sábado, 2 de agosto de 2014

Un chute de fluido rosa

  La fascinación regresó dos años después a la sala multifuncional del Canal Salat. Como ocurriera el 29 de junio del 2012, The Other Side tributo a Pink Floyd volvieron a conquistar los corazones de quienes somos fieles seguidores del grupo británico. Durante casi tres horas de concierto, la banda que capitanea Shanti Gordi hizo un recorrido exhaustivo a través de varias de las piezas musicales más representativas del cuarteto -hoy ya dúo tras la fuga de Roger Waters y posterior fallecimiento de Richard Wright. Antes de nada quiero recalcar que la banda integrada por menorquines persigue el mimetismo con su modelo británico, y a fe que le falta muy poquito para lograrlo, algo por otra parte imposible teniendo en cuenta que la perfección no existe, y por añadidura, Pink Floyd no es ni mucho menos proyecto sencillo de imitar. Por poner algún pero a la extraordinaria interpretación de ayer noche, yo sólo diría que tal vez debieran de vigilar los músicos y el controlador de sonido una nota recurrente por encima del volumen general proveniente de los teclados que lastra parcialmente la armonía en su conjunto de una canción en concreto; como en otra el ritmo propuesto por el bajo y que en la original es más diluido, desvaneciendo por momentos ese parecido tan deseado. Por lo demás y en lo referente al sonido, The Other Side ha mejorado aún más con respecto al recital de hace dos años, al igual que en lo concerniente a la tramoya lumínica de los múltiples focos diseminados en torno al escenario, espacio coronado con la mítica pantalla redonda, obviamente a escala más reducida.

  El concierto, como ocurriera en el Tour de 2012, está claramente diferenciado en dos partes. En la primera la banda interpreta las obras más reconocidas sin correlación entre ellas, dejando para la segunda la ejecución íntegra de The dark side of the moon -dos años atrás sucedía a la inversa-. La sala del Canal Salat, a rebosar como entonces, estaba dispuesta a propiciar el universo sonoro y lumínico de una de las agrupaciones más grandes de la historia del Rock.

  Como no podía ser de otra manera, a imagen y semejanza de muchos de los shows de los británicos, comenzaron con Shine on you crazy diamond, una de esas cumbres en la búsqueda casi enfermiza, a fin de dominar la perfección sonora y por añadidura el goce extrasensorial de su multitud de seguidores, incapaces por  otra parte de descifrar con exactitud el mensaje de la letra. El personal exultante -nativos, peninsulares como yo, y guiris- no cabía de gozo ante la brillante interpretación, así que de inmediato cayó rendida a la sabiduría de los menorquines, que a renglón seguido atacaron los compases inconfundibles de Astronomy Domine, pieza de The piper at the gates of dawn (1967) y también registrada en vivo en el Ummagumma (1969), tal vez la más recordada de Syd Barret, fundador del grupo y víctima prematura por los excesos del ácido lisérgico. A continuación maniobraron con What do you want from me, obra incluida en su álbum Division Bells (1994), seguramente más conocida por la cercanía en el tiempo, es un decir. Y así se sucedieron Pigs on the wing y Dogs, ambas integradas en Animals (1977), Echoes, que ocupa íntegra la cara B de Meddle (1971), The show must go on, Hey You, Another brink in the wall, part 2 -con el consabido coro de niños gritando el celebérrimo estribillo we don't need no education-, todas pertenecientes a The wall (1979). Concluia la primera parte del recital y la peña parecía deseosa de que corrieran veloces los diez minutos de descanso para recuperar la comunión con los talentosos intérpretes que lúcidos y en connivencia con el encargado de sonido, dejaron sonar en ese lapso el pálpito familiar e inquietante de un corazón, preludiando la segunda parte, íntegramente ocupada por la ejecución de The dark side of the moon (1973), álbum conceptual y cenit en la carrera de Pink Floyd. A lo largo de la interpretación continuada se aprecia el dominio absoluto y la pericia de cada miembro, 11 en total, además de una mejoría con respecto a la ejecución de junio de 2012. Hay, que duda cabe, horas y horas de ensayos, además de la búsqueda incesante por un ensamblaje armonioso del Conjunto. Y cuando uno se da cuenta de que en los tres primeros minutos queda resumido a modo de obertura el contenido íntegro de la obra, los deslumbrados oyentes transitamos por el viaje alucinante del protagonismo instrumental de On the run, antes de sumergirnos a golpe de despertadores en la enorme pieza que es Time. Así hasta aterrizar en un aeropuerto que levita llamado The great gig in the sky -monumento a mayor gloria del malogrado Richard Wright-, en cuya pista de aterrizaje tienen su momento sublime las tres princesas del coro. A renglón seguido otra de las piezas fundamentales: Money, y así hasta finalizar con Eclipse, título barajado en principio para el disco.

  El gentío gozoso no estaba dispuesto a abandonar la Sala así por las buenas y pedía a gritos el regreso de los músicos. Así que no se hicieron esperar y regalaron a la concurrencia bises impagables como el clásico Wish you were here (dedicado a Syd Barret, el padre de la criatura), Comfortably numb -incluido su celebérrimo sólo, uno de los más emocionantes y estremecedores de la historia rock, concluyendo con Run like hell, pieza sencilla y convincente con aire disco.

  Era la una de la madrugada cuando el personal abandonaba incrédulo la Sala tras el disfrute único de un acontecimiento parido por menorquines y que ya ha visitado muchas ciudades de la Península con reconocimientos, tanto de la crítica como de los asistentes al espectáculo. Y es que si es harto difícil por las circunstancias presentes asistir a un concierto de Pink Floyd, nada mejor que disfrutar con quienes mejor han captado el universo floydiano, The Other Side, el grupo dirigido con sabiduría por Shanti Gordi. Como dice la canción, el espectáculo debe continuar, pero es digno de verse una y otra vez.

  Desde estas páginas les lanzo un desafío más teniendo en cuenta que no parece existir obstáculo alguno para su capacidad interpretativa, y es que de cara al deseado Tour15 -si al final lo hay- se atrevan con algo de The final cut, además de otras instrumentaciones de Division Bells, como Marooned o la pegadiza Coming Back to life, donde el papel de la guitarra solista recobra el papel preponderante. Por cierto, y al hilo de todo esto, la esposa de David Gilmour acaba de anunciar la próxima salida al mercado de un nuevo disco en otoño desde la factoría Rosa. Albricias si se confirma la noticia y mi enhorabuena más sincera para Shanti Gordi y sus compañeros, se lo han currado de veras.

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