viernes, 7 de noviembre de 2014

La crisis: tres fechas cruciales

  Las crisis, y muy particularmente las económicas, no surgen porque sí. Como ocurre con infinidad de acontecimientos de relevancia histórica, tienen unos antecedentes que hilvanados pueden conducir a un feliz o fatal desenlace. Naturalmente existe más de un condicionante que nos aboca a la dificultad extrema cuando se habla de economía. La actual, no se debe olvidar, es de dimensión mundial con origen en USA, siendo al comienzo de carácter financiero y que llega a su momento álgido con la caída de Lehman Brothers (desregulación del sector, mala praxis, créditos subprime y con ello el aumento de los activos tóxicos, etc.), más tarde pasa a ser económica, obviamente, para concluir en la actual de acusado carácter político y sin que la anterior se haya resuelto. España, como el resto de países de nuestro entorno, no es ajena al statu quo de la globalización, así que la deflagración financiera de 2008 la acusamos entre otras cosas porque aquí se estaban repitiendo los mismos errores que en la otra orilla del Atlántico.

  Pero si la crisis iniciada hace 6 años penalizó a casi todos los países con economías de mercado, no es menos cierto que a algunos les ha afectado mucho más, como es nuestro caso. ¿Por qué ha ocurrido? Si echáramos la vista atrás veríamos que todas las crisis con orígenes ajenos, como la del petróleo de 1973 o la financiera de 1993, nos han terminado aquejando en mayor medida que a otras naciones, siendo el paro un termómetro perfecto que casi siempre ha marcado el doble de la media de la UE, lo cual evidencia un grave problema de nuestra economía que es estructural y endémico, y en mi opinión nadie ha valorado como se merece. El mayor inconveniente de nuestra economía es el MODELO PRODUCTIVO, incapaz de generar puestos de trabajo para toda la población en edad de trabajar, o cuando menos de la mayor parte. Por muchas reformas, leyes y desregulaciones que se acometan, si antes no se evalúa un diagnóstico serio y exhaustivo de la actividad económica española dándole una solución en consonancia, ambiciosa en otras palabras, este país está abocado a soportar tasas inaceptables de desocupación, al sufrimiento de millones de compatriotas, a la emigración, al empobrecimiento general y con ello al envejecimiento acelerado de la población ante la incertidumbre futura, derivando en la dificultad extrema de crear familias. El modelo productivo español se sustenta en una alta temporalidad, de ahí la oscilación de bajadas y subidas del paro en sectores como el turístico, agrícola o el de la construcción. Por su parte, actividades tan fundamentales como la industrial, hoy sólo supone el 6% del PIB -en el País Vasco está por encima del 20% y la construcción en su máximo apogeo no llegó a sobrepasar el 10%, a lo cual debe añadirse, es cierto, el concierto vasco impositivo, con lo cual se explica su tasa de paro actual en torno del 15%, tasa sensiblemente inferior al resto de la española-, el gasto en I+D+i es irrisorio y se ha reducido drásticamente en estos últimos 3 años, y sectores que podrían ser un filón como el de las energías renovables se han dejado de lado. A las pruebas me remito cuando los patronos de las grandes empresas patrias estiman en un 18% el paro estructural, lo cual viene a advertirnos de que en el mejor de los casos no va a bajar de ese porcentaje, más allá de que la economía sumergida y la evasión fiscal lo desvirtúan. Lo que no admitirán jamás sin utilizar eufemismos es que el MODELO PRODUCTIVO es deficiente.

  No obstante, a pesar de todas las carencias de nuestra economía, en España se habrían podido atenuar los estragos de esta terrible crisis si los mandatarios de turno hubieran adoptado otras políticas diferentes o simplemente no se hubieran acometido. En mi modesta opinión hay tres fechas que ayudan de manera determinante al infortunio.

  1ª En 1996 el sr. Aznar gana las elecciones, no tanto por la crisis económica -desde finales de 1995 se venía creando empleo y las previsiones "macro" eran positivas- como por los escándalos de corrupción que asolaban al gobierno del sr. González (¡cómo me suena la cantinela!) Para 1998 y como España no procuraba los suficientes puestos de trabajo que el nuevo presidente había prometido en campaña, en connivencia con el sr. Rato acomete una reforma más ambiciosa con la Ley del Suelo. Simplificando su contenido, la Ley 6/1998 permite a los particulares edificar en cualquier terreno salvo el protegido. El Gobierno aducía la necesidad de liberalizar el suelo y con ello abaratarlo; muy al contrario permitió la entrada de especuladores y bancos, como venía ocurriendo al otro lado del Océano merced a las desregulaciones promovidas por el gobierno afín del sr. Bush, y con ello a la subida incontrolada del precio. La semilla para el desastre de 10 años después estaba plantada. Las entidades crediticias que antes miraban con lupa los posibles préstamos y a sus beneficiarios, particulares y/o sociedades, se embarcan desde entonces en una vorágine donde el dinero circula con escaso control y el Banco de España, haciendo caso al nuevo orden imperante que apela a la máxima de que el Estado cuanto menos intervenga mejor, se muestra más laxo con los mecanismos de control y deja hacer. La política del sr. Aznar incentiva la compra de nueva vivienda promoviendo exencioes fiscales o ayudas, resultando más rentable aventurarse en la adquisición de vivienda que en el ahorro familiar. La gente, con y sin solvencia económica, se embarca en la adquisición de una vivienda propia al ser mucho más fácil obtener crédito. Las constructoras comienzan a mover sus tentáculos para edificar. Con ello se reactivan sectores como el de la fabricación de cemento, ladrillo, tejas, azulejos, pintura, electrodomésticos, etc. También oficios como carpintería, fontanería, pintura, electricidad, cristalería, decoración, y profesiones como la de arquitecto, aparejador, delineante, notario, así como la profusión de agencias inmobiliarias constatan la frenética actividad de entonces. Es el tiempo del slogan España va bien, pues al apostar por la construcción -algo insostenible en el largo plazo-, todas las actividades relacionadas toman impulso y facilitan puestos de trabajo extra, incluso termina por atraer a gentes de otros países que ayudan al enriquecimiento nacional; y también, por qué no decirlo, comienza a poner los cimientos para que las corrupciones especulativas en torno a la construcción pública, ahora en candelero -más de un 80% de los delitos están relacionados directa o indirectamente con el ladrillo- hagan su agosto durante los años del boom.

