sábado, 3 de mayo de 2014

¡Que vuelva Sarkozy!

  Definitivamente la Socialdemocracia podría ir pensando en un epitafio para dejar escrito junto a su legado que se marchita precipitadamente. El presidente francés puede ser el perfecto oficiante del sepelio con la decisión de nombrar a Valls Primer Ministro de la República. La ilusión desmedida por la victoria de Hollande, el cual parecía encarnar el revival o una especie de oasis de la izquierda en medio del dominio apabullante de los conservadores en prácticamente el resto de Europa, ha trocado en un desencanto generalizado de los ciudadanos inconformistas que con su nombramiento aspiraban a un golpe de timón en la gobernanza europea. Al final ha renunciado a los principios sociales para hacer seguidismo de las directrices emanadas desde el Norte del Continente, y para ello nada mejor que nombrar al barcelonés de nacencia como ejecutor de los recortes de la "única" receta posible para blindar el euro, salvaguardar el capitalismo y a las élites minoritarias que son quienes lo sustentan. Valls es miembro socialista francés, cierto, mas podría estar afiliado a la UMP o incluso ser integrante de las huestes de Marine Le Pen; por cierto, un hecho este del travestismo político que empieza a ser más frecuente de lo deseable en España y en muchos otros países, haciendo un daño irreparable a los votantes de izquierda que aún piensan en la política como algo indispensable para transformar el mundo y con ello alcanzar el mayor bienestar posible de la sociedad, sin que ésta deba de estar sometida a los intereses espurios del poder económico y financiero. Si quienes todavía integran la izquierda moderada europea no clarifican su pensamiento frente al único imperante de los recortes y el ahondamiento en las desigualdades, si no se alían y acuerdan una voz única y contundente frente al dominio conservador y a favor de los ciudadanos de a pie, y lo que es más importante, no piensan en la posibilidad, aunque sea pequeña, de mejorar la vida de la sociedad a partir, eso sí, de un libre mercado pero regulado a través del poder político, lo mejor que podrían hacer es irse a casa o cambiar de bando. La gente no es tonta, y para hacer esa política de martillear una y otra vez en el clavo más vulnerable de unos años para acá, si no hay otra alternativa posible, mejor que el martillo esté en manos de los mismos; al fin y a la postre son quienes mejor conocen el percal. Visto el panorama, con el socialismo obnubilado, fagocitado por el poder abrumador de una derecha unidireccional, la derrota en los próximos comicios de mayo puede ser dolorosa, pues quienes algún día confiaron en aquella máxima de equidad social pueden hoy buscar algo más extremo, optando por políticos más radicales.

  El caso es que a Nicolás y a Ángela, pareja de hecho, se les estropeó un día la furgoneta con la que transportaban a las tiendas y supermercados las mercancías. Siendo su medio de vida no les quedó otra que el arreglo. En el taller les advirtieron de la conveniencia de una nueva que valía sus buenos cuartos, y si no, pues apañarse con la misma, pero sin superar jamás los 50 a la hora. Como nadie les daba crédito y tampoco eran muy aventurados, optaron por ir tirando con el viejo vehículo hasta que llegaran días más propicios. Mientras, otro chófer de la competencia que atendía por el nombre de Barak, y otro más que era conocido por David, viendo que la ocasión la pintaban calva y que los supermercados y tiendas anhelaban más puntualidad en la entrega para hacer caja desde primeras horas de la mañana, a pesar de la deuda que tenían, especialmente Barak, optaron por pedir crédito y comprarse unas nuevas que les permitía alcanzar los 100 a la hora. Así las cosas, ambos chóferes fueron reclamados por casi todos los establecimientos ante la prontitud de las entregas, de manera que la pareja formada por Nicolás y Ángela, a pesar de no tener casi deuda, comenzaron a sufrir las estrecheces al no generar beneficios porque todos se los llevaban sus competidores; y éstos, particularmente Barak, aunque deben mucho dinero, empiezan a devolverlo, pues el negocio va viento en popa.

  ¡Que vuelva Sarkozy! ¿Que regrese junto a Merkel! A pesar de sus múltiples problemas con la justicia, como ese del caso Bettencourt por la financiación irregular de su campaña electoral -¡mira que me suena!-, mejor Sarkozy que Hollande para reequilibrar las cuentas públicas. En un arrebato de sinceridad, decía el Expresidente estrenada la crisis financiera con el desplome de Lehman Brothers, que había la ineludible obligación de refundar el capitalismo porque tal y como lo entendíamos estaba agotado. Aquello no dejó de ser un brindis al sol, pues un conservador como él jamás podría llevar a término algo así, y tampoco sus correligionarios se lo iban a permitir. Pero, mejor Sarkozy, ¡que vuelva ya! Aunque esta Europa, más que nunca de los mercaderes, discurra al ralentí en contraposición a USA, UK, Canadá y otros países, incluidos los emergentes, que no padecen el yugo de la moneda única.

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