierdo en el sentido clásico de aquellos años -hoy el 8 puede ser un defensa y el 10 un mediocentro u ocupar otra demarcación cualquiera-. Para entonces el alemán hacía algunos años que ejercía como líbero de la defensa. Antes había jugado en el centro del campo, dándose a conocer a nivel internacional en el mundial de Inglaterra-66 con tan solo veinte años. Con su retraso hasta posiciones defensivas, si no fue el inventor del puesto de líbero, al menos lo elevó hasta una dimensión que jamás había tenido antes, y en mi opinión no volvería a tener, a pesar de la existencia de otros grandes líberos, como Moore, Figueroa, Pasarela o Baresi. Desaparecida definitivamente la figura de hombre libre en la defensa -tal vez acelerada con la evolución de la táctica del 4-3-3 de entonces al 4-4-2 más habitual de ahora, con dos delanteros-, ya casi ni nos acordamos del juego talentoso y autosuficiente de Beckenbauer, pues era algo así como si en vez de la equipación deportiva vistiera de smoquin -esto creo que lo dijo alguien del mundillo futbolero.-


   Otra de las cosas que me llamaba poderosamente su atención, era esa "manía" suya de ir siempre con la cabeza levantada, pergueñando la próxima jugada gracias a su inteligencia y talento descomunales. Recuerdo ahora la final de la Eurocopa-76 que la desaparecida Checoslovaquia y Alemania Federal empataron 2-2, resultando vencedora la primera tras la tanda de penalties -para el recuerdo el último lanzado por Panenka-. A Alemania no le iba bien pues perdía desde el m. 25 de la primera parte por 2-1. El centro del campo germano formado por Beer, Wimmer y Bonhof no carburaba y Helmut Schön decidió cambiar a los dos primeros por Flohe y Bongartz. Para entonces el veterano seleccionador ya había adelantado la posición del Káiser para que ejerciera como cerebro. Con el 5, capitán a la postre, Alemania tuvo más fluidez en su juego, pero solo le sirvió para empatar el partido en el m. 89. Beckenbauer jugaba con una autoridad que no parecía propia de un jugador. Es muy recomendable el visionado de ese partido.

  Beckenbauer es considerado el mejor jugador alemán de la historia. El 2º mejor jugador europeo del siglo XX por detrás de Cruyff, y el 3º de la misma centuria a nivel mundial, solo superado por Pelé y el holandés, según IFFHS. Si nos atenemos a la votación oficial de FIFA, el organismo lo sitúa en el 4º puesto a nivel mundial y en el 8º en votación pública. A título individual, en su país fue elegido por 4 veces mejor jugador alemán del año; siendo elegido para el equipo ideal en los 3 mundiales que disputó, o sea: 1966, 1970 y 1974. Además ha sido elegido mejor jugador europeo en los años 1972 y 1976, convirtiéndose en el primer defensa en recibir tal distinción.

  Pero la influencia del Káiser va más allá, hasta el punto de ser uno de los responsables directos, y acaso el principal, en transformar un club de segunda línea como era el Bayern Munich a comienzos de los años sesenta, en el más laureado de su país. Por si su carrera no fuera suficientemente exitosa, ahí quedan sus logros como entrenador del Bayern en distintas etapas, y responsable de la selección germana antes, nada más colgar las botas.

viernes, 27 de enero de 2017

Rumours de Fleetwood Mac

  El próximo día 4 se cumplen 40 años de la salida al mercado de uno de los discos más brillantes de la historia, de hecho ganó el Grammy al mejor álbum de aquel 1977.  Los británicos, fundadores y que dan nombre a la banda: Mike Fleetwood y John McVie, junto a Christine McVie, además de los americanos Lindsey Buckingham y Stevie Nicks, formaban desde 1975 la que se ha convertido con el transcurso de los años en su formación más exitosa. Con cortes como el imponente The Chain que da inicio a la cara B del disco, el más pop Second hand news con que se abre el álbum, o el acústico Never going back again, conquistan los corazones de críticos y fans, concitando la unanimidad en los elogios para este trabajo AOR.