  2ª En enero de 2002 el euro entra en circulación física en España, si bien desde enero de 1999 ya se venía utilizando como moneda de cambio. Muchos expertos se refieren al hecho como un error de bulto teniendo en cuenta que no había unidad monetaria, fiscal y bancaria; es decir, que la nueva moneda debería ser la consecuencia de la convergencia de aquellas tres palancas y no la piedra angular, algo así como no empezar la edificación por el tejado. 12 años después (hace sólo unos días) se acaba de realizar la unión bancaria, quedando por concluir la fiscal y si me apuran la monetaria. Los dirigentes de entonces se extasiaron ante la realidad de poder competir por medio de la nueva moneda con el reverenciado dólar. Para los países del Sur con monedas de cambio raquítico, como Italia, Portugal, Grecia y la propia España, a la larga ha supuesto una rémora difícilmente cuantificable. En el particular caso de España, según algunos economistas, de 1998 a 2007 el euro infló la burbuja inmobiliaria hasta incrementar el precio de la vivienda un 177%. Yo me atrevo a enmendarles la plana y digo que he visto vender un piso que en 1997 valía 12.000.000 de pesetas (al cambio 72.121 €) por 240.000 € en 2006, o el apartamento de un amigo que le había valido 48.000 €, venderlo medio año más tarde por 54.000€. Al entrar en el euro, los bancos españoles tuvieron muchas más facilidades para acceder al préstamo (muy particularmente al de los bancos alemanes) debido a los bajísimos tipos de interés en comparación con los propios en la etapa de la peseta. La liberalización y no intervencionismo era la norma, pues si aquí se empezaba a hacer la vista gorda por parte del Banco de España, en el Deutsche Bundesbank alemán debía de ocurrir otro tanto, ya que jamás se preocupó de comprobar si ese exceso de crédito tenía solidez y era susceptible de reponerse en el futuro si un día llegaba el apalancamiento del dinero. Muy al contrario, la entrada en el euro supuso para las clases baja y media un esfuerzo titánico a fin de competir con nuestros vecinos de más allá de los Pirineos, con sueldos medios superiores. Recordemos aquellos primeros días de enero del 2002 con los redondeos que no eran tales sino subidas encubiertas de casi todos los productos. A pesar de la frenética actividad económica de esos primeros años del euro, los salarios no crecían con la misma celeridad que el metro cuadrado de suelo. Pero ahí estaban las entidades crediticias españolas dispuestas a reparar el desequilibrio con tal de sacar la tajada a costa de los intereses de millones de préstamos en la creencia de que la inversión en vivienda era un valor seguro, pues siempre subía y subía su precio. Y el gobierno del sr. Aznar estaba satisfecho porque los impuestos que llegaban al Estado iban en aumento y la población ocupada también. Hago aquí un inciso -perdón por la osadía- para decir que en 2001, antes de acuñarse la nueva  moneda físicamente, yo ya vaticinaba el descalabro, tarde o temprano, y no por todo cuanto estoy diciendo, que también, sino por la sencilla razón de que no se pueden edificar indefinidamente en torno a 800.000 viviendas por año porque llegará un momento en que estén cubiertas las necesidades de toda la población, incluida aquella que precisa de 2, 3 y hasta 4 para vivir. Y creo que cualquiera con sentido común lo veía, otra cosa es que no se quisiera matar a la gallina de los huevos de oro en el temor de desbaratarse el castillo de naipes en que se sustentaba la economía española.

  3ª En 2004 el sr. Zapatero gana las elecciones. El momento económico es idílico. Hay una tasa de desempleo relativamente baja (en 2007 se alcanza la mínima histórica en torno al 8%), el déficit anual es 0 (en 2006 se alcanzan cifras de superávit próximas al 3%) y la población activa crece hasta cotas históricas (en 2007 roza los 20.000.000 de ocupados). Con este panorama tan brillante ¿era el momento de pinchar la burbuja? Sin duda. El gran error del sr. Zapatero, por encima de reconocer tardíamente la Crisis, fue no haber pinchado el globo cuando aún había tiempo, posiblemente nos hubiéramos evitado algunas de las penalidades. El PP no podía pincharlo por la sencilla razón de que así admitía su tremenda equivocación al hincharlo hasta un límite insospechado. El PSOE lo pudo hacer -el sr. Zapatero se lamenta ahora amargamente de no haberlo hecho-, pero acababa de llegar al Gobierno y se dejó arrastrar por la inercia, pensando que el tiempo de vino y rosas se prolongaría muchos más años; y por descontado, haber pinchado la burbuja del ladrillo cuando España iba como un cohete, le hubiera supuesto su derrota en las elecciones del 2008.

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