viernes, 13 de diciembre de 2013

El juego embarrado del señor Montoro

  "Vamos a ganar las próximas elecciones porque los mercados no son gilipollas". Así de contundente se despachaba el señor Montoro el viernes pasado día 6 ante las insistentes preguntas por parte de la prensa en referencia a presuntas injerencias de su ministerio en la Agencia Tributaria. No obstante, antes de entrar en la materia concerniente al baile de ceses y dimisiones de las últimas semanas en la Agencia, debo admitir cierto regocijo por la inusual franqueza de su afirmación, algo que, tanto él como el resto del gabinete, procuran solapar bajo el manto de un lenguaje trufado de eufemismos  y alejado de la comprensión de los gobernados. Al admitir que las elecciones venideras las ganarán  por la inteligencia de los mercados y no de los potenciales votantes, el Ministro se retrata por mor del subconsciente, reconociendo la hegemonía de los mercados (de facto son quienes detentan el poder gracias a la teórica "neoliberal" imperante en casi todo el mundo occidental) en detrimento de quienes ciertamente somos los depositarios de la soberanía nacional según reza en la Constitución: los ciudadanos.

  Dicho lo cual me ciño al paño. Y el paño tiene cada vez un color más terroso. Porque en vez de aclararse el tráfico desmedido de personal de un tiempo a esta parte en la Agencia Tributaria, cada vez tiene más visos de parecerse a una componenda entre el poderío económico de una multinacional cementera y el mando político, sometido hace años a las directrices imperantes del mercado. Como hacen los malos defensas futboleros, que prefieren las triquiñuelas a escondidas del árbitro y el terreno de juego enfangado para entorpecer las maniobras del contrario, el señor Montoro se dedicó a embarrar la sede parlamentaria cuando intentaba tirar balones fuera. A las interpelaciones de la oposición, que reclamaba claridad en las explicaciones por los últimos escándalos de la Agencia, y con particularidad en lo concerniente a la destitución fulminante de una inspectora que pretendía incoar un expediente de sanción de 450 millones de euros para la multinacional Cemex, el ministro de Hacienda se limitó a embadurnar el terreno de juego del Congreso insinuando con la apreciación tendenciosa de si los medios de comunicación le presionaban a través de informaciones enojosas por tener serios problemas de deuda con el Fisco. Como hiciera antes con otros grupos como el de los cineastas o los deportistas de élite, señala ahora al de la prensa, tratando de culpabilizarlo de todo el escándalo, inédito hasta ahora en una institución tan temida como respetada por la mayoría de españoles. Digo yo: ¿Sacando el barro para malear a su interés a quienes le denuncian, acaso no está intimidando y tratando de frenar las denuncias del llamado cuarto poder?

  Lo que sí empieza a oler a cuerno quemado es que una propuesta de sanción de 450 millones de euros vaya a quedar en otra más irrisoria de 15. Y mientras eso ocurre, el gobierno neoliberal del señor Rajoy  se apresta a otra vuelta de tuerca para subir impuestos a los paganos de siempre via IVA, sin olvidarnos de otro subidón en las tarifas eléctricas, otro de los problemas que se iba a solucionar en cuanto los populares alcanzaran el poder. Al parecer, el problema con el añadido  del ininteligible déficit tarifario pasará a convertirse en insoluble. ¡Ver para creer! 

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