jueves, 16 de octubre de 2014

Morir de éxito

 De unas semanas para acá el contagio del Ébola por parte de una enfermera que atendió al último misionero fallecido, acapara la mayor parte de la información en los medios. Se han vertido ríos de tinta y se han mostrado imágenes de la afectada, algunas poco edificantes. Hemos asistido a una sobredosis comunicativa que en algunos casos muy concretos ha degenerado en el chascarrillo fácil y chabacano. la prensa escrita y medios audiovisuales serios han cargado contra políticos-as muy concretos (sin faltarles razón), ahondando en su desfachatez y-o incompetencia, y hasta han sacado a colación comparaciones con otros casos u otros países que por lo general terminan siendo odiosas. Ha sido tal el aluvión en torno al maldito virus que, por sí solo, ha sido capaz de eclipsar otras noticias de alcance -salvo las tarjetas de Caja Madrid-, como la probabilidad de la enésima recesión en Europa, la caída brutal de la Bolsa, la escalada inesperada de la prima de riesgo, y otras de alcance doméstico no por ello menos sustanciales, como la aprobación en solitario -qué raro- por el PP de la Ley de Seguridad Ciudadana, o el controvertido nombramiento de José Antonio Sánchez como director de RTVE, el ex de Telemadrid con un currículo sin desperdicio, contra el cual se han posicionado con su firma no menos de 1.500 profesionales encargados de informativos.

  Que el contagio podía y puede ocurrir en cualquier rincón del mundo y en circunstancias dispares es evidente, que le puede sobrevenir al político más avezado no se puede discutir, y que además el affaire pueda funcionar durante días para aumentar las audiencias o para vender más periódicos es innegable. No obstante, a lo largo de esta semana horríbilis, yo he echado en falta por parte de los medios más altura de miras para ir al meollo de la cuestión a fin de buscar claridad en cuanto a la forma de erradicar, o cuando menos minimizar, los embates de este virus letal a corto plazo; si no nos vamos a quedar con el anecdotario de un periodo concreto con muchas posibilidades de reproducirse.

  Hemos leído y escuchado hasta la saciedad que vivimos en un mundo globalizado. Yo añadiría que la Tierra es una canica que no para de dar vueltas y más vueltas, en la que vivimos más de 7.000 millones de seres humanos. Si tuviéramos en cuenta que compartimos una casa común, es factible creer que el planteamiento sería más altruista y responsable. Siendo una realidad irrefutable, ¿como puede ser que nuestra querida Europa a día de hoy no se dé por enterada de que ese virus mortífero puede arramblar con miles y miles de personas si no se ponen los medios suficientes para combatirlo? ¿Cómo es que nadie en el Continente planteó la necesidad de hacer algo antes de surgir en él el primer contagio? El problema hay que atajarlo sobre el terreno. Está muy bien y es imprescindible el adiestramiento de los profesionales, el acondicionamiento de centros u hospitales, y la inversión en EPIS o equipos de protección individual, pero eso ha de ir acompañado del desplazamiento de los medios humanos y materiales hacia la zona afectada. Digo yo que debe ser, salvando las distancias, algo así como afrontar el remiendo de una gotera. Al principio uno se sirve de un cubo para contener el agua; sin embargo, el problema del tejado con desperfectos persiste y se acrecienta con la lluvia, por tanto el sentido común dicta reparar las tejas afectadas, aunque ello suponga hacer un desembolso. Si uno no acomete el arreglo, es fácil que el techo termine hundiéndose.

  Esta Europa de los mercaderes, la regida por la peor generación de políticos desde su nacimiento, a tenor de las reflexiones de algunos analistas, anda más ocupada en el éxito financiero y económico de la Macro, del éxito en el control deficitario, de la austeridad a toda costa -¿Qué fue de aquellos 300.000 millones de euros que se iban a poner en circulación en unos meses para estimular la alicaída economía de la Eurozona que los economistas más escépticos vaticinan recuperada al final de esta década?-, de complacer a los mercados, reducir la deuda global a pesar de los datos tozudos diciendo lo contrario, o al menos así es en España, que de invertir en donde es urgente: en África. El Planeta no es una casa con compartimentos estancos, lo cual facilita que cualquier nativo de allá puede ser un foco de contaminación. La OMS cree que en diciembre el número de contagios por Ébola puede alcanzar los 10.000 semanales si no se toman medidas drásticas. Si se confirman los malos augurios esto puede convertirse en arma de destrucción masiva, con todos los respetos para los pobres afectados. Y mientras, la Europa que ha reducido sistemáticamente la ayuda a la cooperación y al desarrollo -España casi la que más, por encima del 70%-, sólo se preocupa ahora de los protocolos sin ir a la raíz del mal.

  Es llamativo, por no decir lamentable, que el FMI -quien diseñara junto a la Comisión Europea y el BCE la política de austeridad de los últimos 6 años, (la Troika)- en boca de su directora gerente, la sra. Lagarde, advierta ahora a Europa con que si no se toman medidas de estímulo económico tal vez estemos abocados a una crisis a la japonesa con más de 10 años de estancamiento. De verdad que es de aurora boreal lo de esta señora que gana más de 300.000 € anuales. Creo que la ocasión es pintiparada para soltar lastre y revertir los millones que antes se gastaban en cooperación y desarrollo, enviando allí a personal cualificado, junto con material sanitario y alimentos adecuados, además de reservar una partida importante en I+D+i para indagar en el terreno médico, un dinero por otra parte bien invertido. Mirar hacia otro lado como se está haciendo con el problema migratorio o el cambio climático es tirar piedras sobre el propio tejado, al menos así lo ven muchos organismos y voluntarios que trabajan sobre el terreno. Acaso nos terminemos muriendo de éxito.


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