lunes, 27 de enero de 2014

Intemperie

  Admito que aún ahora, después de varias horas, estoy algo conmocionado tras acabar de leer este libro. La Novela es impagable desde muchos puntos de vista, pero ante todo porque huye de cualquier pauta comercial, incluidas las artimañas de las que nos servimos quienes nos apañamos para atrapar al lector, las cuales se convierten a veces en la rémora perfecta para que la historia pierda autenticidad. Transita pues por un camino frugal, contenido y, tan áspero como cuantos se describen a lo largo de sus páginas; al fin y a la postre, el otro protagonista omnipresente de la historia es el terreno yermo y sus inmutables senderos.

  La historia que se narra -un puñetazo en nuestras conciencias aburguesadas y acomodaticias- es intemporal, si bien se presiente la primera mitad del pasado siglo, en un espacio rural no muy alejado de la Castilla mesetaria. A través de un paisaje inhóspito donde el sol abrasador agrede a los propios lectores, un niño atormentado peregrina en busca de la ansiada libertad, dispuesto a todo con tal de dejar muy lejos el yugo que le va embruteciendo. Le persiguen algunos vecinos y muy en particular un desalmado alguacil, causante de su huida hacia el aprendizaje acelerado.

  La Novela, rica en vocabulario y minuciosa, sin excederse en las vicisitudes por las que pasa un cabrero taciturno con el que compartirá viaje sin destino a través de la intemperie, se supone que entronca, -salvando las distancias- con el realismo descarnado de autores como Ramón J. Sender o Rafael Sánchez Ferlosio; aunque es con Miguel Delibes con quien sin duda tiene más similitud, aunque sólo sea por la riqueza en el manejo de los vocablos y la facilidad para ambientar el mundo rural.

  Francamente que merece la pena ser leída. Intemperie (de Jesús Carrasco, pacense de nacimiento y sevillano de adopción), puede parecer al comienzo una ficción anodina e insípida ayudada por la trama lineal, sin giros efectistas; no obstante, conforme avanza la narración, nos encontraremos con personajes tan siniestros como el referido alguacil o el inquietante tullido, además de desmenuzarse la dimensión moral del cabrero, el hombre bueno.

  Elegido como libro del año por los libreros madrileños, éste se puede leer en un par de sentadas y es un auténtico goce. 

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