  En 1976 se encierran en los estudios de Sausalito para iniciar las sesiones de grabación de lo que sería su nuevo álbum. Las aguas de la convivencia entre sus miembros bajan turbias, ya que el bajista John McVie y su compañera sentimental, la teclista y voz Christine, han roto, lo mismo que Lindsey (guitarrista y voz) y su novia Stevie (voz). Sin olvidar que el gigante Mike, el baterista de la banda, está en trámites de divorcio de su esposa Jenny. Las mujeres de la formación pernoctan en lugares diferentes a los de sus compañeros, incluso los dos primeros no se hablaban, como no fuera para tratar asuntos de la grabación. A las rupturas sentimentales  añadía el quinteto su empeño en los excesos de las drogas y el trasnoche. Así que, desde cualquier punto de vista sensato, no parecía el momento más propicio para parir un disco de cierta entidad. Incluso la prensa especializada especula constantemente con la ruptura definitiva del grupo, de ahí el título de la obra: Rumours. A pesar de todos los inconvenientes el grupo es muy profesional y se sumerge en la creación de su obra maestra.

    Para la ocasión llaman a los productores Ken Caillat y Richard Dashut, dos minuciosos e incansables buscadores de la mejor sonoridad, que con la inestimable ayuda de un perfeccionista como Buckingham, dan sentido a través de cortes impecables, al sinsentido de aquellos meses azarosos. Las letras que hablan de las difíciles relaciones de pareja, de los chismorreos y todo lo que ello conlleva, encajan como muñecas rusas en unas músicas hipnóticas que se  quedan para siempre atrapadas en el cerebro. Las armonías vocales son difíciles de superar, como lo es el impagable trabajo de Lindsey con la guitarra o el de la base rítmica de su dúo de fundadores. El ensamblaje es perfecto y hace que cortes como Don't stop, o Go your own way tengas que escucharlos una y otra vez; "es como si cien ángeles estuvieran besándote en las mejillas constantemente" que decía algún encumbrado crítico musical de la época.

   Pero Rumours también tiene piezas más calmadas que huyen del pop. Dedicada a Mike Fleetwood por ser un poco el padre de todos y aglutinador del grupo, Oh daddy es una de ellas, como lo es la oscura Gold dust woman o la intimista Songbird, piezas que terminan de enriquecer el conjunto de la obra, una obra que 40 años después se ha convertido en el 6º disco de la historia más vendido en USA y el 12º en UK. La revista Rolling Stone lo coloca en el puesto 25 entre los 500 mejores álbumes de la historia. La revista Q lo eleva al 3º puesto de los mejores discos en los años 70, tras London Calling de The Clash y The dark side of the moon de Pink Floyd. The Guardian en 1997 lo situaba en el 78º entre los 100 primeros.

   En la carátula aparecen Mike Fleetwood y Stevie Nicks. Disco redondo y jamás superado por posteriores obras del grupo. Un disco para disfrutar y empaparse de todo lo bueno que transmite.

jueves, 19 de enero de 2017

El Sur (14)

En 2017 publicaba esta entrada sobre una de las 10 ó 12 mejores películas españolas de los últimos sesenta años. El Sur se emite hoy en Classics en el Canal Trece a las 22:00 horas, y en mi opinión, ningún cinéfilo debería de perdérsela si aún no la ha visto.


La secuencia inicial de la Película marca sin titubeos la atmósfera intimista y contenida que impregna los 93 minutos de metraje, a la vez de enfrentar al espectador ante unos sucesos conmovedores y al margen de los límites del tiempo, a pesar de que la historia tenga su punto de partida en el otoño de 1957. El Sur es un prodigio desde cualquier punto de vista, a pesar de tratarse de una obra inacabada en opinión de su director Víctor Erice. La voz en off (ya de adolescente) de Estrella, la niña protagonista de la historia, es un acierto clamoroso, como lo es también la fotografía desvaída, tímida, por parte de José Luis Alcaine, que nos invita a disfrutar de cada plano desde la compasión y el recogimiento. Sin olvidar otro de los grandes hallazgos narrativos: la quietud y silencios clamorosos que impregnan al film de un definitorio tono de amargura no exento de una esperanza que puede traer la redención: El Sur.


  Porque El Sur no es otra cosa sino un flashback a partir del suicidio de Agustín, el padre de Estrella. Desde el inicio hasta bien pasada la primera parte de la cinta, las escenas solo son fruto de la memoria de una niña y un tiempo, que no siempre coinciden con las explicaciones en off de la niña ya adolescente. Y esa niña, a través de su memoria selectiva, nos acerca secuencias prodigiosas para compartir con los cinéfilos, de gran intensidad evocadora, como la de su escondite debajo de la cama, o el pasodoble del Gran Hotel siendo ya adolescente. Aunque tal vez estas imágenes pierdan parte de su impacto al visualizarlas por separado.


