viernes, 20 de noviembre de 2015

Una segunda madre

  Una segunda madre es una agradable sorpresa en este 2015 casi acabado. Al ver la película de noche, una vez fuera del cine, se tiene la infrecuente sensación de que la media luna de estos días brilla como nunca, y es fiel a nuestro planeta sin abandonar su órbita jamás. Esa especie de duende que altera un poquito nuestros sentidos es lo que ayer me ocurrió a mí. No voy a calificarla de memorable, y sin embargo no deja por ello de ser una pequeña joya del cine brasileño. La Cinta rezuma humanidad a raudales y es sincera como pocas. Este largometraje rodado con poco dinero y sin necesidad de virguerías técnicas, demuestra una vez más que si hay inteligencia (el guión lo tiene) y se dejan de lado las imposturas para abrazar la honestidad (a Anna Muylaert le sobra desde la vertiente creadora), solo se necesita la presencia de actores convincentes para llevar la historia a buen puerto, y punto.

    Una empleada del hogar vive y trabaja interna en una casa de un matrimonio adinerado. La pareja tiene un hijo adolescente que prácticamente ha criado Val (la empleada) como si fuera suyo. Val cumple a rajatabla con sus tareas, siendo, a pesar de una personalidad extrovertida y positiva, complaciente y sumisa con las indicaciones de la señora de la casa. Por tanto existe la lógica armonía dentro del hogar teniendo en cuenta que cada uno de sus habitantes tiene muy claro su papel. Hasta que un día viaja a Sao Paulo, Jéssica, la hija de Val, para intentar pasar la Selectividad. Así que una vez instalada en la casa mientras no encuentra un lugar donde vivir, el hogar equilibrado y sin sorpresas de los últimos años, se torna en espacio novedoso para las discordias, amenazando con romperse la armonía ya que Jéssica es un espíritu inquieto que jamás aceptará ser sumisa como su madre.

  Con guión y dirección a cargo de Anna Muylaert, la película mantiene el ritmo propio de una comedia; no obstante es radicalmente mordaz y de un modo indisimulado aborda la antiquísima lucha de clases. En cierta manera, Una segunda madre, no deja de ser otra cosa que el lienzo de las desigualdades tremendas en un país tan inmenso como Brasil. Es comercial, sin duda, y a un tiempo nos muestra el carácter marcadamente social que se dibuja en cada uno de sus fotogramas. No hay duda de que Muylaert toma partido por la clase más desfavorecida.

  Los actores están francamente bien, aunque por encima destaca esa madre (Regina Casé) que lo borda en su papel lleno de abnegación alegre y confiada. En los Premios Fénix estuvo nominada a mejor actriz. Por su parte la película ganó el Premio del Público en el Festival de Berlín. 110 minutos de metraje que pasan en un soplo.

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