sábado, 20 de diciembre de 2014

El lago de Carucedo

  La había leído hacía la eternidad y ya no retenía con claridad la historia narrada. El título me evocaba la cercanía de la tierra, una novela sombría y a un tiempo mágica; pero, nada en cuanto a la desdichada existencia de María y Salvador, ni al más tenue recuerdo de un trasfondo religioso, sólo la rotundidad postrera del agua conformando un nuevo lago.

  A mí me parece una novela que trasciende más allá del fin último que es el de complacer al lector. Y si bien pudieran llevar razón aquellos que la consideran obra menor y hasta un mero ejercicio de adiestramiento literario previo a la redacción de El señor de Bembibre, su obra cumbre, a través de sus casi 60 páginas subyace el combate interno entre la espiritualidad y la pasión, entre el deber de fidelidad a un hábito y el enamoramiento de una mujer.

  Quienes firman algunas de las lecturas críticas que acompañan a la obra dicen que le falta unidad narrativa. Es posible, pero, ¿cómo se habría podido subsanar el teórico defecto? Me parece a mí que esta novela breve perdería parte de su encanto si el villafranquino hubiera optado por otro planteamiento o esquema. Ciertamente la parte II. La flor sin hojas, puede considerarse como una historia contada al margen del meollo, que es la relación entre Salvador y María, una aparente digresión; mas, ¿alguien se atrevería a plantear una alternativa diferente? En beneficio del autor está su corta edad de 25 años cuando escribió la novela.

  Por lo demás, Gil se muestra de nuevo como maestro insuperable para las descripciones paisajísticas, se reivindica  en claro exponente del romanticismo (El lago de Carucedo lo rezuma a borbotones) y por supuesto es un extraordinario fabulador, sin olvidar que esta novela es precursora de las leyendas que popularizaría Bécquer poco tiempo después.

  La Novela, en una muy buena y cuidada edición, integra lo que se ha venido en llamar Biblioteca Gil y Carrasco, colección de 11 libros que abarca la obra completa del escritor, y que viene a conmemorar el bicentenario de su nacimiento para 2015. El lago de Carucedo es una obra verdaderamente recomendable, en especial para quienes hemos nacido en el Bierzo.

  Mi más sincera enhorabuena a quienes han colaborado en la ardua tarea de poner en valor toda la obra del escritor villafranquino, y especialmente a Valentín Carrera, alma máter de tan ambicioso proyecto. 

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