jueves, 5 de junio de 2014

Nos la dan con queso

  Entre tanto los españoles nos ocupamos en la oportunidad o desacierto de la abdicación de nuestro rey, discutimos sobre el guirigay montado en las filas socialistas de unos días para acá y analizamos a bote pronto en lo concerniente a la estupenda noticia de la reducción del paro en mayo pasado, si bien los matices advierten de que más del 90% del empleo creado es temporal y una parte apreciable es a tiempo parcial, Europa parece que podría de nuevo dárnosla con queso.

  Nos hemos hartado de escuchar que los comicios últimos serían más decisivos que nunca para los votantes, pues entre otras cosas se nos daba la oportunidad de elegir por vez primera al futuro presidente de la Comisión Europea. Si bien la elección no sería directa, sino a través de nuestros representantes, los cuales han respetado siempre una ley no escrita por la cual nominan al más votado, era evidente, o así se nos trasladó en campaña, que los diputados electos trasladarían al parlamento de la Unión la voluntad popular. En plena campaña electoral nos dijeron por activa y por pasiva que para el Cargo existía la alternativa de elegir a Juncker, en caso de victoria de los populares, o de Shultz si triunfaba la socialdemocracia. Pues bien, a pesar de vendernos la moto de estar en nuestras manos la decisión última, ahora resulta que a Cameron no le acaba de convencer un hipotético nombramiento del luxemburgués Juncker y ha deslizado para tal cometido el nombre del primer ministro danés, o de Lagarde, la directora gerente del FMI. Y mientras UK plantea alternativas a los dos grandes aspirantes, Merkel apoya a Juncker sin demasiado entusiasmo; a lo mejor es que no le desagrada la idea de colocar a la francesa como correa de transmisión para que se siga haciendo la santa voluntad de la locomotora europea.

  Admito no ser entusiasta seguidor de Jean Claude Juncker; ahora bien, de ahí a que quienes rigen los destinos de Europa pretendan someter el sufragio universal a sus propios intereses, media un abismo. Para viaje tan trascendental y "democrático" no se precisaba de muchas alforjas. No es de recibo este cambio sobre la marcha a cuenta de una mayoría insuficiente o a la ausencia de consenso; y de haberse contemplado este escenario, al menos pudieron advertirnos de otras alternativas. A quienes rigen los destinos del Continente no debería sorprenderles la desafección creciente que se traduce en una abstención superior al 55%. Como tampoco admirarles su escasa valoración entre los representados, ni que, y con cierta razón, se tilde a los actuales mandatarios, acaso como los peores políticos de la historia reciente, algo por otra parte comparable a los de nuestra querida España. Si esta es la Europa abierta, libre y regenerada que proclaman para el futuro, yo también quiero apearme en otra estación más democrática e igualitaria. Empiezo a entender porqué el pueblo italiano le dio la espalda al impuesto Monti desde el Norte, o porqué los griegos están hasta la coronilla de que desde otras fronteras fuercen dimisiones e impongan a políticos dóciles.

  Dicho todo esto, admito que tampoco Christine Lagarde me seduce lo más mínimo, aunque entiendo el entusiasmo de las naciones ricas del Norte que tal vez se decanten por su elección. Al final -es de suponer atendiendo a las consideraciones del parlamento europeo en el sentido primero- lo lógico es pensar en la nominación de Juncker para presidente de la Comisión; si eso no fuera así, los líderes europeos habrán hecho un daño irreparable a la democracia.

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