viernes, 17 de marzo de 2017

TEATRO DE SOMBRAS

  Acaba de dejarnos Fermín López Costero, algo inesperado en cualquier caso, y más en un hombre tan joven; aunque, con su sentido del humor nos lo anunciara el pasado 27 de enero: <<Me han diagnosticado obsolescencia programada, y lo peor es que la garantía hace mucho que ha caducado>>. El mejor homenaje que se le puede hacer a Fermín -es una obviedad- no es otro que regresar a su obra para leerla con tranquilidad.

  En marzo de 2017 escribí sobre su último libro de relatos: Teatro de sombras, una obra fundamental para profundizar en el género del microrrelato, un género en el cual el cacabelense era un consumado maestro.

Confieso con pesar y algo avergonzado, mi escasa inclinación al microrrelato, por considerarlo un género con efectos similares al vino, o sea: premura para la euforia, una euforia de evanescencia que desaparece cuando la sobredosis alcohólica es latente. Aunque no, realmente no es eso. La verdadera desafección se debe a que nunca hasta ahora he valorado en la justa medida un género tan huidizo y difícil de domesticar, por la sencilla razón de que un servidor es incapaz -por el momento- de desentrañar los misterios y la argamasa con la cual se sustentan los cimientos del género, una suerte de fogonazos o estrellas fugaces que requiere, a cada minuto de creación, una mente alerta por parte del escritor, para no sucumbir en el socavón de lo inapropiado o vulgar. Porque al hacedor de la brevedad se le exige la brillantez permanente, algo no tan perentorio en un novelista o inventor de relatos más extensos, pues dispondrá de tiempos muertos o episodios con menos sustancia, al jugar con la ventaja de tener más espacio para escribir.

   De la obra de López Costero, del cacabelense, solo puedo decir una cosa: Teatro de sombras (2016) es una colección repleta de magníficos microrrelatos, o microcuentos, pues es sutil la diferencia entre unos y otros. De hecho estaba leyendo una novela y la tuve que abandonar. En cuanto cayó en mis manos la obra del berciano -estupenda edición de la Editorial Nazarí- comencé a hojear -como hago con cada nuevo libro-, cayendo en la tentación de leer a voleo algunos de los microcuentos más breves. La lectura se volvió tan apetecible que decidí leer de un tirón, releyéndolo algunos días después, ya de vuelta en Ciutadella. A mi modo de ver, en el conjunto de la obra, no hay ningún microcuento que desmerezca, de verdad; no obstante, hay algunos que descuellan por la brillantez e ingenio de Fermín. Sin ir más lejos, La piedad, que cierra el libro, es genial y conmovedor a un tiempo. También algunos que exploran en la metaliteratura, rozan la perfección, como La cita, La muerte de Sherlock Holmes, Robinson o La cripta. O aquellos que profundizan en la mitología, como Ulises en Burela, con su toque de modernidad. También aquellos que beben de un cierto tremendismo: El eclipse, El Beso, son dos claros ejemplos. Sin olvidar la extensa nómina que aborda, a veces, un mundo paralelo, el de los muertos/aparecidos. Ejemplos son: Los aparecidos, Tarde de circo, El durmiente, La maldición o Venganza.

  Como su última obra me resultó placentera, a renglón seguido me puse manos a la obra y leí de otra sentada su libro anterior de microrrelatos, La soledad del farero y otras historias fulgurantes (2009). Como ocurre con Teatro de sombras, López Costero ya ponía de manifiesto su enorme capacidad para explosionar pequeños y brillantes fuegos de artificio, haciendo posible esa comunión tan difícil con los lectores, acostumbrados mayormente a las historias contadas con demora, y a veces con parsimonia, a través de una novela. A mi modo de ver, en Teatro de sombras perfecciona aún más su capacidad de síntesis y la exactitud de las palabras, procurando que abunden más, si cabe, las "historias anoréxicas". De cualquier manera y a pesar de que La soledad del farero... se vea superada por poco, contiene muchos microcuentos brillantes, como es el caso de La estampida.

  Dicho lo cual y recomendando de veras la lectura de Teatro de sombras, todavía no acierto a desentrañar el misterio que supone para mí el empeño del autor, ese de sumergirse cada poco para explorar en el mundo de los muertos y aparecidos. Acaso algún día nuestro paisano nos aclare el misterio. (Con todo el respeto, ahora sí entiendo tu empeño por explorar en "la otra realidad".  Un abrazo eterno, amigo Fermín).

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