martes, 30 de mayo de 2023

Te doy mis ojos (20)

 
El próximo 24 de septiembre se cumplirán veinte años del estreno de una de las películas más conmovedoras y atinadas de la historia del cine español. A pesar del tiempo transcurrido, hoy la cinta está, si cabe, más vigente que en 2003. Por desgracia, la violencia de género sigue siendo una lacra difícil de vencer a tenor de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, sin un motivo aparente, más allá de la necesidad enfermiza de reafirmar el derecho a poseer, o cuando los celos empujan a una situación límite. Si bien, entre muerte y muerte -aunque de ello apenas se hagan eco los medios informativos-, se produzcan infinidad de agresiones, a veces diarias en algunos hogares, hasta completar más de cincuenta mil por año en España, según algunas fuentes entendidas en materia.


Iciar Bollaín, hoy por hoy una de las directoras más reputadas del cine español, con películas a su espalda como, Hola ¿estás sola?, Flores de otro mundo, o la premiada Maixabel, entendió que era el momento de abordar un drama tan descorazonador como el que me ocupa. Para la ocasión eligió a Luis Tosar y Laia Marull como pareja protagonista, acertando de lleno en la elección. Tosar borda el papel de Antonio como marido maltratador, un hombre incapaz de refrenar su impulso violento; mientras Marull no le va a la zaga en su interpretación de Pilar, la esposa maltratada de continuo, a pesar de lo cual sigue queriendo a su verdugo. Muchos que no hayan visionado el largometraje pensarán que se trata de otra vuelta de tuerca sobre los maltratos en 
el hogar, donde lo lacrimógeno se desborda en cada plano, pero no es así, ya que el gran acierto de Bollaín estriba en haber logrado de la pareja protagonista la contención, algo difícil de lograr cuando las emociones están a flor de piel y lo fácil sería dejarse llevar. De hecho, uno de los grandes logros de la directora es la ausencia de violencia  explícita -salvo en una escena-, gracias al poder de la mirada intimidatoria del actor gallego, con la cual sugiere acontecimientos terribles sin necesidad de recurrir a la acción violenta. 


Te doy mis ojos fue rodada en la ciudad de Toledo. Bollaín tenía claro que el lugar de los hechos tenía que ser por fuerza una ciudad de provincia, donde casi nunca pasa nada, y lo que pasa, pasa desapercibido para el común de los mortales. La atmósfera de una ciudad relativamente pequeña iba mejor a la historia, como, es mi opinión, va mejor al tipo de cine intimista que ella procura en cada una de sus cintas. Y es que la directora madrileña ha bebido desde su juventud esa forma mesurada de hacer cine, de contar las historias al ralentí, sin levantar la voz, como ocurriera con su primera incursión como actriz en la película de Víctor Erice, El Sur, otra obra maestra del cine español donde ella interpretaba a una huérfana de padre que tiene una meta por encima de cualquier otra: conocer Andalucía.                                                       

                                                          



                 
                                                                                                                                                                                                                                    

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