lunes, 16 de diciembre de 2024

Patria, un prodigio de la equidistancia

 
Hay libros que se tejen como hacían nuestras madres con los antiguos jerseys de lana: poco a poco, sin prisas, para no destejer una manga, o la zona de una sisa, por culpa de las prisas, o el exceso de la monotonía. Así actuaron Cela con La Colmena, Roberto Bolaño para componer Los detectives salvajes, Bernardo Atxaga para su ingenioso Obabakoak, o García Márquez para completar la extensa El amor en los tiempos del cólera. Y es que todos ellos, si bien desde distintos enfoques narrativos, buscaron la excelencia a partir de pequeñas historias o llamaradas controladas, que por si solas parecen una suerte de islitas con mínima sustancia, pero hilvanadas todas ellas, unas con otras, adquieren una dimensión formidable e impensada, solidifando el terreno hasta crear una nueva geografía juiciosa. Es esa crónica que  sin seguir el orden consecutivo de los sucesos se ve como un rompecabezas difícil de resolver; y no obstante, no solo acaba felizmente, sino que, al tiempo que vamos colocando cada pieza en el hueco correspondiente, comprendemos con más nitidez el mensaje del autor. 


  Patria (2016), fue el gran acontecimiento literario de aquel año, elevando a Fernando Aramburu al Olimpo, convirtiéndose en uno de los escritores más leído a partir de su monumental novela. Y es que P. es, en mi modesta opinión, el mejor tratado, o ensayo (sin serlo) que se haya escrito jamás en torno a ETA y el denominado "conflicto vasco". Aramburu se sirve de retazos sencillos de la vida de dos familias, antes amistadas, para componer un recorrido de ida y vuelta en torno a la violencia y sus consecuencias en el entorno de un pueblo pequeño del País Vasco, un lugar donde todos se conocen, por desgracia. El gran acierto de esta novela, además de lo antedicho, es su capacidad de análisis, dejando que la historia no se decante por el blanco o el negro, sino que los tonos grises vayan matizando el desarrollo de los acontecimientos, dejando claro, eso sí, que la violencia es el peor atajo, un atajo que no lleva a ninguna parte. 



                                                                                                                   
  Tan brillante como la exposición de los hechos -a partir del asesinato de uno de los protagonistas a manos de ETA-, es el perfil psicológico que Aramburu hace de cada uno de los personajes que transitan por sus páginas. A medida que se avanza en la lectura, uno termina entendiendo los comportamientos de Bittori (la viuda de Txato, el asesinado por la banda terrorista), o de Miren (madre de un terrorista). Antes de integrarse el hijo en ETA, ambas eran amigas íntimas. Pero no menos atrayentes son las personalidades de Joxe Mari (el terrorista), Joxian (marido de Miren y padre de Joxe Mari), y del resto que discurren por las páginas de la novela. 


  Son los años del plomo. Las familias compuestas por Bittori-Txato (ricos) y Miren-Joxian (no tanto), con sus respectivos hijos, son íntimas, como uña y carne, hasta que Joxe Mari entre en ETA. A partir de ese momento dejan de hablarse. Tambien en el pueblo hacen de menos al empresario y su esposa. Un día como otro cualquiera, el empresario Txato es asesinado por ETA, al no cumplir con el impuesto revolucionario. Bittori abandona entonces el pueblo para irse a vivir lejos. Cuando ETA deja las armas en 2011, Bittori regresa al pueblo. A ella le asalta la duda de si Joxe Mari fue quien mató a su marido, pues el día del asesinato se le vio por el pueblo, incluso Txato llegó a intercambiar unas palabras con él solo unas horas antes de ser asesinado. Una vez que Joxe Mari es encarcelado, Bittori (gravemente enferma) solo desea dos cosas antes de dejar este mundo: saber si fue él quien disparó a su marido, y conseguir que el hijo de Miren le pida perdón. 



  En resumidas cuentas, estamos ante una obra capital de la literatura española del presente siglo, escrita además con una insultante sencillez, algo aún más meritorio teniendo en cuenta el resultado final: sobresaliente desde cualquier punto de vista. De verdad que merece ser leída.






                                 

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