lunes, 6 de febrero de 2017

Franz Beckenbauer

Ayer nos dejaba uno de los futbolistas más laureados y brillantes de la historia. Para el recuerdo queda el duelo inolvidable que le enfrentó a Cruyff en el estadio olímpico de Munich en pos del Campeonato Mundial de Fútbol de 1974. En 2017 publicaba esta entrada en mi blog. Sirva como homenaje póstumo a su figura. 


Es posible que salvo Cruyff y Zidane no haya habido un jugador de élite tan elegante como El Káiser. En los primeros años setenta me empecé a aficionar al fútbol en serio, primero como coleccionista de cromos y a continuación viendo los partidos de liga del domingo; en cuanto a lo de jugar no era lo mío, era un perfecto zote. A Beckenbauer lo descubrí un poco tarde, en 1974, cuando el Bayern Munich conquistó su primera Copa de Europa al derrotar al Atl. Madrid, y semanas después  al proclamarse Alemania campeona mundial al vencer a Holanda. La verdad es que me quedé boquiabierto contemplando la suficiencia y autoridad de su juego. Yo no salía de mi asombro viendo su capacidad de destruir el juego enemigo, pero al mismo tiempo, con técnica depurada, inteligencia y soltura pasmosa, amén de una condición física fuera de lo normal, organizar el juego ofensivo desde atrás, pues yo pensaba que ese trabajo era exclusivo de los números 8 ó 10 de cada equipo, o sea, del interior derecho o izquierdo en el sentido clásico de aquellos años -hoy el 8 puede ser un defensa y el 10 un mediocentro u ocupar otra demarcación cualquiera-. Para entonces el alemán hacía algunos años que ejercía como líbero de la defensa. Antes había jugado en el centro del campo, dándose a conocer a nivel internacional en el mundial de Inglaterra-66 con tan solo veinte años. Con su retraso hasta posiciones defensivas, si no fue el inventor del puesto de líbero, al menos lo elevó hasta una dimensión que jamás había tenido antes, y en mi opinión no volvería a tener, a pesar de la existencia de otros grandes líberos, como Moore, Figueroa, Pasarela o Baresi. Desaparecida definitivamente la figura de hombre libre en la defensa -tal vez acelerada con la evolución de la táctica del 4-3-3 de entonces al 4-4-2 más habitual de ahora, con dos delanteros-, ya casi ni nos acordamos del juego talentoso y autosuficiente de Beckenbauer, pues era algo así como si en vez de la equipación deportiva vistiera de smoquin -esto creo que lo dijo alguien del mundillo futbolero.-


   Otra de las cosas que me llamaba poderosamente su atención, era esa "manía" suya de ir siempre con la cabeza levantada, pergueñando la próxima jugada gracias a su inteligencia y talento descomunales. Recuerdo ahora la final de la Eurocopa-76 que la desaparecida Checoslovaquia y Alemania Federal empataron 2-2, resultando vencedora la primera tras la tanda de penalties -para el recuerdo el último lanzado por Panenka-. A Alemania no le iba bien pues perdía desde el m. 25 de la primera parte por 2-1. El centro del campo germano formado por Beer, Wimmer y Bonhof no carburaba y Helmut Schön decidió cambiar a los dos primeros por Flohe y Bongartz. Para entonces el veterano seleccionador ya había adelantado la posición del Káiser para que ejerciera como cerebro. Con el 5, capitán a la postre, Alemania tuvo más fluidez en su juego, pero solo le sirvió para empatar el partido en el m. 89. Beckenbauer jugaba con una autoridad que no parecía propia de un jugador. Es muy recomendable el visionado de ese partido.

  Beckenbauer es considerado el mejor jugador alemán de la historia. El 2º mejor jugador europeo del siglo XX por detrás de Cruyff, y el 3º de la misma centuria a nivel mundial, solo superado por Pelé y el holandés, según IFFHS. Si nos atenemos a la votación oficial de FIFA, el organismo lo sitúa en el 4º puesto a nivel mundial y en el 8º en votación pública. A título individual, en su país fue elegido por 4 veces mejor jugador alemán del año; siendo elegido para el equipo ideal en los 3 mundiales que disputó, o sea: 1966, 1970 y 1974. Además ha sido elegido mejor jugador europeo en los años 1972 y 1976, convirtiéndose en el primer defensa en recibir tal distinción.

  Pero la influencia del Káiser va más allá, hasta el punto de ser uno de los responsables directos, y acaso el principal, en transformar un club de segunda línea como era el Bayern Munich a comienzos de los años sesenta, en el más laureado de su país. Por si su carrera no fuera suficientemente exitosa, ahí quedan sus logros como entrenador del Bayern en distintas etapas, y responsable de la selección germana antes, nada más colgar las botas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario