¿Es posible que alguien no haya tarareado jamás esta canción de George Harrison, o cuando menos no la haya escuchado? Creo que en cualquier rincón del mundo, hasta en el más remoto, sus habitantes se han aventurado alguna vez a emular con sus voces al que fuera uno de los cuatro miembros de The Beatles. Y es que la melodía es tan sencilla, y a un tiempo arrebatadora (como lo puede ser la contemplación del ir y volver de las olas de un mar plácido, aunque la imagen sea casi siempre la misma), que se hace difícil renunciar a la satisfacción de escucharnos a nosotros mismos versionando este himno a traves de la propia voz.
Es diciembre de 1969. The Beatles siguen unidos, si bien es de dominio púbico su próxima disolución. George Harrison se encuentra en Copenhage en compañía de Billy Preston y Eric Clapton. Asisten como invitados a la gira europea de Delaney & Bonnie. De por medio hay una conferencia, y tras concluir, Harrison se recluye en una habitación, componiendo los primeros compases de lo que sería
My Sweet Lord. Por entonces no había barajado la oportunidad de publicar una nueva obra en solitario, algo que al final ocurriría con
All things must past (1970), su tercer álbum al margen de The Beatles, un triple, considerado a día de hoy, uno de los tres o cuatro mejores trabajos en solitario que jamás haya compuesto por separado alguno de los de Liverpool.
My Sweet Lord, que previamente había sido grabado por Billy Preston (en este directo se le puede ver con algunas celebridades) un par de meses antes, fue uno de los treinta temas incluidos en el triple disco, convirtiéndose a instancias del coproductor Phil Spector, en el primer sencillo de su carrera en solitario. A pesar de las reticencias de Harrison, por temor a que el mensaje de la letra jugara en su contra, el single (lanzado al mercado el 23/11/1970 en USA y el 15/01/1971 en UK) fue un éxito rotundo, alcanzando de inmediato el nº 1 en infinidad de países.
Por medio de la letra, a medio camino del gospel y de las oraciones védicas de la India, Harrison (el más espiritual de los ex beatles) pretende el conocimiento y la unión con Dios (en este caso Krishná, uno de los dioses del panteón hindú), aunque sin renunciar al Dios de Occidente (de ahí la intercalación de palabras, Hallelujah y Hare Krishna), pretendiendo con ello huir de la exclusividad religiosa (¿algo así como apostar por el ecumenismo?). Ciertamente Harrison hacía años que se había empapado de la cultura y religión de la India, a donde viajaba con asiduidad para profundizar en sus costumbres, además de seguir tomando lecciones de sitar, instrumento del cual se había servido para componer alguno de sus temas. Y sin embargo, en este, con reminiscencias tan orientales, renunció a tocarlo en beneficio de la guitarra, el instrumento protagonista de la canción en sus diversas variedades.
En 1976, Harrison tuvo que hacer frente a la demanda por plagio interpuesta por Bright Tunes, una compañía de NY, alegando que la melodía se parecía una enormidad a la de
He's so fine (1962) del grupo femenino Chiffons. El Tribunal dio en parte la razón a la Compañía, asegurando que el artista británico la había plagiado de un modo inconsciente. No obstante, Harrison argumentó que en realidad era,
Oh happy day el gospel que le había inspirado.
Como todos los temas que trascienden más allá del tiempo (y del espacio),
My Sweet Lord ha contado con infinidad de versiones. Así, artistas tan dispares como
U2, Eric Clapton, el mencionado Billy Preston,
Megadeth,
Ray Conniff, Julio Iglesias,
Family & friends, etc., no han dejado pasar la oportunidad de poner su sello con el firme propósito de lograr que transmita, si bien, creo que nadie lo ha logrado con tanto acierto como su genuino compositor.
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