domingo, 12 de abril de 2015

SURCOS

  Transcurridos 64 años del estreno de Surcos, es difícil de entender cómo la película pudo pasar el filtro de la Censura y la crítica más severa por parte de cierto sector de la Iglesia. Sí se puede comprender si se tiene en cuenta que algunos de los promotores eran falangistas o afines a sus postulados. Sin ir más lejos, José Antonio Nieves Conde era considerado por entonces el director del Régimen, para ser tachado ocho años más tarde como autor difícil. El segoviano se puso manos a la obra a pesar de una cierta oposición, firmando sin ningún género de duda su mejor trabajo cinematográfico tras la cámara.

  Surcos es una película durísima y posiblemente la primera que refleja sin cortapisas las enormes dificultades por las que atravesaban muchos de nuestros compatriotas en plena posguerra. Hasta 1951, año de su estreno, el cine español transitaba por actos heroicos, por el folclore más rancio para disfrute de los amantes de la música popular de aquel tiempo, o por el costumbrismo más o menos edulcorado, sin olvidarse de los acontecimientos históricos a mayor gloria del Régimen del 18 de Julio. Surcos es una anomalía brillante en el devenir del cine patrio, hasta el extremo de convertirse en el primer film de carácter neorrealista, mostrando al fin una preocupación social que apenas se había planteado antes como no fuera de refilón.

  A lo largo de sus 100 minutos de metraje queda patente el tipo de vida que hacían las clases más desfavorecidas para salir adelante, sorprendiendo que la emigración, el estraperlo, la pobreza extrema, el engaño o la misma corrupción, tan de actualidad, pudieran tener acomodo en sitios tan reales y castizos como Lavapies, Delicias o Legazpi, territorio donde se rodó. El argumento plantea la salida de una familia campesina de su pueblo en busca de una liberación llamada Ciudad. Si la vida rural era tremenda, no lo es menos la supervivencia en Madrid. Así, el padre encuentra empleo en unos hornos, pero la actividad frenética le supera. El hijo mayor se mete a ladrón, la hija se coloca en una casa y el hijo pequeño termina ayudando a un padre y a la hija en un teatrillo de marionetas. La familia se da cuenta de que en la Capital no estaba el ansiado Dorado y deciden regresar al pueblo, algo recomendado por la Censura y la ideología falangista, que veía bien cierto movimiento migratorio del pueblo a la ciudad pero con límites. Ciertamente el final era más desesperante, ya que Nieves Conde hacía que la hija se apeara del tren para regresar a Madrid, estando dispuesta a dejarse engullir por las garras de una ciudad hostil a la vergüenza de retornar al terruño de vacío.

   La película, que iba a titularse Surcos sobre el asfalto, y costó en su momento algo más de 700.000 ptas., está interpretada en sus principales papeles por Luis Peña, María Asquerino, Marisa de Leza y Félix Dafauce. El guión está escrito por Gonzalo Torrente Ballester y Natividad Zaro a partir de un argumento de Eugenio Montes, y la música pertenece a Jesús García Leoz. El Círculo de Escritores Cinematográficos la distinguió como mejor película, además de premiar a su director, al actor de reparto Félix Dafauce y a la actriz de reparto Marisa de Leza. En el festival de cine de Cannes estuvo nominada a la Palma de Oro. Y como se refleja en este fotograma, sorprendentemente la película se declaró de Interés Nacional.

  Sin ninguna objeción ésta es una de las grandes películas del cine español; y a pesar de que 64 años más tarde nos pueda parecer pasada de moda, es el reflejo cruel de una España que muchos de nuestros compatriotas debieron de padecer en los terribles años cuarenta. 

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