lunes, 16 de febrero de 2015

LA CAZA

   De La caza (1965) se pueden decir muchas cosas, como que es explicativa de una época, una bajada a los infiernos, un delirio violento de su director Carlos Saura, o el prodigio alegórico de la España más belicosa. Por encima de cualquier etiqueta que le queramos poner, el tercer largometraje del oscense está, sin dudarlo, entre los imprescindibles de nuestro cine, yo me atrevería a situarlo entre los diez mejores. Al estrenarse en las salas españolas la acogida fue negativa, acaso porque no se entendió  muy bien su mensaje. Por el contrario, el reconocimiento internacional de esta película con tan bajo presupuesto, dos millones de pesetas, fue unánime, corroborado por triunfos como el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, mejor película en el FC de Acapulco, FC de Londres, FC de San Francisco, con el añadido de los galardones otorgados por el Círculo de Escritores Cinematográficos que además otorgó el premio a Alfredo Mayo como actor protagonista -tal vez el mejor papel de su cinematografía-, y el de mejor fotografía.


  El argumento de la película es tan simple como efectista. Cuatro amigos se reunen tras 8 años sin verse para tomar parte en una batida de caza. Todos conviven con algún problema serio, como el alcoholismo, una separación en ciernes o la necesidad acuciante de dinero. Tres de ellos combatieron en el bando franquista durante la Guerra Civil, mientras el cuarto es mucho más joven y desconoce el grado real de amistad entre los otros. El coto destinado a la caza se ubica en el mismo lugar donde ellos lucharon muchos años antes. A pesar de una cierta complicidad, el ambiente está impregnado de un odio apenas disimulable, favorecido por un entorno árido, con huellas del trágico pasado -se rodó en Aranjuez, Esquivias y Seseña- y un calor irritante -está filmada durante el mes de agosto-. Previas a la tragedia final hay varias escenas que vaticinan lo irremediable. En una, Luis (José Mª Prada) se lía a tiros con el cuerpo de un maniquí que acaban de traer del pueblo. En otra, los cazadores montan las armas 

con la destreza propia de militares a punto de entrar en combate. Además el dramatismo creciente se refleja a través de los diálogos entre los tres veteranos, pero también en el detalle del sudor que perla sus frentes o en la atinada banda sonora de Luis de Pablo. Finalmente, tras reproches y la reaparición de viejos fantasmas del pasado, la película se precipita al final con una auténtica caza humana de la cual escapará Enrique (Emilio Gutiérrez Caba), el más joven de los cuatro.


  En su momento la crítica calificó a la cinta como una metáfora de la Guerra Civil, o sea: rencor, envidia escondida, amistad interesada, crueldad, violencia y muerte. Eso a pesar de que en todo el metraje no se mencionan los términos Guerra Civil ni mucho menos Cruzada, aunque sí se mencione la palabra guerra. El título original iba a ser La caza del conejo, pero la Censura acortó el título por valorar que tenía connotaciones ofensivas hacia la mujer. Saura reconoció posteriormente el acierto de titularse La caza. Al hilo de esto último, conviene recordar que algunos críticos han querido ver en la escena donde los hurones fuerzan la salida de los conejos de sus madrigueras, una especie de alegoría de la aplicación de la Ley de fugas franquista, al ser abatidos en cuanto aparecían por el hueco y se ponían a tiro.


Esta fue la primera colaboración entre Elías Querejeta, el más grande de los productores, y Carlos Saura. Ambos pagaron a escote el coste de la producción. El espléndido montaje corresponde a Pablo G. del Amo, la fotografía intensa en blanco y negro es de Luis Cuadrado y el 2º operador Teo Escamilla. El guión fue escrito por Carlos Saura y Angelino Fons, siguiéndose por estricto orden cronológico, de ahí el final sangriento que ya estaba escrito como colofón.


  A modo de anecdotario señalo que el prestigioso director Sam Peckinpah reconoció haberle cambiado la vida cuando vio la película. O que al maestro de maestros, don Luis Buñuel, le encantó, admitiendo que le hubiera gustado haberla dirigido.


  Sin ningún pero, esta es una película para disfrutar y hacernos una reflexión sosegada. Un verdadero gustazo para la vista.



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