lunes, 4 de mayo de 2020

Luciérnagas (1993)

LOS LIBROS DEL CONFINAMIENTO 6


     <<A medida que ascendían, Sol se familiarizaba con las calles y las anchas avenidas que le eran habituales, con sus árboles mutilados para hacer leña. No tardarían mucho en bajar de la montaña grupos de gente con brazadas de rama. El Tibidabo, alto y gris recortaba su joroba grande, oscura, en la mañana. No parecía la misma montaña que viera de niña, desde los balcones de su casa. Ahora las gentes que descendían por la ladera extendían sobre las aceras grandes pañolones llenos de algarrobas y raíces más o menos comestibles. Sol recordó las hileras de luces en la noche, las raudas estelas luminosas reflejadas en el asfalto brillante. Eran las noches de sus esperadas vacaciones, pero ya no había vacaciones para ella. Qué distinta era esta ciudad despojada, cubierta de letreros rojos y verdes, negros, blancos, con signos de exclamación en todas las tapias, con toscos monumentos de cartón despellejados por la lluvia y el viento, con crujidos rítmicos de pisadas en el asfalto y voces de mando rompiendo el silencio de las plazas. Qué distinta de aquella ciudad, recordada desde la blanca ausencia de Saint-Paul. Espléndida y luminosa, le dolía haberla soñado  de otro modo a como ahora la veía: desmantelada, sucia, pobre, vencida por un enemigo que aún le parecía impreciso, pero cierto. Deseó reencontrar aquella belleza en su abandono como en su misma vida, y amarla con aquel dolor de manos vacías que hacía tiempo la abatía. Y se contempló a sí misma con una sonrisa: el vestido, estrecho y usado, sus viejas e inadecuadas sandalias veraniegas. Un viento duro, rojo de sangre y de tierra, había arrasado pasados y luces, todo parecía dormido o sumido en la muerte...>>


(Párrafo correspondiente al capítulo VIII)


    La novela fue escrita en 1949 y no se publicó hasta 1955 por problemas con La Censura, con el título de, En esta tierra. De aquella primera redacción fueron mutilados varios fragmentos, de ahí que para la edición definitiva, ya con el título de Luciérnagas, de 1993, Matute los recuperara. En la contracubierta de esta edición de Austral, se dice que: "Ana María Matute nos enfrenta a las experiencias de un grupo de jóvenes, casi niños, a quienes la guerra civil ha despojado de cualquier resto de su anterior universo infantil. El escenario escogido es una Barcelona de soldados y mujeres mal pintadas, de refugiados y mendigos, de gentes ocultas que intentan sobrevivir día a día en medio de los escombros, la luz blanquecina de los reflectores, los bombardeos y la amenazada espera. Pero más allá de un tiempo y un espacio concretos, el propósito de la escritora es presentar a unos muchachos que conviven con el temor y la muerte y ahondar en las emociones de una joven que, desde la carencia y la provisionalidad, hallará en el amor el verdadero significado de la paz...>> 


  Posiblemente no sea la novela más redonda de la barcelonesa, pero es, en mi opinión, una de las obras que mejor refleja el vacío, la intranscendencia de la vida, el absurdo de un ser humano atrapado en el sinsentido de la barbarie; lo que supone la quiebra en el ánimo y la personalidad de chicos o adolescentes enfrentados a un acontecimiento tan calamitoso como es la guerra. El libro abunda sobre los horrores, la fiereza y la sinrazón de una contienda, sin ir más allá, sin tomar partido por unos u otros; no obstante, y aunque de modo directo no lo sea, Luciérnagas, trata, sobre el confinamiento interior de miles y miles de desdichados seres humanos que no pueden abstraerse de una nueva, insospechada y cruenta realidad, incapaces de discernir entre lo conveniente y el estorbo, entre lo estúpido y lo sensato, o entre la vida y la muerte. Un acontecimiento brutal, en resumidas cuentas, da un vuelco a la vida de niños que obligatoriamente dejaron de jugar y tener los sueños propios de su condición, para ocuparse únicamente de subsistir en medio del caos, sin ser conscientes de haberse convertido en seres adultos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario