sábado, 4 de enero de 2014

Se acaba la Navidad

  Como cada año nos hemos propuesto celebrar con alegría desmedida, o sin el alborozo debido, estos días de familiaridad acentuada y deseos de parabienes. Muchos han tratado de mostrarse receptivos y simpáticos, mientras otros muchos han renegado o reniegan de estas fechas por considerarlas un tanto artificiosas y hasta molestas por su dilación. En medio de extremos tan opuestos se quedan quienes consideran estos días entrañables, pero al tiempo, excesivos, teniendo en cuenta las circunstancias hostiles del tiempo presente. En líneas generales, casi todos nos hemos juramentado para hacer propósito de enmienda en este 2014: comer más saludablemente, dejar el tabaco, ser más amables con los amigos y/o conocidos, o los que como yo (aprovechando estos meses de asueto invernal), también se dedican a devanarse el cerebro hasta dar con una historia para escribir. Yo me he propuesto redactar dos o tres páginas cada día, a fin de ir dando forma a una novela farragosa con más incertidumbres que certezas, y con menos pruebas concluyentes que días quedan para rematar el mes. Y es que la historia que me atosiga y conmueve es veraz, circunscrita a un tiempo histórico tan espeluznante y absurdo como el de la guerra del 36. Pero, a pesar de todas las indagciones que he hecho, la insensatez, lo esperpéntico, han presidido todo el acontecer de los hechos que desembocaron en un Consejo de Guerra y ulterior fusilamiento del protagonista. Así que, como la historia habrá que madurarla con paciencia y buen humor, además de mucha dosis de inventiva, mientras, he ocupado la materia gris en un relato que puede encajar más o menos en esta ya cercana celebración de Reyes. No obstante, para quienes os consideráis perezosos al prolongarse la narración más allá del par de páginas, he escrito otro más breve y tal vez sugeridor, si bien el contexto y escenario pueden parecer paradójicos.

  Feliz Navidad.

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