HISTORIAS DEL SENADO (y otros relatos)
Confieso que me ha costado escribir sobre este libro, teniendo en cuenta que Hernán ha sido mi maestro de escuela, después padrino de Confirmación, más tarde compañero en el Coro San Valentín, colega en este apasionante oficio de escribir, y por encima de cualquier otra cconsideración, un amigo para toda la vida. Con estos antecedentes hubiera sido mejor eludir el compromiso, y más teniendo en cuenta que el ancarés de nacimiento y con cuna en Villafranca, jamás me iba a reprochar haberme hecho el olvidadizo, teniendo en cuenta su proverbial talante acorde al escaso interés por llamar la atención, mucho menos por salir en los periódicos y demás medios de comunicación. Pero habría sido hacerle un feo por mi parte ir contra la lógica de lo razonable, siendo un deber de justicia valorar como se debe un libro tan singular como el de mi amigo.
No miento si digo que muy raras veces vuelvo sobre un libro. Este lo leí en diciembre de 2023, volviendo sobre sus páginas en septiembre pasado. Y si la primera vez me gustó, su relectura me ha entusiasmado. Creo que Hernán Alonso consigue con sus Historias del Senado (y otros relatos) un hito en su dilatada carrera de escritor. Lástima que el libro no tenga más narraciones. Se lo merecía.
Este libro, publicado en 2023, es una miscelánea de géneros donde predominan los relatos, verídicos o inciertos, los cuales rezuman una manera de ser y estar berciana (y ancaresa).
El primero, y más extenso, Historias del Senado, es un prodigio, una especie de fanfarria a través de la cual se entrelazan varias historias chiquititas que dan sentido a la realidad de una bodega mítica y ya desaparecida. Es, resumiendo, la radiografía costumbrista y vital del paisanaje villafranquino en los días añorados de vinos sin rosas, salvados por la saludable costumbre de pegar la hebra. El siguiente, Lejano amanecer (Premio "Enrique Gil y Carrasco" (1994), es un relato nostálgico de la niñez en una aldea de la montaña ancaresa. Aquí Hernán recurre a la memoria, para, a través de un gran dominio del lenguaje, pergueñar las (o sus) primeras señas de identidad. A continuación, Ella nunca lo haría, es una suerte de alegato en favor de los animales domésticos: los perros, que muchas veces son abandonados sin remordimiento alguno por sus dueños, a fin de disfrutar de unos días de vacaciones. Le sigue, El Sil, testigo de la historia. Es esta la primera narración que se sale de los cánones de un relato. Se trata de un sentido homenaje al río de más longitud, y a El Bierzo, que es regado por sus aguas, aguas con mucha historia. Prosiguen las páginas con la historia de (debe de ser cierta, o tal vez no), Yo quería ser capitán, dedicatoria incluida a su amigo ya fallecido, Antonio Robés, un canto de añoranza a la niñez.
Hago aquí un aparte porque, Memorias de un sacristán (Premio del Concurso Cultural 1992 -Revista el Aguzo), me parece a mí una historia redonda, la mejor. El sacristán Evaristo, o "Cune", como se prefiera, es un magnífico y memorable ensayo sobre la irreverencia, pero controlado en todo momento para no implosionar, algo que ocurre con alguna asiduidad cuando los excesos se salen de madre por el entusiasmo del autor. Este Memorias de un sacristán podría considerarse el comienzo de una novela corta -si no lo es-, donde la ironía y el sarcasmo se dan la mano, y donde el tono mordaz rivaliza con los escritos más insolentes de D. Francisco de Quevedo.
Las dos últimas narraciones entroncan con el carácter reivindicativo. Como ocurre en El Sil, testigo de la historia, Hernán reclama la autenticidad, el valor y la pervivencia de la tierra en esta, Un día por la Somoza del Bierzo. Con el autor viajamos por parajes preciosos tras muchos años de ausencia. Prendido por la fuerza de las palabras y de un lenguaje primoroso, apenas me cuesta nada acompañarlo, imaginándome fuera del tiempo presente. Y la otra, la última, Este Bierzo soy yo, me parece a mí el compromiso total del autor con ese pedazo de tierra leonesa que linda con Galicia, y que se siente única. Es una soberbia crónica con sones de arrebato y que en cierto modo ya prefigura la precedente.
En resumidas cuentas nos encontramos ante historias muy lindas y variadas, donde el sello del autor es inevitable. Un libro que recomiendo para ser leído en estos días otoñales, ¿por qué no al calor del fuego que va calentando el tambor en donde con estrépito se abren las castañas?
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