domingo, 18 de mayo de 2014

¿Y después qué?

  Pues probablemente nada. Lo más razonable es pensar que tras los próximos comicios del 25-M en la UE todo seguirá como hasta ahora, sin cambios. Ganen unos u otros, populares o socialdemócratas del Viejo Continente, es lógico pensar en el inmovilismo, no vaya a ser que alguien se mueva y no salga en la foto. La Derecha Democrática tiene asumido su rol que es el consignado por el poder fáctico transmitido a través de la sra. Merkel, es decir, máxima deferencia hacia la macroeconomía y desatención indisimulada por la ciudadanía, particularmente aquella con más impedimentos para sobrevivir. Por lo que respecta a la Socialdemocracia, de un tiempo a esta parte parece haber, sino abjurado de sus postulados más reconocibles, si sentirse confortada con el dogma del reinventado liberalismo exportado desde los países anglosajones, aunque con matices, por aquello de preservar una mínima autonomía del compromiso social con respecto al predominio popular de índole más individual o privado. Es cierto que la Izquierda Democrática alardea de una conciencia social y a la mínima oportunidad la saca a pasear, pero, ¿alguien en sus cabales cree que de vencer por mayoría suficiente aplicaría sus proclamas de solidaridad? Francamente es difícil de creer, pues hoy los políticos, sean del signo que sean, están sojuzgados por los gerifaltes que detentan los mecanismos y palancas del ramo financiero/económico, tal es el dominio conseguido por éstos al albur de las políticas desregulatorias o liberalismo a ultranza sin control desde los años ochenta, incrementadas sustancialmente tras la tragedia del 11-S.

  Hace ya años que Europa se ha traicionado a sí misma. A la UE se le quiso dar una carta de naturaleza con prioridad por los derechos y libertades de los europeos antes que sobre el resto de vertientes incluida la económica; incluso en algunos países como España se llegó a aprobar una constitución europea. Hoy toda aquella efervescencia se ha quedado en agua de borrajas, algo evidenciado con total virulencia al estallar esta crisis infame. Lejos de corregirse o regularse las anomalías existentes que contribuyen a lastrar al conjunto de la ciudadanía, lejos de modularse la autoridad omnímoda del presente capitalismo que galopa desbocado cual caballo de Atila, las autoridades políticas son condescendientes con aquélla y disimulan, cuando no cohabitan con desconcertante naturalidad; un auténtico escarnio para el común de los mortales. Así nos encontramos con naciones como Luxemburgo que es paraíso fiscal, o Irlanda, donde una empresa puede establecer su sede social y apenas pagar impuestos. Pero digo yo, ¿no se trataba de hacer una convergencia fiscal para que nadie tuviera ventaja sobre el vecino? Y ahí está esa vergüenza llamada Sicav creada con un mínimo de 100.000€ y que paga una cantidad irrisoria comparada con un empleado de nómina que debe apechugar con el IRPF. No digamos de la dejación de los últimos años en lo referente a la política migratoria, problemática agudizada con la dejación de la ayuda económica a la cooperación internacional. Sin embargo la clase política, la española al menos, si parece preocuparse por coartar al máximo los movimientos atrevidos de sus súbditos, promoviendo una legislación coercitiva en pos de la preservación absoluta del negocio financiero/económico. Ese es el contradictorio proceder de quienes se denominan liberales, y obviamente lo son, pero con los más poderosos.

  Y hablando de España. El jueves pasado charlábamos un grupo de amigos sobre el tema de las elecciones a cuenta del debate televisivo entre el sr. Arias Cañete y la sra. Valenciano. Mi amigo Santi, con vocación de político sin ejercicio, decía que hacía muchos años que no había visto en pintura un programa político, <<¿y existen; pero de verdad se imprimen o es todo una pura invención?, Ahora no se reparten como antes>>, decía consternado. Añado yo: ¿nos molestamos en leer al menos un resumen programático aunque sólo sea el del partido al que vamos a votar? ¿Nos molestamos en comprobar si las propuestas de nuestra elección colisionan con la Constitución? ¿Conocemos grosso modo el articulado de nuestra Carta Magna? ¿Nos limitamos a votar con fe ciega al partido con más afinidad sin tener en cuenta otras variables? ¿Condescendemos siempre con el partido predilecto haga lo que haga, o tratamos de ser críticos y llegado el momento nos atrevemos a castigarlo sin el voto? A pesar de los pesares y de la imperfección del actual sistema democrático, yo pienso que se debe de participar, aunque finalmente se opte por el voto en blanco o nulo.

  El amigo Santi, con vocación real de político, que eso dice él, admitía que el debate televisado le pareció infumable, por no decir algo peor. <<Entre la dichosa apostilla de la herencia recibida -me inmiscuyo para decir que para otra ocasión habría que hablar de las herencias aún no recibidas, como las comunidades de Valencia o Murcia, o la ciudad de Madrid-  y la retahíla de buenas intenciones que suenan a postizas, quedé hasta la coronilla. Si el futuro comisario es el hasta hace bien poco ministro mejor valorado del actual gobierno, apaga y vámonos>>. Yo añado que el sr. Arias Cañete no parecía él, sino un autómata teledirigido, gobernado por un sinnúmero de asesores que tratan de ayudar y lo único que consiguen es atolondrar al protagonista de marras. Pero eso es algo que merece una reflexión aparte, si bien es cierto que a los populares de la calle Génova le sobran asesores a manta. Por otra parte, a la sra. Valenciano se la pusieron como a Felipe II, así que rascó donde más podía aprovecharle, proponiendo acciones genéricas que ni siquiera fueron rebatidas por su manso rival, pues a lo que parece, el sr. Arias Cañete es muy respetuoso con las féminas, y si hubiera sido el mismo, que se conoce, entraría a matar. Ciertamente desafortunadas las declaraciones del día después justificando su perfil bajo en el debate. Vamos, que terminó de afianzarse en el revolcón.

  Para finalizar y hablando de infortunios, justo antes del debate patrio, en Europa se hacía otro a cinco y más ágil. Triste es pensar que pueda ser el luxemburgués y popular Jean Claude Juncker, muchos años primer ministro del paraíso fiscal en aquel país, quien vaya a llevar las riendas de la Comisión Europea, una de las tres patas que conforman la Troika. Escucharle en boca del intérprete de turno es mirar al prototipo de tecnócrata con la única preocupación por los grandes números, un hombre que parecía levitar pues le resultaba enojoso pisar en tierra firme. Claro que tampoco parece ofrecer mayores expectativas el socialdemócrata Martin Schulz. En resumidas cuentas y como cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual. A mí no me importaría que se quedara Durao Barroso, ¿total?

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