domingo, 10 de mayo de 2020

Pabellón de reposo (1943)

LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO (7)


  Camilo José Cela había tenido un triunfo clamoroso con su primera novela, La familia de Pascual Duarte. Una historia tan devastadora como brutal, parecía en la obligación de tener una continuidad; sin embargo, Cela optó para su siguiente narración, por una historia más pausada, sin apenas acción o argumento, más allá de seguir los pasos de un grupo de mujeres y hombres que se ven obligados a confinarse en sanatorios para intentar superar la enfermedad de la tuberculosis, tan frecuente aún en la España de la primera mitad del Siglo XX. A medida que avanza la novela, los pacientes, que viven en permanente angustia, y que se cambiarían encantados por el más humilde de los cocineros, o por la más servicial de las enfermeras, ante la incertidumbre del futuro, se vuelven más transparentes, sin la artificiosidad de los primeros días.


  A partir de su propia estancia en 1931 en el sanatorio de Navacerrada, y en 1942 en el de Hoyo de Manzanares, a fin de superar ese mal tan común mientras no fue descubierta la estreptomicina en 1943, Cela se sumerge en la vida de los internos, profundizando en episodios pasados por los pacientes en contraste con las vicisitudes del día a día, esa mirada parcial que se vislumbra cuando uno se ve obligado a pasar las horas muertas tumbado sobre el chaise longue.


   La novela salió publicada por entregas entre los meses de marzo y agosto de 1943 en el diario El Español, publicándose en formato libro al año siguiente. Es posible, digo yo, que la lectura de las obras completas de Ortega mientras se reponía del mal en el sanatorio próximo a la Sierra de Guadarrama, influyeran decisivamente en la concepción y carpintería de la obra, completamente opuestas a la novela precedente, aunque también me inclino a pensar que, seguramente, había leído antes La montaña mágica, de Thomas Mann; no obstante, y a pesar de ciertas similitudes, las diferencias son abrumadoras. Es de destacar que, a pesar de su experiencia como paciente tubercoloso, en la narración predomina más la inventiva que una presunta autobiografía. 


  <<Lo daba todo, mi título universitario, mis treinta y dos años, la casa que me dejaron mis padres en la costa, con su emparrado que llega hasta la misma orilla, mis libros, mis amigos...

  >...Y se queda pensativa, haciendo inauditos equilibrios para creerse, ella también, que aquella sangre salía, efectivamente, de la garganta...

  >...No puedo, sin embargo, apartar de mí la idea de un cadáver, encerrado en esa funda enternecedora del ataúd. Cuando vine, ahora hace año y medio, estaba la puerta de la bodega abierta, bien me acuerdo. Al pasar se veían los ataúdes amontonados cuidadosamente, puestos en fila, esperando su trágico turno. Los había aún sin pintar, aún con la fresca madera de pino al aire, eran los que todavía no estaban preparados, los que tenían aún un respiro...>>


(Párrafos extraidos de un estudio exhaustivo sobre Cela, a cargo de Alonso Zamora Vicente)


                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario