lunes, 10 de febrero de 2014

¿Se resquebraja España?

  Desde hace ya meses, uno de los temas candentes de la actualidad nacional, es ese órdago de Artur Mas, pretendiendo a toda costa una consulta respecto al soberanismo de los catalanes. Pero antes de plantear la tajante determinación, en los últimos años han ocurrido cosas que ayudaron a esta tesitura sin aparente vuelta atrás. Las crisis trascendentes de cariz político, económico o social, no surgen de manera espontánea (aunque muchas veces nos pueda parecerlo), sino que detrás hay múltiples y variadas circunstancias germinando imperceptiblemente hasta eclosionar en algo tremendo. Para el asunto catalán podríamos retrotraernos más allá de diez años.

  En 1996 el PP gana las elecciones sin mayoría y pacta en el Congreso con las minorías catalana y vasca. El sr. Aznar es nuevo presidente del Gobierno. Para contentar (en particular a CIU), el PP cede el 30% de la recaudación tributaria a Cataluña. Como había hecho antes el sr. González y a fin de conseguir los apoyos necesarios, el sr. Aznar se plega ante las reivindicaciones económicas y hasta admite (esa frase tan célebre y con tanto juego) hablar catalán en la intimidad. En dicha legislatura y con el beneplácito del PNV, el sr. Aznar sondea a la banda terrorista ETA para alcanzar una tregua definitiva, así que acerca más de cien presos, promoviendo beneficios penitenciarios (entre otros al célebre Juana Chaos, que por escribir libros se le redujo condena) y eufemísticamente rebautizó a los terroristas como Batallón de Liberación Vasco. Esa primera legislatura, la del diálogo y consensos, le facilita al PP la mayoría absoluta en el año 2000. Pero hete aquí que, revestido de los votos suficientes, ya no sólo no tiene en consideración ninguna de las aportaciones catalanas y vascas en el Congreso, además (incidiendo en las primeras), muestra una altivez y desprecio por sus antiguos aliados convergentes que rayan el tic autocrático.

  En 2003 se producen las elecciones catalanas y ninguna fuerza obtiene la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Es ahí donde se gesta el detestable pacto del Tinell en respuesta a las formas autoritarias del sr. Aznar y su plana mayor. El pacto dejaba fuera del juego democrático al PP, hasta el punto de que las fuerzas firmantes no podrían pactar con aquella ni en Cataluña ni para el Gobierno Central. ERP intentó por todos los medios incluir a CIU en el pacto, pero el PSC se negó en rotundo.

  Una de las prioridades del Pacto fue la redacción de un nuevo Estatuto para Cataluña, el cual fue aprobado en el Parlament y refrendado por los ciudadanos catalanes por amplias mayorías. A partir de ahí el PP (fuera ya del Gobierno Central) acude al Tribunal Constitucional por considerar parte del articulado contrario a nuestra Carta Magna. Tras muchos años, el Tribunal sentencia en contra de catorce artículos y es entonces, ya sin disimulo alguno, cuando estalla la gresca, y más tras comprobarse la similitud de algunos artículos con los de los nuevos estatutos de Valencia y Andalucía que curiosamente no se habían denunciado.

  Resumiendo: ¿Acudió el PP al Constitucional por creer fielmente en tener la razón, o tal vez, y hasta cierto punto, se debió a una pataleta al sentirse ninguneado por el resto de las fuerzas políticas catalanas? Entre tanto queda la percepción de una Cataluña desconfiada hacia el resto de autonomías y su recurso al victimismo para defenderse de una campaña chabacana como la denominada catalanofobia.

  Muchos ciudadanos se preguntan si es posible que España, como la conocemos ahora mismo, terminará disgregándose. Yo no lo creo, y hasta es probable que ni siquiera se realice la consulta; sin embargo, el daño ya está hecho y será muy difícil encauzar el desaguisado, más teniendo en cuenta el arrojo desmedido del sr. President y el modo de actuar del sr. Rajoy, siempre esperando a verlas venir.

  De aquellos polvos estos lodos, ¡y la crisis!

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