miércoles, 28 de febrero de 2018

Teórica del fuego

  Después de prácticamente 14 años -Cuando el tiempo decide fue publicado en el otoño de 2004- he decidido que ha llegado el momento de volver a escribir un conjunto de relatos. El libro se titulará Teórica del fuego, como la última historia del libro.


  Este lapso de tiempo tan prolongado tiene su explicación, y no es otra que la del temor a implicarme en historias escabrosas, tal vez poliíticamente incorrectas y que tratan -ojalá no yerre en esta aventura- de provocar a quien lo lea una sacudida. Más allá de que el relato agrade, que también, he pretendido que el lect@r no se limite a degustarlo como si fuera un pastelito de domingo, sino que se comprometa con el autor; y si se indigna, siente el desasosiego, se irrita por momentos o presiente la zozobra, mejor, pues eso he pretendido con toda la intención del principio al fin de las poco más de 200 páginas.


  Siendo muy joven y sin haber publicado aún, por la cabeza me rondaba la oportunidad de escribir historias relacionadas con el mal, algo por otra parte no infrecuente en nuestra condición imperfecta de seres humanos: crímenes, robos, codicia, torturas, delaciones, violencia de género, etc. Creía que si un día llegaba a publicar, la primera obra indagaría en la brutalidad de aquellas personas más retorcidas. Sin embargo, las circunstancias, y por encima de todo, un temor, tal vez irracional a abordar asuntos tan escabrosos como ingratos, me hizo desistir de la empresa, anteponiendo otras más amables, mejor dicho, políticamente correctas, para no incomodar.


  Este ramillete de 20 relatos no es otra cosa que un fiel reflejo de la sociedad actual, aunque también de la pasada y de la futura, si bien, tratado, es obvio, desde un tono estrictamente literario; y con la pretensión de que quien lo adquiera -a pesar de la temática-, termine soltando alguna sonrisa al leer algunas de las historias.


  Del potencial lect@r espero la complicidad, pues para la ocasión me he procurado nuevas vías de comunicar que en absoluto han de obstaculizar la comprensión narrativa. Porque, como dice Juan José Saer: <<si no existiera la provocación, -yo añado aquí la innovación- el relato se cristalizaría en formas estereotipadas. Y si no hay riesgo, ¿para qué escribir?>>.


  Al margen de lo dicho, otra de las particularidades de Teórica del fuego, es que muchos de los relatos tienen su ligazón, cabalgando unos sobre otros. También, aunque parezca un disparate, huye intencionadamente de la pretendida y alabada unidad narrativa. Sí es, en mi modesta opinión, un libro que huyendo de la ortodoxia, de lo convencional, persigue algo así como un conceptualismo liviano.


  Por lo demás -a preguntas de un amigo villafranquino- añado que algunos de los relatos pueden situarse sin equívocos en la Villa. Así: ¿Te acuerdas?, Fraterno atribulado, El primer bofetón y por encima de todos, Persistir en la memoria -de algún modo se trata de un sucinto repaso a mi novela Pervivir en la memoria-, resulta muy fácil ambientarlos ahí. No obstante, la mayoría escapan a cualquier tipo de frontera o espacio geográfico.

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