lunes, 12 de marzo de 2018

Kind of blue

  <<¿Cómo es posible llegar al estudio con lo mínimo, y salir con algo eterno?>> La frase que corresponde al guitarrista mexicano, Carlos Santana, define con simplicidad y contundencia el milagro de este álbum, algo así como un devocionario indispensable en la liturgia del Jazz. Y es que, pese a quien pese, Kind of blue, además de ser el disco más vendido de la historia del Jazz, supone por derecho propio la cúspide del género, la cumbre de un genio de la trompeta al que le importaban un bledo las críticas de los más puristas cuando se empeñaba en reinventar la música de improvisación una y mil veces. Muchos de sus correligionarios no entendían que Miles Davis renegara del Bebop, el movimiento predominante hasta entonces y que había adquirido la mayoría de edad con Charlie Parker, para abrazar sin disimulo la teoría modal de George Russell, la cual supone el predominio de la improvisación sobre escalas en vez de acordes o armonías, lo más frecuente hasta entonces.


   El trompetista y compositor californiano ya había advertido, al menos desde dos años antes, con la composición de la banda sonora de la película Ascensor para el cadalso y de la publicación un año más tarde del LP Milestone, de sus "aviesas intenciones" de explorar nuevas vías de comunicación dentro del movimiento Cool, un movimiento menos alocado y de ritmos no tan complejos que permitía otro tipo de tesitura a los instrumentistas. El de Santa Mónica no se conformó con las nuevas posibilidades del concepto modal, sino que -lo venía madurando desde meses atrás- llamó al estudio de grabación a los extraordinarios músicos que le habrían de acompañar en el alumbramiento, sin que supieran nada sobre el meollo de la obra, sin haber ensayado previamente. Miles Davis pretendía con ello la espontaneidad del grupo, desterrando así la más mínima posibilidad de que alguno de ellos concibiera otro tipo de obra más elaborada. Así, y por extraño y sorpendente que parezca, la grabación se culminó en dos sesiones, los días 2 de marzo y 22 de abril de 1959. En menos de 10 horas, y en solo 6 tomas, una para cada corte del disco, a excepción de Flamenco sketches, que necesitó de dos, la banda de Miles Davis paría para la música Jazz su obra más imperecedera, y probablemente, la más asimilable para quienes como yo no nos consideramos seguidores acérrimos de esa música.


    El disco lo abre So what, clásico equivalente a lo que supuso y supone aún hoy Starway to Heaven al Rock. En este hit ya se aprecia la intencionalidad modal, esa constancia en las escalas, incluyendo una introducción y desarrollo al piano, impagables por parte de Bill Evans. Le sigue Freddie freeloader, otro clásico con un comienzo tan simple como inolvidable. El tercer corte del disco, Blue in green, es mi debilidad. No es ni mucho menos el mejor de la obra; sin embargo, ese tempo lento y cadencioso, con el piano subrayando los pasajes tristes desgranados por la trompeta de Miles, son para dejar a uno sobrecogido, con los pelos de punta, y las glándulas salivales resecas para no importunar la melodía con movimientos impertinentes de la nuez. Un corte que me evoca antiquísimas obras de teatro de aquel inolvidable Estudio 1 de TVE. La cara B del LP se inicia con All blues, otro clásico con otro comienzo imposible de olvidar que se memoriza en la cabeza antes que la ineludible obligación de visitar el excusado. Flamenco sketches es el corte que cierra la monumental obra. Tal vez se trate del mejor tema, un tema a mayor gloria de los compositores Ravel y Debussy, un homenaje de Bill Evans al impresionismo musical europeo, y un guiño de trompeta a la cultura flamenca desde el punto de vista de Miles Davis, casi nada.


  ¿Qué es lo que hace a este disco equilibrado, sereno, emotivo, intemporal, mágico, pero también rupturista? Sin duda la mirada larga de Miles, que permitió el protagonismo a sus acompañantes para que participasen de una fiesta improvisada y genial. Davis siempre admitió que toda la obra se había estructurado en torno al piano de Bill Evans -el único blanco de la grabación, algo que levantó ampollas entre la sociedad negra más intransigente-. Pero también al reparto de papeles de artistas geniales: John Coltrane (saxo tenor), Julian "Cannonball" Adderley (saxo alto), Paul Chambers (contrabajista), Jimmy Cobb (baterista), Wynton Kelly (piano en el tema Freddie freeloader) y Bill Evans (al piano en el resto de cortes), además de la inconfundible trompeta de Miles Davis.


   Es de resaltar la sorpresa que supone que tres de los temas se grabaran en el tono equivocado. Yo no sé si es leyenda o verídico. Si es así, ¿alguién se atreve a mencionarlos? Desde luego, yo no.


    A poco de cumplir los 60 años, lo hará el próximo año, Kind of blue está considerado como el duodécimo disco más importante de la historia, según la revista Rolling Stone. Y eso a pesar de las reticencias del maestro Davis para considerarla obra clásica, pues siempre hablaba de un fallo, al no llegar a transmitir al 100% lo que el tenía pergeñado en el cerebro. Bendito y extraordinario fallo, ¿o no?





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