David Villa personificó durante un buen puñado de años lo que un delantero debe ser en un equipo campeón como el español: movilidad constante, velocidad, dribling, juego al primer toque, convicción para disparar desde cualquier lugar, buen manejo de balón, inteligencia. No era el típico delantero centro que se mueve por el área sin abandonarla y fija a los centrales. Por eso encajaba como un guante en el engranaje de Luis Aragonés primero y Del Bosque más tarde. Teniendo en cuenta que, por norma, los rivales de España jugaban y juegan a verlas venir, esperando la opción del contraataque; es decir, que con escasos espacios para maniobrar y la necesidad de imprimirle velocidad al balón además de mucha precisión en los pases, se tiene la obligación de ganar, jugadores como Diego Costa, pero también Fernando Llorente, Fernando Torres, Roberto Soldado o Álvaro Negredo tienen difícil ubicación. En la Selección, es mi modo de verlo, encajan mucho mejor jugadores que no son nueves puros; salvo que para hacer que triunfe el 9 elegido se cambie la forma de jugar, algo medio plasmado en los primeros partidos de Diego Costa, cuando se intentaba enviarle balones de 30 metros para que el jugador del Chelsea explotara su velocidad.
A lo largo de los últimos 50 años, tal vez desde que el el gran Alfredo Di Stéfano dejara la Selección, han sido muchos los delanteros centro de categoría que han lucido el 9. Ahí están los más representativos: Enrique Castro Quini (5 pichichis en primera división y 2 en segunda, amén de estar en el Top de los máximos goleadores de la Liga) y Carlos Alonso Santillana (muchos años jugador del Real Madrid y quizá el mejor cabeceador de la historia en el fútbol español; sin embargo, ninguno de los dos llegó a triunfar, pues el primero jugó 35 partidos marcando 8 goles y el segundo 56 partidos con un total de 15 tantos. Tras ellos vinieron jugadores como Julio Salinas (56 partidos y 22 goles), Fernando Torres (110 partidos y 38 goles), o Fernando Llorente, Álvaro Negredo y Roberto Soldado, sin que ninguno de estos tres últimos llegara a jugar 30 partidos. Solo hay una excepción que confirma la regla, y es que un 9 puro como Fernando Morientes, a pesar de no haberse prodigado en la Selección, le dio tiempo a jugar 47 partidos y anotar 27 goles, lo que lleva su porcentaje a 0,57 goles por partido. Llama poderosamente la atención que dos delanteros
no específicamente 9 puro, hayan sido santo y seña de la Selección, además de aceptables anotadores. Curiosamente, los dos portaban el 7, como David Villa. Emilio Butragueño jugó (portaba el 9 en la Selección) 69 partidos y marcó 26 goles, mientras Raúl González jugó 102 partidos marcando 44, con un porcentaje de 0,38 goles por partido el primero y 0,43 el segundo. David Villa jugó 97 partidos y goleó en nada menos que 59 ocasiones, un 0,61 de porcentaje, siendo jugador determinanate para llegar a la final del Mundial de 2010 con sus cinco goles, convirtiéndose en uno de los máximos goleadores en Sudáfrica. Lo que sí presumo es el encaje de los dos 7 madridistas en la Selección actual si estuvieran activos y en su época de máximo nivel.
Me parece a mí que si los nuevos aspirantes, ante todo Diego Costa (a Morata y Alcácer habrá que darles más oportunidades, pues son jóvenes y tienen movilidad y desmarque) no encajan, mejor jugar con un falso delantero centro, como ya se hizo en ocasiones con Cesc o Silva y con resultado satisfactorio. Pero, bueno, no deja de ser una opinión más de un aficionado que tal vez esté equivocado, y antepone la presencia de un 7 con habilidad, inteligencia y toque, a un 9 clásico que sabe desenvolverse de espaldas a la portería. Pero, ¿existe ese 7 en el futbol español de ahora mismo?
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