martes, 18 de marzo de 2014

¡Feliz Cumpleaños!

  Mi Valencia está de aniversario. El Valencia CF (SAD) -maldigo las últimas iniciales- cumple hoy 95 tacos. El anciano parece sumergido en una senectud difícil de revertir -y eso que sus principales adversarios superan el siglo de existencia, pero por contra parecen mantener una vitalidad fuera de lo corriente- a tenor de los derroteros por los que transita. Al viejo equipo Che apenas le queda resuello, manteniendo las constantes vitales de pura chiripa, y todo gracias a la nefasta gestión de sus últimos cuidadores o presidentes. Si no se remedia pronto, el abuelo puede pasar a mejor vida. Aunque a tenor de cuantas declaraciones e iniciativas se escuchan, parece que hay más de dos empresas o grupos de posibles -naturalmente foráneos-, dispuestos a rascarse el bolsillo para rescatar al enfermo de la UCI y ponerlo en planta para que convalecencia y recuperación sean una realidad, porque, a pesar de todos los achaques, el viejo Valencia atesora una herencia suculenta si se le sabe sacar provecho. Veremos.

  Al Valencia lo parieron tal día como hoy en el legendario bar Torino sito en la calle Barcelonina. Aquella víspera de San José se pusieron los fundamentos para que el recién nacido se hiciera persona de provecho. Comenzó a mamar jugando partidos en su cuna de Algirós. El chaval creció y a los cuatro años dispusieron retirarle la cuna. Adquirieron entonces una cama llamada Mestalla. A través de infinidad de partidos amistosos y del Campeonato Regional, el Valencia terminó acostumbrándose a la nueva cama/casa al tiempo de alcanzar la adolescencia y juventud, esta última interrumpida a consecuencia de la guerra.

  Al finalizar la contienda, un señor llamado don Luis Casanova (su mejor cuidador/el gran presidente) decidió engalanar al mocetón como se merecía y, con su sapiencia eligió para la guardarropía a Eizaguirre, Alvaro, Juan Ramón, Iturraspe; pero sobre todo a la Delantera Eléctrica: Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza. Las prendas eran perfectas, así que el veinteañero, apuesto de por sí, con ganas de comerse el mundo, además de seguirle infinidad de valencianistas en sus andaduras frente a otros pretendientes, se puso a ganar los tesoros disputados: tres ligas, dos copas de España, amén de algunos subcampeonatos. Como la casa se le quedaba pequeña para recibir a tanto incondicional seguidor -¿por qué será que los futboleros, salvo excepcionales casos, somos más fieles a un equipo que a la propia mujer, cambiando a ésta por otra y no así al Club-, y ya tenía los treinta cumplidos, don Luis pensó en acondicionar el hogar para que cupiesen 45000 espectadores. Luego se inventaron las competiciones internacionales, así que el maduro de cuarenta se echó unas canitas al aire por Europa y así ganó dos Copas de Ferias, precursoras de las futuras UEFAs. Con 52, cuando muchos de sus aficionados creíamos que el conquistador se había olvidado de cómo era aquello, gana una liga con el sastre Di Stéfano y un vestuario de empaque: Abelardo, Sol, Antón, Jesús Martínez, Claramunt, Paquito o Valdez.

  Tras éxitos y fracasos varios, las altas esferas deportivas del 92 obligan a la mayoría de clubes a transformarse en Sociedades Anónimas Deportivas. Al Valencia como a la mayoría de equipos les vino a ver un tuerto, merced a ese terco empeño, engañoso a todas luces, de que lo privado se gestiona mejor que lo que no lo es. Así, a día de hoy, el panorama es desolador, y sólo los que se salvaron de caer en manos privadas, es decir: Real Madrid, Barcelona, Ath. Bilbao y Osasuna, además de honrosas excepciones, están endeudados hasta las cejas. El primer tutor de lo privado fue el deslenguado sr. Paco Roig, un hombre con tantos pájaros en la cabeza como escaso conocimiento para dirigir al ya veterano Valencia. No satisfecho con destituir en la madrugada de su victoria al entrenador de entonces, desterró para siempre al que con toda seguridad es el último gran presidente de su historia: don Arturo Tuzón. Pero los aficionados tardaron tres años en calar al impostor y le obligaron a renunciar al cargo. En una suerte de espejismo quinquenal llegaron entonces gentes más sensatas como Pedro Cortes y Jaume Ortí que se rodearon de otras importantes como Claudio Ranieri, Héctor Cúper o Rafa Benítez, logrando con el nuevo milenio la reactivación del anciano hasta vivir una segunda juventud (conquista de dos nuevas ligas, dos Copas de España, una Copa de la UEFA, amén de dos subcampeonatos de la Champions League. Tras el lustro de éxitos, cuando el anciano parecía haber resurgido de sus cenizas, y estar bien encauzado a fin de competir por nuevas glorias en los años venideros, como a don Paco no lo querían ver ni en pintura por Mestalla, los mandamases Sr. Camps y Sra. Barberá urdieron el traspaso accionarial a favor del  millonario de la construcción, don Juan Bautista Soler. La opción fue la peor, un terrible error. El hijo del constructor, señor con delirios de grandeza, vanidoso hasta la exasperación y con, no pájaros, sino águilas en la cabeza, se puso a orientar al anciano rejuvenecido, con tan mala pata que terminó agotando los cuartos en prendas muy caras y poco funcionales, además de embarcarse en la contratación de otra casa más lujosa, un nuevo estadio que tras 150 millones de euros de inversión y 5 años de paralización de la obra, es la metáfora más diáfana de lo que ha sido la burbuja inmobiliaria de nuestro país a lo largo de una década. Como consecuencia del despilfarro, al anciano no le quedó otra que desprenderse de sus prendas más preciadas -Albiol, Villa, Silva, Mata, Isco, Jordi Alba, Soldado, etc.-, hasta estar padeciendo de frío, también de inanición.

  Lo digo cuantas veces haga falta: Maldigo el día que al Valencia le obligaron a convertirse en S. A. D., lo que en gran medida explica la decadencia del Club. Pese a todo ¡feliz cumpleaños!, y enhorabuena a todos los valencianistas. A ver si es posible que nuestro Abuelo alcance los cien con una mayor salud, con una salud de hierro. ¡Amunt Valencia!

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