viernes, 11 de marzo de 2016

Cierra Discos Castelló

  Otro cierre más y van. Ayer nos enterábamos de que la emblemática tienda de Discos Castelló, en la calle Tallers 7 en Barcelona, bajará el telón a final de mes. Un viejo negocio discográfico, con prestigio indiscutible a lo largo de sus 88 años de historia (nació en 1928), es incapaz de hacer frente a los nuevos tiempos, clientes, redes sociales, soportes, descargas masivas, y como otros del gremio optan por la retirada antes de que el deterioro sea mayor.

  Nunca fui yo asiduo de la tienda, fundamentalmente por no vivir en Barcelona; pero si se terciaba el viaje, era obligada una visita al templo de los vinilos en aquellos años preolímpicos, acompañado de mi amigo Alejo, vecino entonces de la Ciudad Condal, y siempre decidido a hacerse con discos de los rotundos Ramones o la novedad de Neil Young. Yo si iba a la caza era para buscar a Pink Floyd, Led Zeppelin, Bruce y otros favoritos, aunque en el formato más modesto de la cinta cassette por no disponer entonces de plato. Por sus pasillos era natural ver a la gente más entendida en este sorprendente mundillo de la música, incluso celebridades o apasionados de las rarezas vetadas en otras ciudades de España; y por supuesto, si alguien muy forofo pretendía hacerse con la novedad más compleja para la crítica, el templo cercano a los templos del Barrio Gótico, era el espacio más adecuado, entre otras cosas por la profesionalidad de la familia Castelló y sus empleados.

  El primer aviso serio de que la sociedad y los tiempos estaban cambiando ocurrió en 2009, al verse obligada a presentar un concurso de acreedores, pese a lo cual pudo mantener abierta la icónica tienda que el próximo día 31 pasará a ser historia y a darle una capa más a la pátina especial de cosmopolitismo que siempre ha brindado Barcelona. Paradógicamente, ese mismo año, el ayuntamiento de la ciudad le concedía la Medalla de Honor.

  Hoy, transcurridos más de 30 años desde que entré por primera vez a un santuario lleno de magia y sentimientos, echo la vista atrás y a la cabeza me vienen mil y un recuerdos inolvidables, pero también el sinsabor de ahora mismo, porque algo que en cierto modo era patrimonio de los barceloneses y visitantes esporádicos como yo, dejará de existir en tres semanas escasas. ¡Qué lástima que el tiempo presente desbarate proyectos con tanta tradición como este!

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