lunes, 3 de febrero de 2014

Recetario Neoliberal

  No conformes aún con los resultados de la enésima reforma laboral, quienes aconsejan más recortes y empujan con fuerza para que la balanza se incline definitivamente hacia el poder económico y financiero, que son por otra parte quienes lo detentan, propugnan con ardor y al fin a cara descubierta -qué tiempos aquellos cuando se creía a pies juntos en la necesidad de los contratos indefinidos y bonificados-, el efecto reparador que tendría otra vuelta de tuerca en torno a los trabajadores asalariados. Veamos.

  La CEOE, que es la gran representante en esencia de las empresas importantes, a través de su presidente, don Joan Rosell, defiende la necesidad de que los empleados fijos renuncien a sus privilegios de muchos años para dárselos a los temporales. El catalán confunde derechos con privilegios, y no es lo mismo. Además defiende la necesidad de rebajar otro poco más los salarios para hacer más competitiva la economía nacional. Es curioso que sea este organismo quien defienda semejantes tesis cuando ni siquiera se sabe con certeza la remuneración de su jefe (bendita transparencia a la cual renunció), mientras el secretario general, don José María Lacasa, tiene un sueldo anual de 250.000€. Llama la atención que su anterior presidente, don Gerardo Díaz Ferrán esté entre rejas, o que su actual vicepresidente y máximo cabecilla de la patronal madrileña, don Arturo Fernández, pagara presuntamente en dinero negro en algunas de sus empresas. Tampoco ha sido un ejemplo la indemnización de 1,9 millones de € en concepto de despido a don Juan Jiménez Aguilar, anterior secretario general. A lo que se ve, los mandamases abogan por profundizar en recortes y precariedad, además de abaratar el despido; pero claro, eso no les ocurre a ellos, pues se blindan los contratos ante hipotéticos despidos. Y eso que la patronal obtiene subvenciones del Estado pagadas por todos los españolitos. Ver para creer.

  El otro gran organismo, el FMI (una de las tres patas que integran la Troika junto al Banco Central y la Comisión Europea, quienes realmente mandan en Europa, también en España), resulta que se descuelga con el mismo o parecido argumentario (aunque diga una cosa y la contraria al admitir que tanto recorte ralentiza la recuperación). Paradójicamente, doña Christine Lagarde, su actual directora gerente, percibe un sueldo de 350.000€ anuales, y no satisfecha con los emolumentos, a pesar de la crisis, en 2011 al tomar posesión se lo subió un 11%, un 1,8% en 2012. Dechado de ejemplaridad. Pero hete aquí que su antecesor (John Lipsky apenas mantuvo dos meses el cargo), don Dominique Strauss-Kahn está en pleno peregrinar judicial por asunto de faldas, y don Rodrigo Rato, predecesor de aquél, ni siquiera acabara su mandato ni predijera la crisis en ciernes.

  A todo esto sí sabemos que la crisis de marras ha acrecentado las diferencias entre ricos y pobres: Las 20 mayores fortunas nacionales poseen la misma riqueza que el 20% de los españoles más pobres (se debe recordar que España ha pasado a ser el segundo país más desigual de Europa y con la percepción de ser también el subcampeón continental en corrupción), y el 1% de la población mundial atesora la misma riqueza que la mitad del planeta, en torno a 3700 millones de personas.

  A esta situación sólo se ha podido llegar a través de la desregularización casi absoluta del poder financiero-económico (dogma o máxima del neoliberalismo gobernante) y al constreñimiento de la ciudadanía a fin de preservar el poderío del capital sobre el capital humano.

  Claro que gran culpa de este escarnio hacia la dignidad humana la tiene la Socialdemocracia, que en su momento se dejó seducir por el brillo áureo, abrazando el libre mercado sin matices, permitiendo que el poder del dinero campara a sus anchas. De ahí su extrema debilidad actual en toda Europa, pues apenas se pueden encontrar diferencias de peso -ojo, en el terreno económico- entre un político de esa tendencia con otro del pensamiento único imperante en la UE. Si no abandona de inmediato los postulados neoliberales y vuelve a los tiempos en que la libertad de mercado estaba regulada y vigilante, la Socialdemocracia será algo finiquitado y, aunque pueda parecer exagerado -en cierto modo lo es, pero no del todo-, este extremo de liberalidad dineraria y mezquindad hacia la ciudadanía, terminará pareciéndose a aquel otro extremo no tan lejano del comunismo: dictadura del proletariado=tiranía del capitalismo.

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