miércoles, 26 de marzo de 2025

Wish you were here

¿Recuerdas cuando eras joven? 

Brilabas como el sol 

Brilla tú, diamante loco 

Ahora hay una mirada en tus ojos 

Como agujeros negros en el cielo 

Brilla tú, diamante loco 

Te atraparon en el fuego cruzado 

De la niñez y la fama 

Soplado por la brisa fría...

Trataste de descubrir el secreto demasiado pronto... 

Amenazado por sombras en la noche... Etc. 


Cuando Syd Barret apareció por el estudio de EMI en Londres, nadie de sus antiguos compañeros lo reconoció en un primer momento. Obeso, cabeza y cejas rapadas, y con el cerebro extraviado a los veintinueve años -si bien de eso estaban al corriente, de ahí su expulsión del grupo siete años atrás- les costó identificar a quien había sido cofundador y primer líder (etapa sicodélica) de Pink Floyd. El impacto fue tal, que Waters sollozó como un niño al decirle adiós. Los cuatro miembros se habían encerrado en las dependencias de EMI para grabar el primer trabajo tras el triunfo apabullante de The dark side of the moon, sin dar con la tecla idónea para componer material a la altura de lo que sus fans esperaban. Indirectamente, la tecla fue la presencia de Barret, creyente él de que iba a colaborar en la grabación. A partir de ese momento, el grupo comenzó a dar forma a lo que hoy es una de las cuatro o cinco mejores obras de los británicos, con el soporte de letras como esta de Shine on you crazy diamond, inspirada y con dedicatoria; una loa para una más de las víctimas de la droga, en este caso concreto del LSD. 



 Este tema había sido compuesto un año antes, incluso tocado en sus giras, pero no sería hasta 1975, año de su publicación, cuando adquiere la extensión definitiva -más de veinticinco minutos repartidos por igual entre el inicio y el final del disco- y una preponderancia incuestionable, convirtiéndose en la piedra angular del nuevo trabajo. Esas cuatro notas de guitarra de David Gilmour (Si bemol en cuarta cuerda, Fa en segunda cuerda y luego Mi y Sol al aire) que dan inicio a la segunda parte, acompañado por el sonido envolvente de los teclados a cargo de Richard Wright, es algo mágico, inolvidable, para escuchar una y otra y otra y otra vez; y ya con la entrada de la batería a cargo de Nick Mason, la sacudida sonora es para ponerte los pelos como escarpias. Yo diría que aquí Pink Floyd está muy cerca de alcanzar esa perfección sonora que siempre ha perseguido con tanta tenacidad.


  Cuando el nuevo trabajo salió a la venta -en septiembre de este año se cumplirá el medio siglo-, las críticas no fueron las esperadas, ya que inevitablemente lo comparaban con The dark...; no obstante, con el paso de los años, la mayoría de entendidos han terminado por reconocer los méritos de esta obra conceptual que navega entre el homenaje más sincero a Barret por la desgracia de su enfermedad mental, y la crítica más afilada a la industria discográfica y quienes la manejan. Esa crítica se refleja en los dos temas que saldrían editados como singles de lanzamiento en USA: Welcome to the machine  y Have a cigar, este, el único corte que no está cantado por algún miembro del grupo, y sí por su amigo Roy Harper. 


  A pesar del peso abrumador de Shine..., en el disco, quizás sea Wish you were here, la canción imposible de olvidar aunque transcurran los siglos, además de una de las más versionadas de la historia. Como ocurre con aquella, Wish you..., es la dedicatoria más sincera a Syd Barret (...Cómo, cómo me gustaría que estuvieras aquí, somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo, ¿Qué descubrimos?, los mismos viejos miedos, me gustaría que estuvieras aquí...) 



  La obra, como ocurre al inicio, se cierra con la segunda parte de Shine on you crazy diamond. Esta enlaza directamente con el final de Wish you..., adquiriendo protagonismo los sintetizadores de Richard Wright en comandita con la guitarra afilada de David Gilmour, antes de llevar la canción al estado de aparente sosiego de la primera parte, cuando Roger Waters vuelve a la letra ya conocida. Pero es sin duda Wright el indiscutible protagonista de esta joya que ha servido a tantos programas de televisión como banda sonora. 


                                                 

 A modo de anecdotario, este gran disco -el favorito de Gilmour y Wright- fue grabado, como otros muchos, en los míticos estudios de Abbey Road entre enero y junio de 1975. El germen partió del proyecto Household objects, del cual solo sobrevivió el sonido de los bordes de copas de vino tocadas con los dedos humedecidos, para el comienzo de Shine... También, y a pesar de la tibieza de las críticas, el disco alcanzó el nº1 a ambos lados del Atlántico. Para la ocasión, Pink Floyd tenía decidido que Alan Parsons volviera a ser el ingeniero de sonido, pero este rehusó, por estar ocupado con su grupo en el nuevo proyecto, Alan Parsons Project; por tanto se decantaron por Brian Humphries, que no había trabajado con ellos desde el lanzamiento de More (1969). Para el lanzamiento de este disco en USA, la banda eligió a Columbia Records en detrimento de Capitol Records. Mientras, la carátula e imágenes interiores del disco, fueron obra del estudio Hipgnosis, volviendo a acertar una vez más con el diseño. Para finalizar, la revista Rolling Stone sitúa a este disco en el puesto 264 entre los mejores 500 de la historia.


                                                               


                                                                                            



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