  En cierto modo El Sur aborda la relación paterno-filial desde la perspectiva de una hija, cuando al padre se le adora con la misma intensidad que a un ídolo, y todavía no se tiene la edad suficiente para valorar esa relación con la distancia y sensatez que dejan el poso de los años. De ahí que la película destile magia desde el primer minuto. Y El Sur es ese territorio apenas intuido, una ilusión o metáfora en donde podría desbocarse la alegría, una esquina en los confines donde no hay espacio para la tristeza.


   La segunda película del vasco tras su clamoroso éxito con El espíritu de la Colmena, tenía previsto un rodaje de 83 días siguiendo un guión extenso a partir de la novela homónima de Adelaida García Morales (su pareja de aquel entonces). Por problemas de financiación (costó 83 millones de pesetas en 1983) la cinta se acabó en menos de 50 días. La decisión adoptada por el imprescindible Elías Kerejeta, se convirtió finalmente en un acierto, pues estaba prevista una segunda parte a partir del viaje de Estrella a Carmona con el propósito de descubrir El Sur y todo cuanto escondía con respecto a su padre. El acierto viene avalado por los premios en los festivales de Sao Paulo, de Chicago, de Burdeos, o de Cannes, donde no llegó a ganar aunque estuvo nominada; de la revista Fotogramas, Guía del Ocio que también le dio el premio al mejor director, etc.


  El Sur, es, sin ninguna duda, una de las películas imperecederas de nuestro cine que merece más de un visionado, al menos por parte de quienes gozan/padecen de una extrema sensibilidad. 




                                                                                       

sábado, 7 de enero de 2017

El reino de este mundo

  En 1949, cuando se publica El reino de este mundo, Alejo Carpentier tiene 45 años. Nacido en 1904 en Lausana, era hijo de padre francés y madre rusa, lo cual no ha sido impedimento alguno para considerarle escritor cubano por los cuatro costados.

  Los antecedentes de esta, una de sus mejores novelas sino la principal, se remontan a un viaje que Carpentier realizó en 1943 a la isla de Haití. Antes se había empapado del surrealismo europeo, además de admirar su arte barroco en todo su esplendor. Así que al pisar suelo haitiano, aquellos conocimientos adquiridos en el Viejo Continente, se transformaron/fusionaron con la realidad de un país tan cercano geográficamente a Cuba y a la vez tan desconocido. Carpentier se empapa de la cultura, la tradición y la historia del país, aflorando en su mente una nueva forma de entender, de asumir la realidad impensada; es así como inaugura un nuevo estilo narrativo denominado real maravilloso o realismo mítico, que sin ser exactamente lo mismo que el célebre realismo mágico, entronca de algún modo con algunos de sus cánones. Carpentier se deja atrapar por el sincretismo cultural y religioso -asiste a ceremonias vudús-, y al fin entrelaza la realidad y los sueños, la razón y lo imaginado, la vida y la muerte, y todo ello lo adereza con esa pasión por lo barroco.

  Maravilloso implica sentido de sorpresa frente a lo inusual e inesperado. Eso sucede a lo largo de sus más de 150 páginas. "El culo del mundo", es en el siglo XVIII una nación pobre de solemnidad, como lo es ahora. Predomina una población negra y prácticamente esclavizada que ahonda sus raíces en la tradición africana, de donde procede mayoritariamente; y una minoría de blancos que tiene el poder y las tierras. Es en esos años finales cuando la mayoría negra pone en marcha la revolución que al fin liquidará la primacía blanca. En ese espacio geográfico de miseria, analfabetismo y supersticiones, Alejo Carpentier pondrá a su protagonista, un esclavo negro capacitado para la doma de potros y que atiende por el nombre de Ti Noél, a recorrer un territorio de guerra y desamparo, pero también un espacio donde puede aflorar y de hecho lo hace, lo más sorprendente de la mano de personajes históricos como el emperador negro Henri Christophe, o el héroe y líder de la revolución Francois Mackandal.

  Fallecido en París en 1980, y galardonado tres años antes con el premio Cervantes, Carpentier nos deja para la posteridad una novela no demasiado extensa que se lee con todo interés.