viernes, 28 de marzo de 2014

REPUGNANTE

  Tras casi una semana de las Marchas de la Dignidad, todavía colean las consecuencias de las multitudinarias manifestaciones que confluyeron en Madrid. A casi siete días de aquello, en la prensa escrita, radios y televisiones, se sigue analizando pormenorizadamente la actuación de unos bárbaros y la intervención/abstención de las fuerzas de seguridad. Antes de seguir quiero dejar muy claro que, la visión de unos energúmenos arremetiendo y acorralando sin piedad a un reducido grupo de policías, me provoca tanta repugnancia como en su momento la lamentable intervención de hace unas semanas en Ceuta con lo de las dichosas devoluciones en caliente -mucho mejor las devoluciones en frío, digo yo-. La minoría de descerebrados que irrumpe habitualmente con cada manifestación debería saber -¿o sí lo sabe?- que con su actuación salvaje acaba, si no deslegitimando, al menos distorsionando la dimensión y empuje democrático de la mayoría de participantes. Pero somos el resto de la sociedad quienes debemos de valorar con ecuanimidad quiénes son los buenos y quiénes los malos. Según la Policía, los malos eran en torno a mil. Eso quiere decir que en un paréntesis entre los 350.000 asistentes, según el propio Cuerpo, y el millón y medio en valoración de los convocantes, el millar de energúmenos vendría a suponer el 0,285% ó 0,066% de los manifestantes.

  Dicho esto, con las controvertidas Marchas de la Dignidad se pueden sacar algunas conclusiones. Así, a bote pronto, se me ocurre que el Ministerio de Interior, o su ministro, para ser más exacto, parece desbordado por los acontecimientos presentes. Puedo entender algún error puntual, pues todas las personas incluyendo a los políticos, las tenemos, también yo, faltaría más. No obstante, cuando esas anomalías se convierten en cotidianas, es que la persona con la responsabilidad no está capacitada para una tarea ardua e ingrata muchas veces, como es la de seguridad. El sr. Jorge Fernández ya hubiera cesado o dimitido en otro país con más pedigrí democrático. El Ministerio no carbura y me inclino a pensar que es el chófer quien no atina con la dirección. A la lamentable falta de coordinación por parte de los mandos policiales se añade ahora el informe demoledor del CGPJ que hace trastabillar la cacareada Ley de Seguridad Ciudadana por colisionar con nuestra Carta Magna. Me pregunto si los muchos asesores del Ministerio habrán leído alguna vez la Constitución, o, ¿es intencionado el modo de proceder para que a partir de unos máximos vayamos viendo los ciudadanos la aparente ductilidad del Gobierno que se amolda a otras consideraciones?

  Otra conclusión más sangrante viene al hilo de las declaraciones de la sra. Botella. La Alcaldesa plantea que las manifestaciones se lleven fuera del centro de Madrid. A lo mejor lo que pretende es que las venideras se queden entre Pinto y Valdemoro. Pero ¿cómo se puede hacer esa aseveración? Con ese argumento ya me imagino a mis paisanos de Villafranca manifestándose por la defensa del río Burbia en Turón, por decir un lugar alejado de la capital del Principado. Los villafranquinos se manifestaron entonces por las calles de Oviedo, además de transitar frente a la sede de la Confederación Hidrográfica para evitar algo tan injusto, y gracias a su movilización mayoritaria se logró. La sra. Botella debería de saber que Madrid es la capital de España, por tanto, la ciudad que acoge la mayoría de sedes institucionales o empresariales; y las primeras, mayoritariamente, se sitúan en el centro, por lo cual sería un disparate que las masas discurrieran por la Casa de Campo o se fueran a Chinchón. En cuanto al coste elevado que supone la presencia masiva de ciudadanos en concentraciones, debería estar al corriente de que el resto de ciudadanos de provincias contribuimos con los impuestos al mantenimiento de todos sus servicios por ser Villa y Corte. Lo del manifestódromo ya me parece de aurora boreal.

  Por último -y vuelvo a tocar el negocio ministerial-, decir que me parece preocupante y desconcierta el errático proceder de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de un tiempo a esta parte, o mejor cabría decir de sus mandos. Después del espectáculo de, cuando menos dos operaciones fallidas parcialmente contra colaboradores o miembros de ETA, por precipitarse anunciando operaciones desde el propio Ministerio, -para reirse del caso Faisán-; tras las ocurrencias expuestas en múltiples declaraciones por su titular, incapaz de tomar una sola medida encaminada al cese de quienes dan las órdenes, sino del propio sr. Cosidó -se ha procedido al cambio de destino de algunos mandos tras la desgracia de Ceuta, lo que demuestra cuando menos negligencia en las órdenes-; despues de que, desde la misma UE se haya denunciado el uso inhumano de las concertinas, algo que demuestra su ineficiencia ante la fuerza imparable del hambre u otras miserías; con el varapalo a instancias del gobierno de la judicatura a su contrarreforma de seguridad ciudadana, resulta que las fuerzas de seguridad se extralimitan en sus funciones en Ceuta -aclarar cuando hablamos de la Guardia Civil que no se condena al Cuerpo, sino a los mandos ceutís; eso deberíamos tenerlo siempre presente-, y dias despúes, más de 1.500 agentes dejan en la estacada a un grupito de veinte de sus compañeros porque los mandos no dan la orden de auxilio. ¿Los mandos son torpes, faltan medios, hay demasiados recortes o es que quien rige la seguridad del país no está a la altura de las circunstancias? Lo que ya no tiene un pase es que en algunos medios televisivos se hayan insertado imágenes que corresponden a otros momentos, como ese donde se ve lanzar una señal de tráfico, jabalina o una muleta -ahora no recuerdo- a los policías. Vamos, como en la época del celebérrimo Cojo Manteca.

  Reitero: mi más enérgica repulsa por el comportamiento vandálico de una minoría que no representa a la sociedad española. Y reconocer que la ciudadanía está viva, preocupada y muy molesta por cuanto viene sucediendo. Algunos políticos en el poder se quedan tan panchos al decir que 350.000 ó 1.500.000 de personas es una representación irrelevante comparada con los otros 46.000.000 que no se manifiestan. Yo y otros muchos no nos manifestamos por motivos laborales, falta de dinero, etc., pero estamos de acuerdo con sus reivindicaciones. Es como si ahora dijera que, como el sr. Suárez, q.e.p.d. sólo fue despedido por algo más de 30.000 individuos en la capilla ardiente y por otros miles de madrileños que se lanzaron a las calles para tributarle el último adiós, el resto de españoles que no hicieron acto de presencia, por obvias razones coyunturales, no guardaran al primer presidente tras la restauración democrática, cuando menos, el respeto, sino admiración de una mayoría.

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