jueves, 21 de noviembre de 2013

Una heroína

  Una niña que había puesto todo su afán en acudir a la escuela para sentirse más a gusto consigo misma y realizarse como ser humano, veía comprometida su integridad física por la intransigencia ideológica de una horda de hombres desalmados, la cual nunca admitió ni admitirá el derecho de las mujeres a la educación. A pesar de las amenazas y de saberse en el punto de mira si seguía asistiendo a la escuela, la joven no renunció jamás a su derecho a saber un poco más cada día. Estaba convencida de que la justicia estaba de su parte; y por tanto, si no transigía ante la intolerancia e integrismo, estaría colaborando con un pequeño granito a que otras niñas siguieran su camino.

  Un malhadado día del pasado año, mientras viajaba en el autobús escolar junto a otros niños, la joven fue tiroteada por un miliciano del TTP vinculado a los talibanes, poniendo en riesgo su vida por algo tan necesario como la educación universal. Esa joven que ahora cuenta dieciséis años no es otra que Malala Yousafcai.

  Ese acto de coraje por parte de la pakistaní sirvió para despertar las conciencias de muchos ciudadanos. Muy pocos hasta entonces nos habíamos dado cuenta de las penalidades de muchas mujeres que viviendo en países con fuertes raíces islámicas, no tienen los mismos derechos que los hombres. Malala es hoy, sin dudarlo, una referencia y un ejemplo a seguir por quienes aún creemos en los principios de equidad.

  La joven pakistaní ya atesora varios premios en reconocimiento a sus méritos personales. El último, el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2013. Ante la Eurocámara arranco los primeros aplausos con su intervención al citar la célebre frase de Voltaire: "No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo". Desde luego no es nada descabellado conjeturar dentro de unos años con que Malala sea galardonada con el Premio Nobel de la Paz.

  No quiero acabar sin antes reconocer el valioso ejemplo de Malala para los docentes de nuestro país. Se me ocurre que con estudiantes como ella, la labor de los maestros y profesores sería mucho más sencilla y gratificante. El sacrificio de Malala hace que el común de los mortales pueda al fin congraciarse con el mundo, pues la educación como necesidad ineludible es la que nos convierte en personas. Y si de verdad hemos adquirido una educación profunda, ésta nos llevará a desear la cultura.

  Felicidades Malala, te lo mereces.

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