sábado, 15 de febrero de 2014

La vida misma

  Sobre las 4 de la tarde. Un bar cafetería en S'Esplanada de Maó. Hay sol brillante casi primaveral, nada que ver con ciclogénesis explosivas ni malaventuras de ese tenor. Los clientes están sentados en la terraza. Una señora de edad promediada, no menos de 50, y con gafas de miope, lee el periódico aparentemente indignada, pues no deja de negar con la cabeza y el rostro ceñudo. En una esquina hay dos jóvenes mujeres de procedencia sudamericana hablando de sus cosas, sin dejar de atender a sus respectivos móviles. Una mesa adelantada la ocupa un matrimonio veterano. Ella se viste disconforme a su edad con un pantalón pitillo de cuero y una chaquetilla con cuello y puños de lana. También ¿fuma? a ratos un cigarrillo electrónico. Solo, en la rinconera opuesta a las sudamericanas, hay un joven alto y fornido, negro, inquieto a tenor del constante movimiento de sus piernas. Éste sí que no para de fumar. El cuadro de parroquianos lo cierro yo asistido de un descafeinado.

   En un momento dado salió el camarero a la puerta a velar, por si alguien de la clientela requería algún refrigerio, digo yo. Fue aparecer el dueño del local y, de inmediato, la despiadada lectora de al lado dispararse tras la calma chicha: <<Tots els politics són iguals, són una colla de poca vergonyes. Ara Adif i l'accident de Santiago, i demà? A fer punyetes la marca Espanya.>>

  En esas entró un hombre impedido en un carrito eléctrico y el camarero siguió el rastro para atenderle sin decir esta boca es mía. Las jóvenes de pieles cobrizas seguían a lo suyo. La mujer emperifollada dio de sopetón cinco o seis caladas seguidas al artilugio de última generación, propagándose humos abundantes y falaces que no olían, o eso me pareció a mí. El arrinconado fortachón de color parecía asentir a las palabras de la lectora.

  La mujer de gafas plegó a la mitad el diario y lo posó en la mesa. A pesar del renovado sosiego, parecía farfullar la letanía de la incomprensión, sin por otra parte suscitar la atención del resto de concurrentes, o al menos la objeción o conformidad a sus palabras de antes. Aunque todos estábamos en el ajo. La noticia que leía la indignada, hacía referencia al auto del juez Aláez. En él reprocha a los administradores de Adif haber puesto en riesgo la vida de muchísimas personas movidos por fines lucrativos o de ahorro. La entidad modificó en 2010 los controles de alta velocidad sin valorar la idoneidad de esos cambios, haciendo prevalecer los malditos e incipientes recortes. En el verano último se produjo el tremendo accidente del tren de Santiago con el resultado de 80 víctimas.

  Hago mía la pregunta de la señora <<i demà?>>, <<¿y mañana?>> Mañana puede ocurrir lo impredecible. Estamos alcanzando tal grado de impostura y degradación en la política que (no es descabellado tenerlo en cuenta), tras la desafección de los ciudadanos hacia sus representantes, terminen apareciendo partidos o grupos ultras, fuerzas anarquistas y organizaciones sin fin concreto, al estilo de la liderada en Italia por Beppe Grillo. Si los políticos (particularmente del PP y del PSOE, los de vocación gobernante) no rectifican y se preocupan de sus ciudadanos, que son quienes hacen nación a España; si no son capaces de rebatir el discurso promovido desde las entrañas europeas sustentado en la austeridad a ultranza (aunque ellos mismos digan de esa necesidad y al tiempo admitir que dicha política está ralentizando la salida de la crisis); si sus máximos dirigentes (ni Rajoy ni Rubalcaba encarnan el prototipo de líder, si acaso la de buenos gestores) no son los más idóneos para encabezar otra manera de actuar que busque la solución a los problemas de sus conciudadanos (y no a la inversa), buscando apoyos necesarios de los países del Sur, incluida Francia, el batacazo de esas fuerzas mayoritarias hasta anteayer, en venideros comicios puede ser de los que hacen época. Es así que no sería descabellado pensar en un país inestable, al estilo del italiano, pero ellos se lo habrán ganado a pulso.

  Al cabo de unos minutos, el negro impaciente se levantó y dirigiéndose a la lectora le reclamó el periódico. Al tiempo del permiso, el grandote le reconoció su suerte: <<Llegué tarde y por los pelos me libré. Tenía billete en el tren con destino a Santiago>>. La lectora, como todos los de la terraza nos quedamos pasmados, sin decir ni mu. Pero la miope enseguida trajo la muletilla para apoyarse. <<A fer punyetes la marca Espanya.>>

  Como la vida misma.

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