La segunda y última entrega de la entrevista a Cristóbal Halffter, realizada en el Castillo el 4 de enero de 1985, salió publicada en el Semanario Bierzo 7, en su nº 9 del sábado día 9 de febrero de 1985. Esta última entrega está centrada en su actividad profesional como músico, compositor y director de orquesta.
A lo largo de esta seguna parte (bastante más interesante que la primera, a mi entender) Halffter deja algunas perlas dignas de destacar.
Cristóbal Halffter, villafranquino por derecho propio, es sobre todo un artista. Su especialidad: la música. Ya conocemos parte de su vida y vivencias. Ahora, su arte, sus sentimientos.
¿Es usted el primero de la Generación del 51?
No lo creo. En la Generación del 51 hay encuadradas muchas personalidades. En arte lo importante no es ser el primero, sino ser. Esta es la principal diferencia del arte con una carrera de caballos, donde lo vital es llegar el primero.
¿No cree que a la música culta en general le falta una base rítmica más persistente?
¿Por qué? No lo creo. El ritmo es lo más elemental de la música. Un ritmo muy continuado, o persistente, significa menos refinamiento. Lo que sucede es que a nivel popular, la gente no congenia con esa música, no porque le falte refinamiento, sino porque les inundan continuamente con otros ritmos muy machacones.
¿Cuántas etapas se dan en su evolución musical?
No sé, quizás dos o tres. Les dejo a los críticos que sean ellos los que clasifiquen.
Cristóbal Halffter ha utilizado con cierta frecuencia el dodecafonismo. ¿Puede explicarnos qué es?
Es una técnica compositiva. Desde Pitágoras, la música occidental se venía dividiendo en siete notas. En realidad no son siete sino doce las que hay de Do a Do. Lo que se pretende con el dodecafonismo es democratizar las doce notas y quitar exageración, haciéndolas tan importantes unas como otras, y no usar solamente las tres fundamentales en un tono determinado.
Preguntado sobre su orquesta ideal nos contestó:
Para mí hay dos orquestas que destacaría: la Filarmónica de Berlín, que es punto y aparte; y la Orquesta de Basilea, con la que realmente se puede hacer todo lo que se quiera.
¿De alguna manera ha influido en usted la música contemporánea, por ejemplo el Jazz?
Poco, por no decir nada. Creo que son más interesantes algunas formas del flamenco puro. El Jazz como producto americano se ha comercializado mucho. Si el Jazz se hiciese en Valladolid, nadie lo conocería.
¿Tiene un especial cariño por alguna de sus obras?
La última siempre. La última que he hecho. Bueno, también las primeras, En realidad no sé. Las obras son como los hijos, no podría prescindir de ninguna de ellas.
¿La música debe ser inteligente o emocional?
Ambas cosas.
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